Pionera en el mundo, “la Mocha” permite que uno de los colectivos más marginados de la sociedad termine el secundario. Convertida en asociación civil, hace mucho más que eso.
Estoy cursando primer año de la secundaria, dice Luana, que acaba de cumplir 42 años. “Es la primera vez que tengo la oportunidad de pertenecer a un establecimiento como este. Por ser travesti trans me echaron de mi hogar a los 13 años, no tuve oportunidad de estudiar y ahora tengo un sueño, que es terminar el secundario y ser trabajadora social”.
Luana es una de las casi 300 estudiantes del Bachillerato Popular Travesti Trans Mocha Celis, que desde hace unas semanas tiene una sede nueva, espaciosa y luminosa, para recibirlas. La historia de Luana no es muy distinta a la de otras compañeras de clase. Una vida en la calle, en situación de prostitución durante toda una vida —niñez, adolescencia, adultez—. “No pensaba que iba a estar viva a los 42, que podría estar contando esto ahora. Todas mis compañeras ya no están, me quedé sola. Soy una sobreviviente. Me siento sola, pero a la vez feliz, celebrando esta posibilidad”, dice.
El colectivo travesti trans es uno de los más marginados y excluidos de esta sociedad. En el siglo XXI, sigue teniendo una expectativa de vida de entre 35 y 40 años. Son víctimas de la violencia y de la falta de atención sanitaria: muchas prefieren dejarse morir a someterse a la humillación de un sistema de salud que no está preparado para tratarlas con respeto. Menos de la mitad termina la secundaria. Solo el 1 por ciento llega a los 60 años.
“¿Cómo sería el mundo si las personas cis llegara solo el 1 por ciento a los sesenta años? El sistema educativo en la Argentina fracasó en el objetivo de valorar y contener a la diversidad sexual”, dice Manu Mireles, secretaria general de la Mocha. El lugar se llama así en honor a una travesti tucumana que trabajaba en la zona de Flores, hostigada por la policía y finalmente asesinada. Mocha no sabía leer ni escribir.
En los pasillos del bachillerato, en un clima de respeto, cuidado y afecto, no solo hay travestis. “Nuestra mayor poblacion es trans, transgéneros, no binarias, pero también hay cis, gente que quizás en alguna otra arista comparte una realidad de discriminación y exclusión —dice Maryanne Lettieri, docente y directiva de la escuela—. Ahí nos empezamos a dar cuenta de que esa escuela que se pensó para la población trans lo sigue siendo, pero puede venir cualquier otra persona. La diversidad que hay acá es la que pretendemos que exista, a nivel nacional, en todas las escuelas”.
Transformada en asociación civil, la Mocha ayuda (incluso con alimentos e insumos de primera necesidad) a chicas en situación de extrema vulnerabilidad. Su biblioteca crece con las donaciones, y se abren talleres de artes, de distintas capacitaciones, mientras el sábado 16 de julio celebrarán la primera feria del libro travesti trans, en el marco del Mocha Fest, abierta a todos los que quieran acercarse a su nueva sede.
“Retomé este año la secundaria —dice Shadira, espectacular melena enrulada, mirada brillante—. Ya era el momento, porque mi vida necesitaba un cambio. Tengo 34 años, pesaba 130 kilos, y cuando hace ya mucho, mucho tiempo, cursé la secundaria, lo pasé muy, muy mal. Pero no quiero pensar en eso, ahora quiero otra cosa. Tengo una nueva vida. Tuve la valentía de cambiar la vida que tenía y salir adelante, sin mirar atrás. ¿Para qué?, lo de atrás ya fue, ya pasó”.
¿Qué sería hoy de cualquiera de nosotros si no hubiéramos tenido las posibilidades que tuvimos? La pregunta vale para una población que es más visible pero sigue sin encontrar espacios equivalentes a otros. “No estamos en lugares de toma de decisiones —dice Lettieri—. Los partidos políticos nos ponen últimas en las listas. Estaría bueno empezar a estar ocupando los lugares como cualquier persona, independientemente del género”.
“Cuando acompañás el camino de una persona trans, o no binaria, estás poniendo en valor la vida de alguien pero también aprovechando algo que te habías perdido antes —dice Mireles—. No es un favor que le estás haciendo a la población. Soñamos un mundo en el que podamos hablar de cosas que trasciendan la identidad de género, porque además, todas las personas tenemos identidad de género, no solo las travestis trans o no binarias. Soñamos con ser valoradas por nuestras capacidades, potencial y talentos. Somos seres humanos, tenemos las mismas necesidades, y sobre todo, deberíamos tener los mismos derechos”.