Cansados de la rutina, una pareja armó una casa rodante y junto a sus perras viven cada día como una aventura

Historias para contar Slider costado

Compraron una furgoneta, la desarmaron de poco a poco la convirtieron su nueva vivienda. La meta: llegar a Alaska. Salieron de La Plata en 2021 y desde entonces viven sin medir el tiempo

 “Todo lo que necesitamos para vivir lo llevamos a cuesta en la furgoneta. No precisamos nada más”, resume Aldana González sobre la vida que comparte con Julián Rufino, su pareja, y sus perras Bulma y Lupe. Los cuatros viven sobre las ruedas de una camioneta de 1996 que compraron, desarmaron y poco a poco la convirtieron en su vivienda de 2 ambientes, con la que salieron de La Plata, visitaron Ushuaia, como primer objetivo, y ahora quieren llegar Alaska.

¿Cuándo? ¡Cuando sea! Y el tiempo que amerite cada recorrido y sus paradas en las distintas ciudades que elijan visitar. “Será como lo vayamos sintiendo, no hay apuros”, dice con paz contagiosa Aldana, que como música de fondo tiene el viento de Mar del Plata, donde están desde marzo.

Junto a Julián, decidieron decirle adiós a la rutina y a sus trabajos: en noviembre de 2019 compraron un vehículo de 1996; en octubre de 2020 renunciaron a sus empleos y el 1° de enero de 2021 iniciaron la aventura. Desde entonces, la ex empleada administrativa y el trabajador informático se sustentan vendiendo artesanías en los pueblos a los que llegan.

Aldana tiene 27 años y Julián, 28. Son oriundos de La Plata y se conocieron a finales de 2015 mientras trabajaban como cajeros en un supermercado. A los tres meses compartieron su primer viaje y al mes siguiente se mudaron juntos.

Al principio nuestras aspiraciones eran las ‘normales’: cambiar el auto, comprar un terreno y construir nuestra casa. Pero, con el paso del tiempo y varios viajes, nuestras ideas cambiaron. Cambiamos el terreno por la camioneta y la ‘estabilidad’ por la libertad”, resume.

Las últimas vacaciones anuales

En 2018, la pareja viajó a Uruguay en auto, y durante un mes disfrutaron de los paisajes del país vecino, conocieron historias de vida que los movilizó, pero unos días antes de terminar esas vacaciones sintieron esa angustia que antecede al final de los buenos momentos. Saber que los esperaba lo mismo de siempre, lo que ya no tenía que ver con ellos.

Para nosotros esas vacaciones fueron especiales: vivimos 30 días con lo básico, conociendo gente y lugares magníficos. Esto nos hizo replantearnos todo y nos dimos cuenta que queríamos algo distinto, que esos pocos días de descanso luego de un año de trabajo no alcanzaban. No queríamos seguir pasando la mayoría de nuestro tiempo encerrados en una oficina. Queríamos ser libres y dueños de nuestro tiempo”, le cuenta Aldana sobre el momento bisagra en sus vidas, que marcó el inicio de lo que siguió.

La pareja nómade y sus perras en Laguna Esmeralda, Ushuaia (@manadanomada_)

Materializar el deseo les llevó cerca de dos años. Primero, pensaron en mudarse a Uruguay, pero no se concretó. El tiempo siguió su curso, pasó el año y llegaron las siguientes vacaciones: tenían una semana para recorrer Córdoba y San Luis. Tener que cronometrar el tiempo que tenían para descansar los frustró más.

Enfocada en lo que quería para su vida, la mujer comenzó a seguir cuentas de viajeros en las redes. A veces era una bocanada de aire y otras, la hacía creer que esa vida ideal no era posible para todos porque, quizás, lo económico no los acompañaría. Pero se preguntó ¿por qué no? Solo debían cambiar la ecuación de sus ahorros: el dinero para el terreno y el auto nuevo bastaría para una furgoneta a remodelar.

Ámbar y la vida nómade

La primera idea a materializar era comprar una camioneta, la que se convertiría en el nuevo hogar. Debía poder contener parte de lo que había en el dos ambientes que alquilaban, tener espacio para un baño y Julián, que es alto, tenía que poder caminar en su interior sin doblarse. Eligió una Mercedes Benz MB 180-D, de 1996. Remodelarla les llevó 13 meses y contaron con la ayuda de familiares y amigos. La bautizaron Ámbar.

Julián armaba el nuevo hogar cuando descansaba de su trabajo como empleado informático en un barrio cerrado y Aldana cuando no tenia que trabajar como administrativa. Renunciaron en octubre de 2020. Cuando el vehículo quedó a punto, prepararon sus ropas, todas las cosas de las perras y el 1 de enero de 2021 dijeron adiós a la rutina, el reloj y los gastos que terminaban endeudándolos. Durante un año y tres meses recorrieron más de 13 mil kilómetros: Buenos Aires, Mendoza, San Luis, Córdoba, Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra Del Fuego.

Fue una experiencia asombrosa desde que comenzamos los primeros kilómetros en la ruta, sabiendo que de verdad estábamos iniciando la vida que queríamos y con la familia que formamos”, dice emocionada al recordar esa primera brisa en el rostro con la ventanilla baja y viendo las primeras reacciones de sus perras.

Las hermanas Bulma y Lupe, de 5 años, son parte de la familia desde que tienen 40 días y para ellas el cambio de vida también fue radical: “Antes estaban solas todo el día mientras trabajábamos y en un espacio chico entre los ruidos de la ciudad; ahora creo que son las que más disfrutan de esta nueva vida”, asegura.

En este tiempo, Aldana y Julián conocieron a muchas personas que tienen en mismo estilo de vida que ellos. “Te asombraría saber la cantidad de viajeros que hay en Argentina, muchísimos, y todos tienen cosas para contar y compartir. Con varios formamos hermosos vínculos y volvimos a cruzarnos en otras ciudades y sin planearlo”, cuenta.

Para la pareja, conocer la Patagonia argentina era el gran sueño compartido, porque ninguno había estado antes allí. ”Villa Pehuenia nos maravilló. Desde que nos conocimos queríamos conocer la Patagonia. Al punto que pensamos que si algún día decidimos volver a parar, sería en un lugar como ese: lejos de la ciudad y en medio de la naturaleza”, considera a futuro.

El interior de la furgoneta y ahora hogar de la manada viajera (@manadanomada_)

Cada vez que lo desean, venden sahumerios y dulces artesanales para juntar un poco de dinero y continuar el viaje. Por las noches paran a dormir en estaciones de servicio o elijen algún paisaje para despertar.

Todo marchaba de maravillas para ellos hasta que Ámbar comenzó a fallar. “Cuando estábamos en Tierra del Fuego, nuestro gran objetivo, la camioneta sopló junta y logramos llevarla a Río Gallegos, donde nos habían recomendado un mecánico, pero allí caímos en las manos equivocadas. Invertimos mucho dinero y la camioneta nunca más arrancó”, recuerda hoy desde Mar del Plata.

Tuvimos que subirla a un camión y trasladarla 1800 kilómetros hasta Buenos Aires para que un mecánico que sabe sobre este tipo de vehículos pudiera arreglarla y ayudarnos a seguir rumbo”, cuenta sobre el vehículo que desde hace unas semanas está en Tres Arroyos, de donde saldrá con motor nuevo.

En Potrero de los Funes conocieron a otra pareja nómade (@manadanomada_)

Mientras espera el momento de volver a la ruta, la mujer repasa lo vivido: “El contacto con la naturaleza es permanente, vamos adonde lo sentimos, el calor humano de las personas que conocimos es maravilloso. Una vez como que lográs sacarte el prejuicio de lo raro que puede ser el estar todo el tiempo entre desconocidos y el de la inseguridad, comenzás a relacionarte de otra manera. La gente que viaja es increíble”, asevera.

Lo más importante, dice, es desprenderse de lo material e innecesario: “Ahora entendemos que no se necesita tanto para vivir. Lo verdaderamente valioso es nuestro tiempo y tenemos que elegir cómo y dónde vivirlo”, finaliza.

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