El ex presentador de América y Canal 26 cambió las noticias por una vida de espiritualidad
POR ALEXANDRA BARRETO
En más de una ocasión escuchamos que cientos de argentinos que emigran a otros lugares en busca de una mejor vida financiera, pero el caso de Alejandro Rial no fue así. Tras la muerte de su esposa, María Giacometti en un accidente automovilístico, decidió trasladarse a las Sierras de Córdoba, en el Centro Umepay, donde es profesor de yoga, coach, dicta talleres, atiende consultas y además counselor.
Hasta el 2012 mostraba su imagen en el noticiero Punto de Partida de Canal 26, de 7 a 10. Hoy por hoy ocupa sus mañanas en su cuenta de Instagram, dirigiendo meditaciones para sus seguidores a las 9:30.
“Mi nombre actual es Amrit, no soy más Alejandro”, comenta con mucha simpleza.
¿Dejaste todo por una nueva vida?, pregunto con extrañeza, y contesta de inmediato: “En mi mundo hay un montón de cosas que viven en mí, dejé una parte que hacía, no soy otra persona, sólo me transformé”.
Creció en una familia de clase media en el barrio de Villa Devoto, madre ama de casa y padre vendedor. En su hogar nunca faltó un libro, vio de su padre un hambre voraz por la lectura. Cuando era pequeño quería ser veterinario, abogado, cantante, pero un día se dio cuenta que el periodismo era lo que le apasionaba. Sus inicios se dieron como cadete en la editorial Perfil, ansiaba escribir. Y uno de esos días de buena estrella no había cronista en la redacción que cubriera el accidente de un tren que descarriló en la estación de Quilmes. Fue su chance para hacer la nota. Posteriormente estudió periodismo en el Instituto Grafo Técnico. Escribió para La Semana y El Porteño.
Su ingreso a la televisión se dio cuando tenía 26 años, hizo una prueba en el canal CVN, pasó el casting y luego condujo el noticiero de medianoche. Posteriormente llegó América y Canal 26.
Paralelo al mundo de las noticias, su vida tenía un sentido diferente. Había estudiado para coaching y counselor, y escribió dos libros: “Más amor por favor” y “Necesito un cambio”.
Actualmente, tiene una vida rodeado de mucha naturaleza. “Vivo solo en una eco aldea con 120 personas, pero cada una en su casa. Compartimos muchas cosas, tenemos una comprensión del mundo que nos une, de una vida amorosa, tranquila relajada somos humanos, estamos viviendo eso”, asevera.
Esa búsqueda de encontrar el lugar adecuado se dio hace 7 años. Confiesa que viajaba bastante porque quería conocer sitios donde vivir: “Ponía la mirada en esos lugares, ninguno me convencía, hasta que encontré mi primera parada a finales del 2016”. Agrega que la muerte de su esposa le enseñó a transitar el dolor y aprender de las tragedias.
“Nunca me enojé con lo que sucedió, entendí que todo tiene ese movimiento, la muerte es parte de la vida, por un instante sí me pregunté ¿por qué pasó? Pero después asimilé que todos vamos a pasar por eso”.
En julio del 2009, su pareja, sufrió un accidente automovilístico, tuvo golpes muy fuertes en su cabeza, un trauma encefalocraneano, que la mantuvo en coma y luego de seis años en ese estado, falleció.
“Fue un sábado cuando recibí la noticia, estuve con amigos y de golpe recibí un llamado avisándome del accidente, no podía creer que era un testigo secundario de esa situación. Vivió 6 años y medio de mínima conciencia. Los médicos nos dijeron que no se podía recuperar. Al principio, una gran parte mía se fue a ese dolor y después descubrí que estaba perdiendo mi propia vida, necesitaba recuperar la mirada de lo que me rodeaba, hacer hincapié en el trabajo, mis amigos, todo lo bueno que tenía. Salía a correr, caminar, mover mi cuerpo, permitió conectarme con todo”.
Al ex presentador de televisión le hacía ruido vivir en Buenos Aires. Es la primera alerta que generalmente sienten algunas personas que buscan cambiar de vida. “En el 2004 con María nos afincamos en La Reja (zona oeste de Buenos Aires), era un lugar más tranquilo. Cuando estuvo internada iba a Buenos Aires pero sentía que no quería regresar a la Capital. No me cerraba vivir rodeado de personas y sentir a la vez de soledad. Mis amigos vivían cada uno sus vidas, quería una experiencia de vida con personas afines. Conservo a las amistades de toda la vida pero con algunos ya no teníamos los mismos gustos e intereses”.
Muchos le dijeron que no dejara la televisión, sus anteriores jefes trataron de convencerlo que se quedara. “Hicieron montón de ofertas, no se trataba de más dinero o beneficios. Se trataba de que sintiera que había dado todo lo que quería a ese rubro y era el momento de dedicarme a lo que quería como coach, viajar, dar talleres. Me gusta experimentar cosas nuevas, para los otros era muy loco, arriesgar la seguridad económica”, comenta con mucha sabiduría.
Respecto de por qué decidió cambiar de nombre, revela que como es maestro de kundalini quería tener uno lo representara. “Amrit en sánscrito significa néctar de los dioses y para mí eso es dar incondicionalmente amor”.
En su cuenta de Instagram empezó con 15 seguidores y ahora tiene 20.000. “Es maravilloso cuando hay 400 personas meditando todos los días de 9:30 hasta las 10:15. Cuando dicen que soy un maestro, corrijo que sólo soy un canal para compartir las cosas que hacen bien, y que el maestro vive en cada uno. No estoy iluminado, no creo en gurúes. Mi filosofía es que somos todos uno, la energía del universo es única”.
Para Amrit la felicidad es un estado constante, “Si vivo algo que no me agrada, el universo lo permite para trabajar esa experiencia. Me da alegría acompañar a las personas a que tengan una vida más amorosa”.
El desprendimiento y el desapego forman parte de su filosofía. “Cuando me vine a vivir acá traje sólo un bolso, vendí todo, regalé libros de dos bibliotecas que tenía, ropa, muebles. La verdad no tengo complicaciones económicas, creé abundancia cuando vivía en Buenos Aires. Soy desapegado de lo material, no quiero juntar, acumular, para mí, el universo fluye en abundancia”.