El plástico está en todas partes en nuestras vidas, desde las teclas del teclado hasta la botella de zumo de la nevera, que seguirán existiendo mucho después de que nos hayamos ido.
Hay muchas asociaciones diferentes que intentan hacer algo al respecto, pero ninguno de los resultados es tan llamativo como el de Ocean Sole, un grupo conservacionista marino de Kenia que recolecta miles de chanclas abandonadas y las convierte en increíbles y coloridas obras de arte.
Julie Church, una científica keniana que en 1997 trabajaba en una reserva marina próxima a la frontera con Somalia, tuvo una idea para empezar a luchar contra la proliferación de este residuo no biodegradable en las costas: convertirlo en arte.
El litoral keniano es el vertedero al que van a parar todas las chanclas del Índico, tras largas travesías desde las costas de Oriente Medio, el Sudeste asiático o Australia, por una combinación de corrientes.
Las chanclas de plástico son, además, el calzado más utilizado por los africanos de la costa oriental, por ser muy barato y por su costumbre de nadar con las chanclas puestas.
Ocean Sole factura un millón de chelines (unos 8.300 euros) por cada 1.000 kilos de chanclas recicladas, recogidas en varios puntos de la costa de Kenia y procesadas después en su taller de Nairobi.
Anualmente, la compañía recicla hasta 400.000 kilos de chanclas cada año, y paga a sus recolectores 20 chelines (unos 15 céntimos de euro) por cada kilo de plástico.
“Cuanto más vendamos, más podemos reciclar”, enfatiza la empresaria, que destina hasta el 25 % del precio de venta de cada uno de sus productos a una fundación con la misión de concienciar sobre la necesidad de conservar el mar y reciclar la basura que tiramos en él.
En este proceso intervienen unas 70 personas, la mayoría tallistas y escultores que ponen todo su arte en convertir calzado desechado en piezas apreciadas por los visitantes de zoos, acuarios o tiendas de juguetes en 20 países del mundo.
“No podemos decir cuánto quitamos en comparación con lo que hay (en el mar) porque nadie lo está controlando, pero a través de esto el objetivo es concienciar sobre los residuos marinos como un problema global”, explica.
FUENTE: CULTURA INQUIETA