Carolina, la ilustradora argentina que fue diagnosticada con autismo a los 28 años

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El dibujo que hizo a los dos años de edad de un elefante violeta -y no uno gris, como decía su madre que eran esos animales-, fue una de las primeras señales que tuvo Carolina Macellaro de que ella veía el mundo de una manera particular.

Con el paso del tiempo, esa forma de dibujar sería clave para Carolina, una ilustradora y tatuadora argentina que fue diagnosticada con autismo a los 28 años, en lo que significó más de dos décadas de esfuerzo para tratar de encajar.

“‘Siempre se me criticó o se me hizo bullying por no entender’; las metáforas, la ironía o el sarcasmo la dejaban fuera de las conversaciones: ‘Necesitaba que un amigo me tradujera como si hablaran en otro idioma’. Fue el hartazgo y la desconfianza de quienes pensaban que era una pose lo que la llevaron a investigar de adulta y buscar el diagnóstico”, relató el medio.

Carolina Macellaron en la playa mostrando una sudadera que dice: Hoy voy a permitirme no ser perfect@

A edad temprana, un pediatra le dijo a la mamá de Carolina que la niña no podía ser autista, pues se comunicaba con su entorno. La falla en esta apreciación, de acuerdo con la artista, muestra cómo los trastornos mentales están llenos de estereotipos.

“… puede haber autistas que no se comuniquen pero hay otro gran porcentaje que sí y no necesariamente la comunicación tiene que ser verbal. Atravesé toda mi vida sintiéndome fallada por no entender, por la literalidad. Había un montón de otras cosas que a la gente no le afectaban, como un cambio de planes y a mí me podía arruinar el día. Ese tipo de cosas que se iban sumando. Siempre me sentí fallada y así atravesé mi vida”, relató en la entrevista.

A partir del diagnóstico, la ilustradora dejó de esforzarse por cumplir con los estándares que se había impuesto para encajar.

Limitaciones, ajustes y actuaciones que no correspondían a su sentir desaparecieron de la vida de Carolina cuando, por fin, llegó el diagnóstico que la ubicó dentro del espectro autista.

“Yo miraba: tal chica tiene muchos amigos y de alguna manera actuaba como esa persona porque me iba a ir bien. Así todo el tiempo. Eso generalmente se traduce en ansiedad o depresión. En mi caso me explotó la ansiedad en el cuerpo de una manera descontrolada, por aguantar tantos años de camuflarse”, relató.

Aunque el camino, primero con el bullying en la escuela y luego con sentirse siempre fuera de lugar, hasta el diagnóstico fue uno construido por la propia Carolina, que recurrió al buscador de Google para encontrar una razón por la que no entendía las metáforas.

“… llego a mi casa y busco en Google: ¿Por qué no entiendo las metáforas? En toda la primera carilla decía autismo. De alguna manera me cerró. Empecé a investigar. Obsesiva siempre leí hasta el DSM-5 que es el libro de criterio de diagnóstico que usan los psiquiatras. Me cerraba. Y después también el famoso algoritmo que se encarga de hacer su trabajo. Yo estaba en TikTok y aparecían contenidos que decía: ‘Ay, me siento súper identificada’”, detalló.

Otros comportamientos, como comer helado con la misma cuchara, comenzaron a cobrar sentido al inscribirse dentro del autismo y la neurodivergencia. Luego, en terapia psicológica y consulta psiquiátrica se confirmó su condición.

“(Tener el diagnóstico) para mí fue un golazo. Es más, yo estaba nerviosa de que me dijeran que no. Por primera vez en 28 años había encontrado respuestas, quería que me dijera que era autista porque por primera vez había encontrado gente que se parecía a mí y no me sentía fallada”, dijo.

Involucrada en temas de concientización de neurodivergencia, Carolina llamó la atención sobre cómo los test más comunes de diagnóstico de autismo están hechos por y para niños varones blancos, lo que afecta a todas las personas que no tengan esas características.

FUENTE: YO TAMBIEN MX

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