Se recibió de médico a los 64 años y alienta a las personas de su edad: “Nada es imposible cuando se tienen ganas”

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Emilio Desimoni, que ya es físico y profesor universitario, comenzó a estudiar medicina cuando pasaba por un mal momento personal y, casi sin darse cuenta, cumplía más que su propio sueño. Compartió las fotos del ritual estudiantil en Twitter y se hizo viral

Rindió la materia Ginecología con un ocho, miró de refilón al cielo y se animó a festejar con sus compañeros, aquellos mismos jóvenes entre los que sentía vergüenza hacer fila para rendir un examen cuando recién comenzaba la carrera allá por 2016. La dedicatoria en silencio fue a su padre, quien soñaba con ser médico pero no pudo estudiar y que deseaba que Emilio Desimoni siguiera esa carrera. “Entonces no quería. Estudié Ciencias Físicas, pero la medicina me llamaba la atención y me hizo pasar unos seis años extraordinarios”, confía.

Al día siguiente de recibirse, Emilio subió una foto a su cuenta de Twitter. Se lo veía en la puerta de la Facultad de Medicina de la UBA con su ambo azul cumpliendo el ritual estudiantil de graduación que pronto se hizo viral: “Lo que empezó en 2016, como forma de pasar un bajón, terminó siendo un hermoso camino de 6 años, y ayer me recibí de médico a los 64. Tiembla el sistema de salud”, escribió sobre lo que sucedió el pasado viernes 17 de diciembre.

“Ahora estoy decidiendo qué especialidad seguir, creo que será Emergencias o Medicina Familiar. Serán cuatros años más y luego veré si el cuerpo me da para seguir ejerciendo”, anticipa.

La historia

Es padre de Juan (31) y de Francisco (29), vive en Villa Ballester junto a su esposa. Los hijos se fueron de la casa a cumplir sus sueños: el primero estudia el doctorado en Matemáticas en Brasil y el segundo vive en Alemania. Ambos lo alentaron cuando les contó que sentía que había llegado el momento de cumplir aquello pendiente y que, de cierta forma, era un homenaje a Emilio, su papá.

“Mi viejo trabajaba ENTEL (Empresa Nacional de Telecomunicaciones), que fue creada por Perón cuando se nacionalizaron las líneas telefónicas en Argentina. Éramos una familia muy humilde y vivíamos en Longchamps. En esa época era normal que los padres les dijeran a sus hijos qué estudiar y generalmente eso era o la carrera que ellos habían seguido o la que no habían podido hacer. Pero yo no quería saber nada con la medicina y en 1976 me anoté para ser ingeniero y dejé al año. Pero cursaba en paralelo Física en la Facultad de Ciencias Exactas, que fue la que seguí y me recibí en los 80”, cuenta y admite que por elección nunca dejó de aprender.

Desde hace más de 40 años es socio en una empresa que crea software para el sistema de medicina y vende equipo electrónicos. “Allí estoy con mi socio y amigo, que me dio una mano impresionante al bancarme estos años de estudios. Con él hicimos toda la carrera de Física y abrimos una pequeña empresa. Vivimos varias crisis económicas y en 2015 pensé que como todo venía en picada deberíamos soportar otra más. En ese contexto, con mis hijos que ya se habían ido de casa y sin esa responsabilidad de padre, sentí que iba a tener mucho tiempo libre y decidí anotarme al CBC (Ciclo Común Básico) de Medicina, a los 57 años. Ahora digo que no es imposible hacerlo, nada es imposible cuando se tienen ganas”.

Los últimos tres años de la carrera los cursó en el hospital de San Fernando, hizo guardias y estuvo en contacto diario con pacientes. “Ahora quiero pelear por un lugar para poder hacer alguna residencia y ejercer. Mientras el cuerpo aguante, lo haré”, dice confiado y recuerda que desde que ingresó a Medicina buscó sumar experiencia. “Me anoté para hacer el Voluntariado de Salud, que realiza controles sanitarios a grandes y chicos que habitaban los barrios humildes, seguí con Control de Niños Sanos en el Patronato de la Infancia”, agrega.

En 2016 inició la carrera. “Me sentía raro entre tantos chicos menores que mis hijos. Yo era el único de casi 60 años entre ellos y cuando tenía que formar la fila para rendir los exámenes un poco de vergüenza sentía, pero con el tiempo pasó y se generó una relación extraordinaria de compañerismo y estudios. Nos juntábamos para estudiar en grupo, como lo hacía en mi adolescencia. La verdad es que fueron años maravillosos”.

Comparando sus carreras, admite que lo que más le costó de estudiar Medicina fueron “las materias en las que había que memorizar mucho, cosa que en Física no sucede -porque si aprendés algo de memoria significa que no entendiste- y no estaba acostumbrado. Eso me pasó con Anatomía, la materia que fue una especie de prueba crucial porque memorizar no es lo mío, pero me fue bien y es una de las que más me gustó”

Algo similar le ocurrió con las materias Farmacología y Toxicología. Cuenta que desde hace tres años es ayudante ad honorem en la cátedra de Fisiología. “Todo lo que hice hasta ahora lo disfruté, pero lo que más satisfacción me dio fue interactuar con los médicos de planta, con los residentes, ver pacientes… ¡Fue algo que me colmó el espíritu!”. Al igual que los estudiantes de todo el país -y del mundo-, Emilio debió adaptarse a la cursada virtual entre marzo 2020 y marzo 2021. Luego, con protocolos sanitarios mediante, volvió a las aulas como docente y alumno.

¿Terminé con 8.58 de promedio, nada mal, eh!”, exclama en broma sobre lo buen estudiante que fue y vuelve al futuro: “Continuar mi especialización no depende solo de mí: no puedo hacerlo en CABA por mi edad, pero se puede hacer la residencia en los hospitales de la Provincia, en los que dependen de la Nación y de la UBA, así que el año que viene, cuando todo los que nos recibimos ahora damos el examen (en julio o agosto) me decidiré. Y cuando pasen esos cuatro años todo dependerá también de la suerte, que por ahora me acompaño bastante”, finaliza.

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