Cómo son las primeras escuelas sustentables en Latinoamérica

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El descubrimiento es la forma en que aprovechás un espacio. Nunca más vas a pensar un espacio de la misma manera”, dice a Carbono News Martín Espósito, creador del proyecto “Una Escuela Sustentable” y director de Tagma, la organización que hoy engloba ésta y otras de sus iniciativas.

La idea nació como una ilusión en 2016, cuando Martín (34) y sus amigos quedaron maravillados con la iniciativa de Michael Reynolds, un arquitecto estadounidense que creó un método de construcción de edificios autosustentables en base a principios como el reciclaje, el acondicionamiento térmico pasivo, las energías renovables, la cosecha y el tratamiento de aguas.

Era conocido como el guerrero de la basura, representaba mucho de lo que queríamos”, dice el joven nacido en Montevideo, Uruguay. “Desde lo que es la arquitectura no existen muchas opciones que combinen la sustentabilidad y que funcionen orgánicamente”.

Estábamos obsesionados con traerlo”, recuerda sobre los comienzos en 2012. Pusieron manos a la obra y consiguieron acordar con el Gobierno uruguayo la construcción de un edificio sustentable para una escuela estatal de la localidad costera de Jaureguiberry, en Canelones.

Así, en febrero de 2016 se puso en marcha la construcción de la primera escuela sustentable de Latinoamérica: se hizo en 45 días gracias al trabajo de más de 100 técnicos y voluntarios, al mando de Reynolds, a quien contrataron para formar al equipo, enseñarles el método y supervisar el proyecto.

La iniciativa fue un éxito, y la replicaron en 2018 en Mar Chiquita, provincia de Buenos Aires. “Del impulso, los sponsors de Uruguay nos invitaron a pensarlo en Argentina, fue un movimiento bastante natural cruzar el charco”, recuerda.

A comienzos de 2020 hicieron lo mismo en Chile, en una escuela estatal de Lo Zárate, una zona rural de Valparaíso. “Cambiamos la lógica, dejamos de trabajar con Reynolds y creamos un equipo propio”, y por primera vez adaptaron un edificio ya existente en lugar de construirlo completamente.

Llegaron a terminarla justo antes de que la pandemia de coronavirus interrumpiera los vuelos. Para cuando sea posible volver a viajar, proyectan la construcción de una escuela pública sustentable en cada país de Latinoamérica: la próximas serán en Medellín, Colombia, y en la capital peruana, Lima.

Ahora, ¿qué implica que una escuela sea sustentable?
  • Sistemas de energía solar: “La clave es la autosuficiencia. Idealmente por cómo se construye debería mantener un suministro de energía, e incluso generar más de la que consumen”, dice el creador del proyecto.
  • Recolección de agua de lluvia: las escuelas tienen tanques con capacidad para almacenar 30.000 litros. Explica Martin: “El agua toca los techos de lluvia, sirve también la condensación, y eso se almacena en tanques”.
  • Tratamiento de aguas grises y negras: esa agua de lluvia se usa en baños, para el riego de cultivos, por segunda vez para baños y una última vez riego. Se trata de dar aprovechamiento de hasta cuatro usos al agua recolectada. “La idea es no volcar las aguas residuales sino reutilizarlas, y las finales purificarlas con tratamientos naturales”.
  • Producción de alimentos: en las escuelas hay invernaderos interiores y sistemas de producción externos, que pueden ser camas, algún sistema de huertos.
  • Acondicionamiento térmico pasivo: que los edificios no necesiten energía extra para calefaccionarse y refrigerarse. Se aprovecha el calor del sol para calentar (con la orientación al norte, muros gruesos contenidos con tierra, que actúa como regulador térmico, y vidriado doble. Para refrigerar se utiliza la convección, es decir movilizar el aire caliente. “El calor se acumula en las superficies vidriadas que se pueden abrir. Al sur ponés una entrada de aire fresco y al norte, donde se acumula el calor, abrís en la parte superior. Así se favorece una corriente”, explica Martín.
  • Utilización de materiales naturales y reciclados para la construcción: botellas, latas, cartón, neumáticos, aberturas antiguas recicladas de demolición. “Siempre incorporando materiales que serían desechados”, dice. Para la escuela de Uruguay se usaron casi 20 toneladas de residuos y en Chile materiales de demoliciones de la zona. “Está bueno aprovechar lo que otras construcciones desechan”.

Con el avance del proyecto y de las construcciones, el equipo de “Una escuela sustentable” comenzó también a dictar cursos en los que capacita en sus principios y técnicas, y cuyos estudiantes participan de las construcciones. “Construimos en 45 días, hay equipo técnico fijo de constructores y arquitectos y entre 80 y 100 personas que pagan el curso, que dura 30 días. Es todo parte de un proceso de convivencia, teórico y práctico”, detalla Espósito.

Hasta ahora, más de 300 personas hicieron el curso, llegados de 32 países y de entre 17 y 68 años. Y como si todo esto fuera poco, Tagma puso en marcha también un programa educativo para alumnos de primaria y secundaria, ya sean de las escuelas sustentables o no. Con él buscan trabajar con los equipos docentes en “cómo darle una mirada ambiental a la currícula. “Creemos que podemos hacer la diferencia con los proyectos educativos, que las escuelas puedan reinterpretar la educación desde lo ambiental. Los acompañamos en ese proceso”, explica. “Hemos hecho el camino al andar”, dice Martín Espósito para cerrar, citando a Machado y Serrat. “El mundo va cambiando, nosotros vamos aprendiendo. No creemos más que las cosas vayan a cambiar desde adentro -dice sobre la educación pública- y hay que cambiarlas de otra forma”.

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