El Cruce por la Educación: cinco amigos viajan en bicicleta por todo el país para promover los sueños de miles de chicos

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Las subidas se hacen difíciles. Las bicicletas se sienten como atornilladas al suelo. Viajan ligeros, aunque sobre sus espaldas pesa el cansancio propio de la edad y de los kilómetros recorridos, la responsabilidad de cumplir la promesa y llegar y la distancia del hogar. Les cuesta pero no ceden. A los cinco amigos que cruzan el país los empuja algo más fuerte. Saben que, al doblar en ese camino de tierra que se abre paso en medio del monte, habrá miles de chicos con banderas argentinas y carteles que, al verlos, estallarán en aplausos. En sus manos tendrán la carta que impulsó el viaje y que responderá una sola pregunta: “¿Qué te gustaría ser cuando seas grande?”

Quienes viajan en esas bicicletas son Juanjo Vargas, Santiago Fernández, Rodolfo Deccico, Federico Giacomino y Pablo Pascual, cinco amigos cordobeses que se conocieron en la infancia jugando al rugby. El fanatismo por el deporte y las ganas de involucrarse activamente en la construcción de una sociedad mejor los llevó a crear “El Cruce por la Educación”, una iniciativa que busca estimular los sueños de millones de chicos. Ellos contaron qué es el proyecto, cómo surgió la idea y a qué apuntan con el viaje que realizarán en los próximos meses.

Los cinco integrantes buscan en bicicletas las cartas que cientos de chicos escriben respondiendo a la pregunta: “¿Qué te gustaría ser cuando seas grande?”.

¿De qué se trata la iniciativa? Con el objetivo de promover la educación como el camino del desarrollo personal, el grupo impulsa a alumnos de escuelas de todo el país a escribir una carta en la que cuenten qué les gustaría ser de grandes. Después, buscan esos escritos para llevarlos a un lugar emblemático. Hacen todo el recorrido en bicicletas para demostrar que, con esfuerzo y ganas, los sueños se pueden alcanzar. El proyecto, que cumple una década, ya tuvo cinco ediciones. Este año, llevarán a cabo la sexta, que comenzará en septiembre.

El Cruce 2021 tiene que ver con la unión: queremos unir el océano Pacífico con el Atlántico y Chile con la Argentina y Uruguay”, explicó Fernández, el encargado de armar los itinerarios. Primero, entre julio y agosto, recorrerán Córdoba y recolectarán cientos de cartas. El 6 de septiembre, partirán de Valparaíso, en Chile, una de las ciudades donde el prócer argentino Domingo Faustino Sarmiento escribió sus primeros artículos sobre educación. Cruzarán la cordillera de Los Andes, atravesarán Mendoza y San Juan, pasarán por Buenos Aires y llegarán a Montevideo, en Uruguay, el 21 de septiembre, el día de los estudiantes.

A través de las cartas, en las que los chicos contarán sus sueños, quieren vincular a las escuelas cordobesas con las que visitarán en otras provincias, en Chile y en Uruguay. La idea es mostrar a los estudiantes lo que otros escribieron para que vean que, más allá de las diferencias geográficas, sociales y económicas, todos comparten algo.

Cómo nació El Cruce por la Educación

Un episodio inesperado los llevó a reflexionar sobre la realidad de la Argentina. Fue un jueves, durante uno de los encuentros que semanalmente coordinan. Aunque “el rugby ya los dejó”, como ellos mismos dicen entre risas, se siguen viendo cotidianamente. “Lo que pasó fue que hubo un problema de inseguridad en la casa de un amigo y comenzamos a discutir sobre cómo se resuelve esa problemática”, recordó Vargas.

En ese contexto, la conversación empezó a girar en torno a la educación. ¿Qué podían hacer esos cinco amigos cordobeses por la formación de niños y adolescentes argentinos? “Empezamos a esbozar una idea de cómo participar activamente”, explicó el comunicador social. “Pensamos que, a través de los sueños de los niños, podíamos fomentar la educación, decirles a los chicos que sueñen algo porque lo pueden ser”, agregó Fernández.

El objetivo no era solo comunicarlo, sino además “contagiarlo” poniéndose a ellos mismos como ejemplo. “Todos estamos excedidos de peso, somos gente normal de 50 años y no deportistas profesionales, padres de familia que pensamos que lo importante era involucrarse, hacer algo”, completó al explicar la importancia de que el viaje sea en bicicleta. Eligieron ese medio de transporte como símbolo del esfuerzo.

Inicialmente, querían homenajear a Sarmiento con un viaje en bicicleta desde Córdoba a San Juan, en el que el emblema fuera la educación. “Al enterarse, algunos docentes se contactaron con nosotros y nos preguntaron si podíamos ir al colegio a hablar con los chicos. Nosotros dijimos: ‘¿A hablar de qué?’. Una maestra nos explicó que era importante para ellos que fueran padres de familia a decirles que la educación es lo primero y que íbamos a hacer un esfuerzo para resaltarlo”, detalló Fernández.

Las familias se enteran meses antes de que “El Cruce” pasará por sus escuelas, a través de los docentes y los medios locales. (Foto: gentileza El Cruce por la Educación)

Fue entonces cuando descubrieron que ese podía ser el proyecto: llevar un mensaje por todo el país. Con el tiempo y el aporte de distintas personas que quisieron sumarse, “El Cruce por la Educación” tomó forma hasta convertirse en lo que es hoy. “Primero fue un sueño. ‘Hagamos algo porque en la mesa del bar todos sabemos y decimos, pero en concreto nunca hacemos nada’, dijimos. El primer cruce fue muy chabacano: nos subimos a la bici y salimos. Después, fueron mutando, todo con las manos y el esfuerzo individual de cada uno”, planteó Giacomino.

El “círculo virtuoso”, como ellos lo definen, es así: el Ministerio de Educación y los docentes conocen el proyecto y lo comparten con sus pares; los medios de comunicación difunden la iniciativa y el recorrido que hará el grupo; las escuelas se suman e invitan a sus alumnos a realizar la actividad; las familias impulsan a los chicos a escribir las cartas y las bicicletas viajan uniendo destinos, recogiendo los escritos y demostrando que el esfuerzo permite alcanzar objetivos.

¿Qué te gustaría ser cuando seas grande?

En una radio portátil que musicaliza de fondo la hora de la siesta, se escucha la voz del locutor del pueblo que anuncia que “El Cruce por la Educación” pasará por la escuela local. Los chicos, que hace semanas confesaron sus sueños en cartas que guardaron esperando el día, preparan sus banderas y escriben carteles de bienvenida.

 “Cuando llegamos los chicos están con las cartas, gente con banderas en los balcones… El Cruce despierta la esperanza de que se puede. Es una cosa que le contamos a los chicos y que algunos grandes pueden creer”, contó Vargas. “Es bueno hacer foco en el propósito principal, que es promover los sueños de los alumnos en las escuelas, compartir valores y afirmar la educación como camino del desarrollo personal”, remarcó.

Cuando empiezan a rememorar lo que vivieron en las cinco ediciones anteriores no pueden parar. Mientras uno habla, los otros asienten, sonríen, se emocionan. Es que son demasiadas las anécdotas que marcaron cada viaje. Todos coinciden en que “El Cruce” está lleno de momentos que hicieron que el esfuerzo tuviera sentido.

Historias hay muchas y son fabulosas, se nos pone la piel de gallina con los mensajes de los chicos”, afirmó Pascual. Los sueños de los alumnos van desde convertirse en peluqueros caninos, ser bailarines o abogados, tener un carro para juntar leña y trabajar en la construcción hasta convertirse en presidentes.

Una vez, una nena escribió: “Cuando yo sea grande voy a ser arquitecta y voy a hacer cientos de casas, pero por sobre todo voy a ser arquitecta y voy a contratar a mi papá, que es maestro mayor de obra, el mejor maestro mayor de obra”. Recuerdos como este se repiten en distintos lugares, con caras y sueños diferentes, pero generan en el grupo la misma emoción.

Comúnmente, cuando alguien llega a ver a los chicos, llega con algo… nosotros llegamos buscando sus cartas, sueños e ilusión. Los grandes generalmente postergamos las cosas imaginarias pensando que no tienen valor, en cambio, el valor de los niños está en la imaginación, la esperanza y la educación, que es una puerta que el niño puede abrir para mirar otros mundos”, enfatizó Vargas.

El comienzo (2011)

El proyecto arrancó como un viaje de seis etapas. Partieron de Córdoba hasta la localidad de Copina, atravesaron las Altas Cumbres y llegaron hasta la primera escuela que fundó Sarmiento a los 15 años, en San Francisco del Monte de Oro, en San Luis. Pasaron por El Encón e ingresaron a San Juan, sin más paradas que los vehículos de asistencia y sus carpas.

La etapa final representó los 60 kilómetros más emotivos: salieron del Santuario de la Difunta Correa, en Vallecito, hasta alcanzar la ciudad de San Juan. En esa última fase, se unieron otros 500 ciclistas, que acompañaron al grupo hasta la Casa Natal de Sarmiento, adonde llegaron el 11 de septiembre, para conmemorar un nuevo aniversario de la muerte del prócer. En un acto, entregaron más de 900 cartas recibidas en el viaje.

Reafirmar las banderas del proyecto (2012)

Los cinco amigos partieron de Córdoba, viajaron al Parador del Cóndor, pleno corazón de las Altas Cumbres y luego descendieron atravesando Mina Clavero y Villa Dolores, hasta llegar a la localidad de Quines, en San Luis.

Pasaron por San Francisco del Monte de Oro, la localidad de La Chañarienta, El Encón, el Santuario de la Difunta Correa, en Vallecito, hasta llegar a la ciudad de San Juan. Al igual que en el viaje anterior, llegaron a la Casa Natal de Sarmiento, esta vez con 1000 cartas.

Un nuevo desafío (2013)

Recorrieron 1650 kilómetros. El viaje empezó el 10 de Junio en la Misión San Ignacio Mini, en Misiones. Pasaron por Santo Tomé; la Casa Natal de San Martín, en Yapeyú; Federal, en Santa Fe; San Francisco, en Córdoba y Villa del Totoral.

Los días siguientes finalizaron en La Cumbre y la Estancia Jesuita La Candelaria. La etapa final del viaje llegó hasta Alta Gracia y los últimos 35 kilómetros fueron hasta la Universidad Nacional de Córdoba, escenario de la celebración del 400º aniversario, donde entregaron a las autoridades un pergamino con la firma de cientos de niños, jóvenes y profesionales universitarios.

El valor de los niños está en la imaginación, la esperanza y la educación, que es una puerta que el niño puede abrir para mirar otros mundos”, sostienen los integrantes de “El Cruce”.

En esta edición, los chicos contestaron dos preguntas en las cartas: “¿Qué te gustaría ser cuando seas grande?” y “¿Cómo cambiarías el mundo?”. Los escritos se recolectaron a partir de julio.

El 25 de agosto, los integrantes de “El Cruce”, ciclistas convocados y ciudadanos de todas las provincias se reunieron en Cura Brochero, punto de partida del viaje. Desde allí, con una gran cantidad de cartas comenzó el recorrido de 308 kilómetros uniendo Cura Brochero, Córdoba y Villa María.

Después, el grupo viajó en avión hacia Europa, donde pedaleó 2710 kilómetros. Desde Loyola, cumplió tres etapas en España, tres en Francia y otras cuatro en Italia, donde el 18 de Septiembre se reunió con el Papa Francisco y le entregó las 100.000 cartas, testimonio de los sueños de cientos de chicos argentinos.

En un año electoral, los integrantes de “El Cruce por la Educación” recorrieron más de 1500 kilómetros. Visitaron escuelas de los cuatro puntos cardinales de Córdoba y recolectaron miles de cartas de cientos de alumnos argentinos que respondieron: “¿Qué te gustaría ser cuando seas grande?” y “¿Qué Argentina soñás si fueras presidente?”

Entre el 7 y el 11 de septiembre, viajaron otros 700 kilómetros para unir Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires, donde unas 55 mil cartas fueron entregadas en propias manos de los candidatos presidenciales de esas elecciones, en el Congreso de la Nación Argentina.

Los cinco integrantes de “El Cruce por la Educación” y todo el equipo que los acompaña empezarán a escribir un nuevo viaje el próximo 6 de septiembre. Mientras tanto, alumnos de Chile, la Argentina y Uruguay preparan lápiz y papel, encienden la imaginación y la esperanza y se preguntan: “¿Quién voy a ser cuando sea grande?”.

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