No quieren que se los confunda con una ONG y crearon un modelo de negocio rentable que defiende la diversidad biológica mientras marca el camino hacia la neutralidad en la huella de carbono.
Aunque para completar la lista definitiva de una vida se decía que hay que escribir un libro, tener un hijo y plantar un árbol, desde una empresa argentina aseguran que el proceso no está completo sin al menos tres árboles por persona. El esfuerzo es parte de la conservación de la biodiversidad de la región acorde a las guías de la ONU para conservar los recursos biológicos.
Cada argentino produce 4.4 toneladas de dióxido de carbono por año, esta cifra publicada por el Banco Mundial muestra solo uno de los aportes que el país hace a la contaminación. De la mano de este dato, el monitoreo del Ministerio de Ambiente refleja que el conjunto de los gases de efecto invernadero producidos por persona en la Argentina llega a superar las 8 toneladas.
Aunque plantar árboles es una de las formas de mitigar el daño, una empresa nacional encontró la forma de colaborar con la limpieza del aire, crear empleo y generar ganancias a la vez. Desde Seamos Bosques ofrecen a personas y empresas la opción de saber exactamente cuál es su huella de carbono y acercarse a la neutralidad por un valor similar al que cobra un taxi desde Ezeiza hasta Vicente López.
Sobre el territorio privado de la empresa en Tucumán, dentro de la zona de Selva de las Yungas, los empleados de Seamos Bosques se encargan de plantar lapacho rosado, tipa, jacarandá, nogal y cedro en un área que está destinada en su mayoría al monocultivo de limón o azúcar para vender y exportar.
La tierra que se trabaja en la actualidad contaba con una vegetación degradada por la tala selectiva de árboles más aptos para vender madera y su dueño más reciente decidió dedicar el espacio a darle un nuevo pulmón a la provincia.
Morena Rodríguez, bióloga y coordinadora del programa de Biodiversidad, explica que estas especies nativas crean un ecosistema más fuerte no solo para las otras especies de plantas y animales que viven allí, sino también para la comunidad de El Cajón que aguanta mejor las temporadas de sequías e inundaciones porque cuentan con árboles que los defienden del cambio climático.
Cuánto cuesta plantar un árbol
El precio del árbol plantado en el área de las Yungas es de $1600 y con eso se vende un servicio de preparación de la semilla y del árbol en un vivero hasta que crece lo suficiente para poder ser trasplantado en el bosque.
Por los primeros 5 años se ofrece un servicio de monitoreo para asegurarse de que si muere va a ser replantado en otra zona para darle una nueva oportunidad.
Para llegar a ser carbono neutral, explica Rodríguez, una persona promedio necesita dejar crecer a los árboles que plante y cada uno va a poder capturar 3.5 toneladas de dióxido de carbono en 24 años. En concreto es una apuesta a futuro, y no todas las personas están dispuestas a pagar por ello.
Las empresas y los eventos masivos tienen planes diferenciados y pueden sumarse desde una visión de responsabilidad social. Bajo la convicción de que lo que no se mide no se puede mejorar, a los clientes corporativos se les muestra cuál es su huella de carbono y se les brinda la oportunidad de ser más eficientes en el gasto de energía, transporte y logística para que el impacto negativo sobre la Tierra no se agrave con el paso del tiempo.
Seamos Bosques no es el único negocio que ofrece la reforestación como un servicio, pero sí quiere innovar en la percepción del cuidado del medio ambiente y demostrar que este tipo de trabajos también deja ganancias y genera empleo.
Rodríguez detalla cómo la relación entre los trabajadores locales y el bosque cambia cuando se suman de manera formal al cuidado, un empleo que se mantiene todo el año y no es temporal como la tala o la cosecha: “En El Cajón la gente tenía agua durante la sequía porque hay un bosque al lado que la regula. Si ellos lo ven pueden transmitir el mensaje en otras comunidades”.
Qué animales viven en el bosque
Las ecorregiones de la Argentina muestran distintas variedades de especies animales, algunas más conocidas como el puma o el carpincho, pero hay otras que se ven solo con cámaras trampa.
Rodríguez detalla cómo trabaja en el conocimiento de las especies nativas del área de las Yungas desde el programa que dirige: “Una de las principales actividades que hacemos es poner cámaras trampa en el bosque que es una manera no invasiva de poder conocer la biodiversidad. Esto es particularmente para mamíferos medianos y grandes y en este tiempo pudimos ver ocelote, hurón mayor, mayuato y yaguarundí”.
Dar a conocer qué especies viven en el bosque nativo ayuda a valorar la fauna autóctona y proteger las áreas que hoy están en peligro.
“En general todos los bosques de Argentina necesitan mucha conservación y mucha protección”, adelanta Rodríguez. Por ejemplo, la zona de el Espinal, en Córdoba, rodea la provincia de Buenos Aires y es descrita como una ecorregión más seca pero sigue teniendo mucha diversidad. Entre sus grandes amenazas, la secretaría de Ambiente de Córdoba cita el desmonte.
El fenómeno tiene una explicación que se relaciona con la economía de la zona: “Se degradó mucho porque es la zona más productiva en cuanto a agricultura y ganadería, entonces hay muy poco bosque espinal remanente verdadero”, explica Morena Rodríguez.
Como bióloga conoce cuáles son las áreas que están en peligro y también los motivos: “Hubo incendios que se le atribuyen al hombre para tener tierra o ganadería o porque se vende mejor una tierra directamente pelada que con bosque o con arbustos, pero por otro lado así como en Tucumán hubo una sequía increíble, estas sequías con un poquito de fuego agravan el incendio”.
Por qué son importantes los árboles
La hoja de laurel que acompaña las salsas y comidas familiares también es producto de una especie nativa de Tucumán. Antes de que terminen en la mesa de una familia de la Patagonia, en su hábitat natural crecen en varios troncos de un solo árbol junto con plantas que se apoyan en el laurel para poder reproducirse.
El mismo árbol, detalla Rodríguez, es casa de aves que se alimentan de sus frutos y alrededor crecen los hongos que por debajo de la tierra se relacionan con él, y por fuera generan la humedad necesaria para que crezcan musgos y líquenes que también colaboran en la producción de oxígeno y son hogar de especies microscópicas.
Mientras mayor sea la variedad de árboles que existen en un ecosistema, el espacio será más sano: “Donde hay un monocultivo de pino, si se muere algo se muere todo. Con biodiversidad hay mayor plasticidad para revivir si hay una enfermedad”.
Además de la vida de los animales, las plantas y los árboles favorecen a la vida cotidiana de los humanos: “Brindan alimentos pero también medicina que hoy las tomamos en forma de pastilla, pero adentro hay plantas”.
FUENTE: CLARÍN