Daniel Córdoba dice que ordenar, lavar platos y limpiar es un hobby que no piensa dejar de hacer. Fue a modo de terapia emocional tras la pérdida de su madre que comenzó a hacer las tareas domésticas en la casa de una joven que cursaba un embarazo de riesgo.
La historia
Daniel tiene 34 años, nacido y se criado en Comodoro Rivadavia. Allí creció junto a sus tres hermanos. Su mamá Teresa —una mujer chilena que se ganó la vivienda limpiando casas y que padeció la discriminación xenófoba— les enseñó las tareas de la casa. “Todos hacíamos todo. Cuando yo era chico, limpiar era una tarea familiar más”, recuerda.
No lo hacían como un juego sino con la responsabilidad de saber que la casa era de cada uno de ellos y que de ellos dependía mantenerla limpia y ordenada. “Mi papá trabajaba en la industria textil, y lo veíamos poco”, cuenta.Tras el paso por una secundaria de bachiller contable, Daniel inició la carrera de Contador Público, pero al tiempo la dejó
Tras el paso por una secundaria de bachiller contable, Daniel inició la carrera de Contador Público, pero al tiempo la dejó. “Sentí que ya lo había intentado y me fue mal, así que comencé a trabajar. Me ofrecieron mi primer empleo en una empresa de maestranza y estuve allí tres años. Luego, hace pasé por otros y desde hace siete estoy como encargado de un edificio”, resume.
Su mamá murió en 2020 a los 69 años por causas no relacionadas con el Covid. “Estaba muy dolido y triste, y mi jefe, que era el administrador del edificio donde aún trabajo, para que no me deprimiera y me mantuviera distraído, me preguntó si quería trabajar limpiando su oficina y luego en la casa de su hija, que estaba transitando un embarazo de riesgo. Le dije que sí”.
Ese fue su primer empleo doméstico y pese a que creyó que todo sería pasajero, el tiempo le mostró otro camino. “Cuando nace el bebé pensé que ya no me necesitaría, y todo lo contrario. Me siguieron contratando y se convirtió en otro trabajo fijo en el que ya estoy hace tres años”, dijo sobre su primera experiencia en una familia, a la que luego se sumaron otras.
Asume que, pese a que en este siglo la desconstrucción social respecto a los estereotipos de genero crece, opina en general siempre que se habla de las tareas de limpieza “las personas que esperan que sean realizadas por una mujer, sobre todo en las casas”.El grupo con el que visita merenderos y hogares de adultos mayores
Pero él lo disfruta. “Para mi limpiar no es un trabajo, lo vivo como un hobby porque me gusta hacerlo. No creo que sea denigrante”, asegura y cuenta que toda su semana “está completa” y que no puede tomar más trabajo. Las que lo contratan “son familias jóvenes, no son personas adultas. Pensé que era algo pasajero, pero hace muchos años que estoy trabajando”.
También agradece: “Nunca nadie me hizo sentir discriminado, todo lo contrario. Sí sentí temor al principio porque este trabajo, en el que uno se mete en la vida intima de una persona, como lo es meterse en su casa, implica una gran responsabilidad porque uno está y conoce todos los movimientos de esa casa”.
Para él, la gran satisfacción es que lo que se le reconoce, y por lo que se lo contrata, es por su esmero y responsabilidad. “Tengo muchas ofertas de trabajo. Hoy no doy abasto con todo y eso lo agradezco”.
En su tiempo libre, Daniel realiza actividades en un club de Rotary con el que visita merenderos y hogares de adultos mayores. Además toma clases de cerámica.
“Como persona que trabaja toda la semana, los domingos lo dedico a poner orden en mi casa y a limpiar a fondo. La verdad que es algo que disfruto: el olor a lavandina y un poco de lavanda en el piso deja todo fresco e impecable”, asegura y agrega que gracias a la repercusión de su historia, que se viralizó en Chubut por el portal ADN Sur, “muchos hombres confiaron que también se dedican a la limpieza.
“Muchos no lo cuentan a viva voz porque tienen miedo de ser discriminados, pero es un trabajo tan noble como otro. No nos tiene que dar vergüenza, ya no hay trabajo de hombres o de mujeres solamente”, finaliza.