Carolina Laura es abogada de familia, tiene 51 años y es madre de dos adolescentes. Luego de su divorcio, volcó sus sentimientos en un blog para personas separadas. En la pandemia el contenido migró a Whatsapp. Y allí, inesperadamente, se enamoró de uno de sus seguidores.
“A los 30 años me casé por civil y por iglesia. Con mi ex nos conocimos en un viaje: él era guía turístico, yo ya era abogada. Cuando lo elegí como marido, opté por alguien bien distinto al modelo estereotipado. Fueron casi doce años de amor, tuvimos dos hijas maravillosas”, le cuenta a Infobae, Carolina Laura.
Abogada de familia, madre de dos adolescentes y separada desde hace una década, en 2013, a modo de catarsis, empezó a escribir un blog. Ese contenido migró a las redes sociales con el nombre de “El blog de los divorciados” (@elblogdelosdivorciados). Así, se creó una comunidad que intercambia experiencias divertidas, traumáticas y reales de desamores o fin de uniones. Jamás imaginó que en ese espacio, volvería a cruzarse con el amor.
“Fui criada en una familia tradicional. Mis padres se consideraban un matrimonio ‘bien avenido’. Nunca discutían ni peleaban. Ellos nos educaban en ‘valores’ y no me permitían ir a la casa de las amigas con menos suerte, aquellas cuyas familias eran disfuncionales”, reconoce.
Pero, lejos de ese mandato, al cumplir 40, algo cambió. “Al año siguiente tomé la decisión de separarme. Sencillamente no quería seguir casada. La convivencia se había hecho demasiado difícil. Nunca lo viví como un fracaso, al contrario, ese vínculo dejó de funcionar y se resignificó”, dice, y es un mensaje que trata de transmitir en su comunidad. “Sabía que lo que se terminaba no era la familia, sino la pareja. Que mis hijas seguirían teniendo a papá y a mamá, sólo que en dos casas”.
Lo duro fue dar el primer paso. Una vez tomada la decisión todo fue más sencillo. “A él le costó un poco más esa parte, porque era yo quién quería terminar”, relata. Una vez separados, Carolina retomó su profesión de abogada. “Primero porque es mi vocación y segundo porque lo necesitaba. Estaba tironeada por la maternidad y las cuentas por pagar, así que le dediqué horas extras para cumplir con todo. Aún en el siglo XXI lo económico hoy juega un rol clave en los divorcios, porque en muchos ámbitos la mujer sigue ganando menos dinero en iguales puestos de trabajo”.
A los 47 dio otro salto y empezó de cero con un estudio de abogacía propio. “Fue un lindo renacer”, recuerda. De a poco la familia de dos casas empezó a funcionar. “Hoy nos llevamos mejor como padres separados de lo que podríamos llevarnos como marido y mujer”, admite.
Un tiempo después del divorcio, allá por 2013, decidió empezar a escribir sus vivencias de separada. “Armé un blog en el que contaba mis anécdotas: mis alegrías, mis tristezas, las frustraciones cuando no llegaba a fin de mes, cuando las chicas se iban con el padre y yo no tenía ni para una lata de atún. Por mucho tiempo no salí con nadie porque no era una prioridad”, admite.
Todo eso lo dejó por escrito y se encontró con muchas personas en su misma situación. “Si me autorizan las comparto así aprendemos todos”, les dijo. Y fueron tantas las experiencias, que reunió todo en un libro: Las mejores short stories del blog de los divorciados.
Por este medio conoció a Fernando, quien hoy es su pareja. “Conversábamos de todo por el grupo, hasta que el 24 de diciembre ocurrió un inesperado chat por inbox que comenzó justo a las 0:00 horas del 25: “¡Feliz Navidad! ¡Me gustás mucho! Si no tuviera tan lastimada el alma, te elegiría para enamorarme un millón de veces”, le dijo él. Así arrancó un intercambio de mensajes que duró cinco horas esa misma madrugada. “Ambos sentimos esa conexión esa misma noche, como si hubiéramos dormido juntos”, dice ella.
“Él estaba completamente cerrado al amor después de haber tenido experiencias dolorosas. Con cuatro hijos y varios matrimonios en su haber, la puerta del corazón estaba cerrada y tapiada”. Sin perder el tiempo, el 1° de enero, Carolina tomó un micro a Bahía Blanca. “Él no tenía dudas de que íbamos a gustarnos. Yo tenía la corazonada de que era por ahí, pero tenía mi cabecita razonadora trabajando a full: ‘¿Y si no me gusta? ¿Y si yo no le gusto?’”, recuerda.
Cuando lo vio en la terminal, todas las dudas desaparecieron. Se dieron un abrazo sentido entre barbijos y con público. “Fue la cita más larga de mi vida, duró casi cuatro días”. Ahora se ven cada dos o tres semanas, dependiendo del caudal de trabajo y de los feriados. “Estamos felices y enamorados, y apostamos a que nuestro amor siga creciendo cada día”.