Javier Carrizo tenía 15 años cuando decidió pasarse a una escuela nocturna en Villa Domínico, partido de Avellaneda, para tener el día libre. Su objetivo no era dormir hasta tarde ni poder salir con sus amigos: “Quería aprender a trabajar y ganar mi propio dinero para progresar”.
Para radicarse en Recoleta y tener una empresa que funciona en una amplia oficina en Retiro, Carrizo se estresó y fracasó tantas veces que incluso hoy le cuesta recordarlas con exactitud. “Trabajé en una fábrica de noche, bañé perros, atendí el teléfono en una remisería, vendí café y perfumes en la calle, hice censos y encuestas, fui cadete en una farmacia y luego en un laboratorio”, sostuvo.
Culminó los estudios secundarios con poco espacio para el ocio y mucha dedicación: Javier quería moldear su disciplina y nutrir su personalidad de herramientas nobles, todas ligadas a lo social, al trato con la gente. Buscaba descubrir el mundo de las relaciones humanas.
“Me movía el empuje, el querer progresar, me fascinaba ver que a otra persona le iba bien. Y yo buscaba lo mío”, dijo a TN. En aquel entonces, su vínculo con su mamá ama de casa y su papá chofer no se regía por el trabajo: “Hablábamos de otras cosas”.
“Yo salí a trabajar para tener mi dinero, no por necesidad, aunque en casa no sobraba nada. Cuando terminé la escuela seguí formándome a través de la experiencia. Mi mejor estudio fue ver, escuchar, anotar y aprender. Me hubiese gustado estudiar una carrera y tener un título, pero aprendí de gente más grande y eso me formó”, destacó.
Su vida cambió luego de darse cuenta de que a los 22 años, mientras vendía programas de computación, seguía dando vueltas por los trabajos sin ahorrar dinero ni sentir vocación. “Me hice un currículum, apareció una empresa que necesitaba un cadete y con mucho hambre de aprender dije que sí. Tenía cuadernos, anotaba y preguntaba todo, hacía lo que me pedían, a la hora que sea”, recordó.
Una empresa de comercio exterior, pequeña en su estructura, le abrió un mundo desconocido para él. “Después me pasé a otra más grande, luego me contrató una multinacional y recién ahí aprendí a trabajar con la computadora. Tenía 24 años y mi ambición -con respeto- era enorme. Me quería llevar adelante la situación”, dijo Javier.
Aquel año, mientras vacacionaba en Mar del Plata, pensó en la posibilidad de abrir su propia empresa de servicios logísticos. Tenía contactos, estaba acostumbrado a trabajar todo el día y buscaba venderse “de manera más profesional”.
“Alquilé una oficina chica, con un mueble prestado y una computadora que puse arriba. Estaba solo. Comencé a hablar con clientes conocidos y otros desconocidos. Me ayudaron e inmediatamente crecí. Tomé dos personas y al cabo de un año éramos 20. La oficina estaba a metros del Obelisco. Luego pude mudarme a una más grande en Tucumán y Florida”, sostuvo.
KAIA Logistics Trade (empresa de logística especializada en servicios de transporte terrestre)fue creada en 2008 y contó con dos socios para su expansión. Con el tiempo, Javier y uno de los socios compraron la otra parte: “Por problemas societarios a los cuatro años esa empresa se cerró, cumpliendo con todas las responsabilidades. Ocurrió durante una situación económica y financiera mala”, reveló.
“A los seis meses me puse más fuerte y volví a buscar clientes importantes. A la gente que trabajaba en KAIA la traje conmigo”, expresó Javier, que tardó solo cuatro meses en fundar GEA Logistics una empresa que brinda servicios y asesoría especializada en logística vinculada al comercio exterior, enfocada en el desarrollo tanto a nivel nacional como internacional.
“Me gusta dormir ocho horas por día, entrenar, tener tiempo para el ocio, me gusta pasar mucho tiempo con mis tres hijos, hacer lo que disfruto, que es la ayuda social, comunicar y trabajar. Estoy todo el tiempo en esas cosas, desconectado por momentos. No me gusta estar una semana sin hacer nada, pero tampoco estar todo el día trabajando”, indicó.
“Mi receta, la que a mí me funciona, es esa: vincular el trabajo con mi vida constantemente. Trabajar con gente a la que pueda considerar amiga, disfrutar de los vínculos, de mis afectos, porque para mí es importante construir una contención en mis equipos de trabajo. Es difícil trabajar solo, y es fácil hacerlo con la gente que podés confiar y aprender”, precisó Javier.
“Me considero un ignorante de la vida, desde ese lugar me pongo vulnerable para aprender todo lo que tenga aprender, para que mi trabajo sea cada vez mejor. En un país tan cambiante y en un mundo tan impermanente, la flexibilidad que tengo para adaptarme es fundamental”, sostuvo.
Comenzó de grande a estudiar cuestiones relacionadas a lo humanístico para mejorar su conexión con las personas. “Este mundo nuevo muestra que las habilidades blandas marcan la diferencia”, remarcó.
“En la empresa hay una parte de responsabilidad social, colaboramos en la compañía con temas relacionados a la ayuda”, agregó.
Sus “reglas básicas” para volverse un empresario exitoso
Como primera medida, para Javier es fundamental “ser auténtico y honrado, porque hacen la diferencia y en definitiva son virtudes que deberían ser consideradas normales”.
“Me pasa seguido que me piden consejos y siempre digo que para destacarse hay que ser un poco inconsciente: no pensar tanto, si lo sentís, lo hacés y lo trabajás. Te vas a volver determinante, pasarás momentos de estrés, pero se superan. Sin estrés uno no aprende. Yo pasé muchas cosas feas hasta encontrar mis propios resultados”, detalló Javier.
“A mí me funcionó respetar cuatro reglas básicas: escanearme y saber quién soy, tener intención de cambio y mejorar para conseguir ese resultado, cambiar de manera efectiva y, por último, sostener ese cambio”.
“Hace 15 años, cuando empecé, me quedaba trabajando hasta las 12 o 1 de la mañana. No me iba de viaje ni jugaba al fútbol, solo priorizaba el trabajo. Aprendí de la calle, de abajo, de situaciones diferentes. Quise abrir mi cabeza. Pasé muchos momentos de incomodidad y estoy preparado para volverlos a pasar”, contó Javier.
Y completó: “Recomiendo ser inconsciente para hacer y consciente para trabajar mucho. Buscar la incomodidad, nuevas experiencias, vínculos y contactos. En un mundo cada vez más complejo, adaptarse para generar recursos permanentemente es un valor agregado”.
FUENTE TN