Es asesora de imagen, tuvo cáncer y ayuda a las mujeres a verse espléndidas

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A Noe Oliva le diagnosticaron cáncer de cuello de útero en 2019 a pesar de que varios estudios le habían dado bien y le habían dicho que “no tenía de qué preocuparse”. Para ir a sus tratamiento de rayos y quimioterapia iba vestida como para ir al teatro. Hoy desde su atelier asesora sobre cuestiones de moda y belleza para levantar el autoestima a quienes transitan la enfermedad

Al mal tiempo, buena cara. Y los labios pintados de rosa, bien podría decir Noe Oliva, la productora de moda y asesora de imagen que sobrevivió a un cáncer de cuello de útero sin dejar de reconocerse en el espejo. Y ahora, desde su atelier de alquiler de vestidos de fiesta de Villa Urquiza, ayuda a otras mujeres que estén transitando por la enfermedad como lo hizo ella, mirándose al espejo.

Noelia no es psicóloga ni pretende reemplazar a nadie. Sus recursos para haberse convertido en consejera de imagen oncológica son su experiencia como paciente, sus conocimientos de la moda y la belleza, su energía positiva y gran empatía. En su acogedor espacio, nunca falta un abrazo, un tecito caliente y chocolates.

Para ir a quimio me maquillaba. Me preparaba la ropa el día antes, me ponía taquitos y me perfumaba. Necesitaba seguir viéndome yo”, cuenta sobre aquellos días oscuros a los que le dio batalla a la enfermedad. A pesar de las complicaciones derivadas por los rayos y verse en condiciones deprimentes, su autoestima se mantuvo alta. Para muestra, comparte las fotos sobre esa etapa durísima, elegantemente vestida, con su cartera y los labios pintados, siempre.

En el probador, donde sus clientes se prueban los vestidos y reciben sus asesoramiento. La mayor parte de quienes transitaron la enfermedad, fue cáncer de mama (Foto Nicolás Stulberg)

Al abrirse la puerta de su atelier llega corriendo su chihuahua Oli, con un abrigo fashion. El espacio es pequeño, como un cofre de joyas, repleto de prendas importadas de todos los colores. Contabilizó que tiene unos 900 vestidos. Hay un espejo con luces muy estilo diva de Hollywood, junto a unos budas de colores apoyados sobre la mesa y un probador grande para hacer las pruebas, que a un costado, tiene para las que se animen, vertiginosos tacos.

Los brillos de las lentejuelas de vestidos y carteras estuvieron apagados durante el tiempo de la cuarentena estricta. El largo tiempo en que las fiestas y reuniones estuvieron terminantemente prohibidas, coincidió con su tratamiento. La detección de su enfermedad había sido a fines de 2019. Así que se tomó una gran pausa después de 11 años de abrir su negocio. Ahora todo el tiempo debía reservarse para ella como nunca antes.

Su diagnóstico llegó como caído del cielo. Y mirando hacia arriba agradece a su padre, que era médico clínico. Siente que él la ayudó. La única señal de la enfermedad que tuvo fue un sangrado rojo, que apareció teniendo colocado un diu.

Fue a la guardia, le hicieron una radiografía transvaginal y como el resultado dio bien la mandaron a su casa. No conforme con eso pidió una cita con su ginecólogo y se hizo más estudios, de los que siempre se hacía anualmente (un papanicoau y colposcopía), que también dieron bien. “No había de qué preocuparse”. Sin embargo, pensando en esa mancha de sangre que no era como la menstruación, y era de otro color, y que no debería haber existido, le pidió a su médico algún estudio más exhaustivo y el médico asintió. Se hizo una resonancia magnética con contraste. Y se fue tranquila de vacaciones a Miami, quedándose un poco con la idea de que “no había de qué preocuparse”.

El cariñoso chihuaha Oli es la estrella del atelier. Tiene siete años y fue su gran compañía durante la enfermedad (Nicolás Stulberg)

Cuando regresó de las vacaciones fue tranquila a buscar los resultados. Su médico vio en la resonancia una mancha negra en el cuello del útero. La indicación siguiente fue: quitar el diu y hacerse una biopsia. Los resultados tardaron tres semanas. “En el transcurso de ese tiempo, caminé por las paredes. Y el médico no me había dicho nada, pero yo ya sabía que era cáncer”.

Fue caminando 20 cuadras a buscar el resultado del estudio. Tuvo el sobre sellado en sus manos con el resultado. Lo dejó sobre la mesa. Hasta que tomó coraje y lo abrió. Decía “tumor escamoso”. Inevitablemente, lo googleó. Y después, cuenta que se quedó tranquila hasta que llegó su pareja, con quien finalmente lloró.

Al día siguiente el médico le dijo que el tumor no llegaba a los 4 cm. Le preguntaron si quería congelar óvulos porque la iban a “vaciar”. En ese momento tenía 43 años. Y reflexionó: “Una cosa es decidir no tener hijos, que vos decidas, otra quedarte sin opción”. Una semana previa a la operación, entre los prequirúrgicos le ordenaron otra resonancia y el tumor se había agrandado de manera exponencial, de manera que se canceló la cirugía. El médico le explicó que cuando superan los 4 cm no se pueden tocar porque “se disparan, generan metástasis”. Y la derivó a quimioterapia, rayos y a su oncólogo.

Los tratamientos y sus consecuencias

El día que entré al Instituto Fleming me puse a llorar, porque es oncología. Mucho no comenté a mis conocidos por lo que estaba pasando porque quería reservarme la energía. Y a veces son los que sufren más. Por otra parte, no pensé en que me fuera a morir. Como era Navidad, preparé el arbolito y me puse a festejar la vida”, resume sobre cómo se preparó mentalmente para esa nueva etapa en su vida.

Noe es católica. No va a misa, pero cada cambio de estación va a Luján a agradecer. Esta vez fue a pedir. Hizo radioterapia de lunes a viernes durante 6 semanas. Durante las tres primeras no sintió nada. Y quimioterapia, una vez por semana, donde estaba conectada entre siete y nueve horas. “Siempre supe qué me hacían, los medicamentos que me daban. En un momento no se me veían las venas y el cuerpo no dio más. Por los rayos, se me habían destrozado los intestinos. Me tuvieron que internar de urgencia”, recuerda.

Noelia ofrece vestidos de fiesta de alquiler que cubran las necesidades de quienes tengan cicatrices o "faltantes", como ella dice. Además. ofrece otro tipo de asesoramientos (Nicolás Stulberg)

Durante todo el tratamiento que después pudo completar, a pesar de este traspié, la asesora de imagen, rindiendo culto a su profesión, fue impecable. Con taquitos y hasta se perfumaba. El pelo se le debilitó, pero no se le cayó. En ese caso, no hubiese llevado pañuelo, cuenta. Pero como no podía usar tintura, recurrió a un buen corte de pelo.

Cuando se sintió mejor y empezaron a aflojar las restricciones de la cuarentena, pudo empezar a recibir a sus clientas quienes la encontraron en apariencia como siempre, como si nada hubiese sucedido. Nada más alejado de la realidad. “Así como no te das cuenta de mí, eso es lo que pretendo de las mujeres”.

Actitud positiva

Empezó una nueva etapa, a conectar con las clientas que habían atravesado la enfermedad o que lo estaban haciendo, desde otro plano. “El 90 por ciento de las mujeres que tuvieron cáncer, que pasaron por acá, fue de mama. Yo no tengo un faltante, pero al haber pasado por lo mismo se genera un relación de cariño que va más allá del alquiler de un vestido. Yo ofrezco un abrazo en el sentido más amplio de la palabra”, manifiesta. Para canalizar estas consultas abrió una cuenta de IG (@oncoimage_workinprogress).

Lo que les aconseja es que nunca dejen de mirarse en el espejo. “Chicas no dejen de verse, no se desconozcan, tóquense, mírense, reconózcanse, en todo esto nuevo que está pasando’. Es la única manera. Nosotras tenemos que cuidarnos, más allá de nuestro médico y la ciencia, por supuesto. Pero debemos hacerlo con actitud positiva. De que todo va a estar bien, que va a pasar, que es una enseñanza. Realmente es una enseñanza y que hay una nueva oportunidad. ¿Cómo canalizás lo que te pasa? Yo encontré el para qué. Para poder ayudar a las demás”, explica.

Las citas siempre son personales. Algunas le cuentan directamente su historia. Ella pregunta por las cicatrices. Noe les propone con su asesoramiento comodidad sin perder feminidad. También, el uso de algodón y más géneros nobles que no raspen.

Noelia se dedica a la asesoría de imagen hace 11 años y también es personal shopper. Nicolás Stulberg

Cada cual elige su estilo y expone sus necesidades. Hay vestidos armados por dentro, que contrarrestan la ausencia de una mama. También hay mujeres que usan expansores, un corpiño común que es rellenado con silicona o goma espuma. Ella sugiere ropa holgada. Aunque una clienta continúa usando escotes en V. Eso depende de la personalidad.

También asesora sobre maquillaje durante los tratamientos, cuáles son aptos porque la piel cambia. “Acá encuentran a alguien que las ayuda a reconocerse a medida de que el tratamiento avanza”, asegura. “Les inyecto que hay que vivir. Querete, mimate”, les dice a sus clientas quienes le dan mucha satisfacción por el cariño que le devuelven. “Para enfrentar la enfermedad, además de la ciencia, la energía positiva ayuda un montón”. Y hacer planes de los más variados, como ella. Su próximo destino es la India y va a seguir comprando vestidos, su mejor excusa para viaja

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