Amor perruno y humano: la historia del Criadero Albakiara

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Esta es la historia de un criadero de dogo argentino. Se trata de un establecimiento que surgió en el medio de una historia de amor perruno y amor humano. Alan y Gianeth se conocieron a principios del año 2016, en la Escuela de Adiestramiento de la Universidad de Buenos Aires. En ese entonces, Alan ya había tenido su primera lechigada de dogo argentino, mientras que Gianeth se encontraba criando sus primeros dos ejemplares de pastor blanco suizo.

La historia de Kiara

Alan adquirió su primera dogo argentino en el año 2011, en el criadero del Ayui Blanco de Walter Mattiauda y María Guillermina Bilbao. En ese momento, fue al criadero acompañado por su mamá Norma, y juntos eligieron a la que luego se convertiría en protagonista de un proyecto enorme. Kiara fue una mascota única. Siempre se caracterizó por ser una perra muy mimosa y era la preferida de todos, incluso era tratada como una integrante más de la familia. Fue la compañía de Alan en sus vacaciones todos los años, vio a los nenes de la familia crecer y siempre fue muy sociable, mansa y obediente. Junto a su amo humano, rindió el examen de obediencia en la Escuela de Adiestramiento canino y lo aprobó sin problemas.

Aprender del dolor

Alan quedó enamorado de la raza luego de su convivencia con la hermosa Kiara. Así que empezó a interiorizarse cada vez más en la cinofilia y, tres años, después tuvo su primera camada. De allí nacieron Samantha, Alma y Amnesia, junto a cuatro cachorros más que actualmente disfrutan su vida con sus tutores. Alan supo, por primera vez, del verdadero desamor: lo más difícil en la crianza de perros es desprenderse de los cachorros. Y, pronto, con tantos ejemplares dando vuelta, se vio en la necesidad de que otras familias se los lleven. Sin embargo, decidió quedarse con esas tres hembras de su camada.

La segunda vez que Alan supo del desamor, el desapego y el verdadero dolor fue cuando Kiara los abandonó. Falleció en el 2019, por una falla respiratoria. Sin embargo, siguió viva en los corazones de estos criadores excepcionales y en el proyecto de criadero. Ya que la encuentran todos los días en los gestos y las miradas de sus hijos, nietos y bisnietos.

La historia de Libia y Prócer

Gianeth, por su parte, adquirió su primer pastor blanco suizo en el 2015. Ella es una amante empedernida de todo ser de cuatro patas, pero sobre todo, tiene debilidad por los perros callejeros. Desde los 20 años se lleva a su casa a todo perro abandonado que encuentra. Su amor por los canes le impedía pensar en comprar perros de raza y también la posicionaba en contra de los criaderos en general.

Sin embargo, su historia con Libia fue muy particular. Gianeth recibió a una Schnauzer miniatura en concesión, que la obligó a investigar sobre la crianza de los perros de raza. Con ella, aprendió sobre el poder de la genética, y el prejuicio que tenía sobre los criadores de perros se fue disipando de a poco. Libia le abrió los ojos a Gianeth, que se dio cuenta de que la crianza tenía un fin y un propósito y que muchos de los cinófilos eran verdaderos expertos y amantes de perros.

Un inicio

En el 2015, tomó la decisión de mudarse a una casa grande, empezar una escuela de adiestramiento y comprarse un pastor blanco suizo. Era la raza de sus sueños, desde que era pequeña. Y era el momento de seguir su corazón. Así fue como se acercó al Club del Pastor Blanco Suizo. Para encontrarse con su amor perruno, se contactó con Fernando Rodríguez, el cuidador de Dos Blancos Rocco. Allí, conoció a Prócer, que se convertiría en su mascota oficial y en su verdadero gran amor (pero no en el único).

Finalmente, con Prócer a su lado, decidió comenzar su formación oficial para el criadero y el entrenamiento de perros. Cursó la materia “Genética” con el Dr. Jorge Santoianni, y decidió adquirir una hembra que comparta parte de la sangre de Prócer, decidió hacer un linebreeding. Todo lo demás fue fluyendo. Gianeth finalmente era criadora y adiestradora de la raza de sus sueños.

El cruce definitivo

En paralelo a este proceso, los caminos de Alan y Gianeth se cruzaron. Primero empezaron a viajar juntos a la facultad, después a estudiar. De a poco fueron comenzando a disfrutar entrenar el adiestramiento juntos… y a vivir momentos más intensos. El amor por los perros los unió de forma definitiva. Ninguno conocía la raza que criaba el otro,  y eso le daba un condimento más a la relación. De a poco fueron aprendiendo, estudiando y analizando cómo mejorar las razas.

Alan y Gianeth formaron su nido de amor. Que no solo alojaba a ellos dos si no a varios ejemplares que iban llegando para reproducción e investigación. Primero, el Guapo de Córdoba (Dogo), después Gipsy de Punta del Este (Pastor), seguidos por  la China, Zamping, y miles de nombres más fueron llenando la lista del amor perruno. El lugar se iba quedando chico, así que decidieron comprar un terreno en el municipio de Florencio Varela, donde hoy se erige el criadero Albakiara.

FUENTE: SER ARGENTINO

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