Conocé a la pareja que recorrió Argentina en bicicleta

Historias para contar Slider costado

Esteban y Paola se conocieron por una app de citas y llevaron a cabo una gran historia de amor.

 “Argentina en bici, por etapas y en pareja”, esa es la meta de Paola Álvarez y Esteban Mazzoncini, quienes sienten que se prepararon durante toda su vida para encontrarse en el momento indicado. Aunque no hay fórmula para el amor, están convencidos de que hubo un conjunto de factores que los hizo cada día más inseparables: descubrir sus intereses en común, similitudes en sus historias de vida, y el deseo de ser fieles a la intuición que les aseguraba que aquella primera conversación telefónica que mantuvieron era solo el comienzo. La admiración mutua se respira cuando hablan del otro, y también la complicidad cuando rememoran anécdotas de las largas jornadas de pedaleo. En diálogo con Infobae cuentan cómo fue que nació el proyecto de viajar en bicicleta a todas las provincias de nuestro país, y los obstáculos que vencieron juntos para luchar contra sus propios miedos.

Paola nació en Cali, Colombia, tiene 40 años y hace quince que vive en Buenos Aires. Tiene un Máster en Economía, es coach ontológica, maestra de Reiki, instructora de meditación, y acompañó en procesos de cambio a pequeñas y medianas empresas en más de 11 países en América y Europa. También estudió programación neurolingüística y el autoconocimiento como herramientas para el bienestar en diferentes espacios personales y laborales. En 2021 agregó otro ítem a su currículum, y está orgullosa de que hoy sea posible definirse como tal: “Nueva cicloviajera”.

"En un momento iba pedaleando con todas mis fuerzas y al lado mío una mariposa iba mucho más rápido que yo, en pleno ripio y una ruta empinada, pero nos dábamos fuerzas mutuamente con Esteban", cuenta Paola sobre uno de los trayectos más exigentes a nivel físico y mental (Instagram: @paolaalvarezmartinezok)

Motivador nato, optimista y tenaz para ir detrás de cada objetivo, Esteban fue su compañero de ruta en aquel desafío, y puso a disposición la valiosa experiencia que acumuló en las últimas tres décadas. Es autor de tres libros que retratan sus experiencias: Un viajero aventurero, Desafía tus rutas, Pedaleando por la ruta de la hospitalidad. A sus 19 años empezó como mochilero y se lanzó a recorrer haciendo dedo Medio Oriente, Asia Central, África y Europa. Recorrió 105 países hasta el momento, entre los que se encuentran Afganistán, Siria, Ucrania, Honduras, Irán, Uganda, Jordania, Sierra Leona, Tayikistán, El Salvador, y Liberia.

Empezó como profesor de educación y de tenis, una profesión a la que está muy agradecido, y después fueron apareciendo otras facetas que supo combinar para cumplir su sueño y seguir la brújula interna de su alma trotamundos: fotógrafo, coach ontológico, escritor, y nómada digital. “Después de hacer un pequeño viaje en moto decidí que el próximo lo iba a hacer en bicicleta, y así empecé a planificar lo de África, que fue el puntapié de replicar eso mismo en Argentina”, explica Esteban. Y enseguida se sincera: “Lo concreté en 2019, y el viaje estuvo increíble, pero yo quería viajar con con una compañera, esa es la realidad”.

 “Una parte mía sentía que estaba buenísimo hacer miles de kilómetros y conocer países, pero no tenía dudas de que sería mucho mejor compartirlo con alguien, y tener la oportunidad de intercambiar ideas, y cuando volví estaba abierto a empezar una relación”, relata sobre lo que ocurrió dos años atrás. Se había divorciado tiempo atrás, al igual que Paola. “Es chistoso porque nos conocimos por una app de citas y no viajando, como algunos deben pensar”, revela, y confiesa que a la semana de descargar la aplicación ya quería borrarla del teléfono.

“Sentía que no era la manera de conocer alguien, quizás por prejuicio, pero a Pao le estaba pasando lo mismo, y dos días antes de eliminar la app vi su perfil y le mandé un saludo”, explica con total honestidad. Cuando ella le respondió decidió llamarla, y dejar de lado el chat. Mantuvieron una larga conversación que culminó con la promesa de encontrarse frente a frente en los próximos días. Risueña y simpática, Paola reconoce que ese detalle la sorprendió, y marcó la diferencia. “Yo pensé: ‘¿Así que esto todavía existe? Que te llamen por teléfono, ¡al fin!”, sostiene con humor.

 “Fue fluyendo mucho, y la primera coincidencia fue que él también ama la música, y era fácil compartir espacios. Es encantador escucharlo tocar el piano, y luego supe que es coach ontológico, al igual que yo, y las conversaciones me parecían interesantes. Los dos atravesamos un divorcio, así que podíamos comprendernos con los procesos que atravesamos”, enumera sobre todo lo que la convenció de que valía la pena darse otra oportunidad amorosa. Aunque no tienen dudas de que sintieron un potente flechazo, había una condición que se interponía en la posibilidad de proyectar a largo plazo.

“Cuando empezamos a hablar ella me dijo: ‘En un año yo me vuelvo a Colombia, quiero volver a Cali’, y fue durísimo, porque empezamos a salir teniendo la sensación de que la relación era como el yogur, con fecha de vencimiento”, revela Esteban. Sin embargo, decidieron arriesgarse para ver cuál era el rumbo que podría tomar el vínculo. Ante la duda de qué pasaría en 12 meses, él también le anticipó sus planes, y le dijo que a fines de ese mismo año él iba a empezar su recorrido por Argentina en bicicleta.

Avanzaron a paso firme, y cuanto más se acercaba la posible fecha de partida de Paola, peor se sentían ambos. “Cuando tenía que empezar a vender todas mis cosas, renunciar en la Universidad Nacional de General Sarmiento, donde trabajé durante diez años como investigadora docente, ya no podía dormir; no estaba tranquila, y ahí me sinceré conmigo misma y me dije: ‘Cambiaron los planes, me quiero quedar’”, manifiesta. Hija única y alejada de su ciudad natal hacía más de 13 años, comunicarle la decisión a sus padres no fue fácil, y afrontó la compleja conversación donde les explicó que al construir una vida en pareja la ilusión de que sus proyectos siguieran creciendo la impulsaba a redoblar la apuesta.

 “Generé las expectativas de volver y cambié de opinión; así que tenía que hacerme cargo del impacto y dolor que generó en mis padres. Hubo que trabajar los miedos, las tensiones de cada uno, y luego contarles que iba a viajar en bici con Esteban”, señala, y recuerda el día que le preguntó si podía acompañarlo en la travesía que le había mencionado al principio de la relación. “Me asombré mucho de que me preguntara si podía venir, porque ella no tenía ni bicicleta, mucho menos entrenamiento y no había acampado ni una sola vez en su vida”, cuenta el profesor de educación física.

“Treinta años atrás no había ni celular, no tenía internet, no existía Facebook, ni Instagram, así que mis padres no podían ubicarme todo el tiempo, y yo me comunicaba cada vez que podía y ellos se fueron acostumbrando a su hijo aventurero, pero para los papás de Pao era todo muy novedoso, y encima había que decirles todo junto, que ya no volvía a Colombia, que renunciaba a la universidad, y que iba a viajar en bici en medio de la nada”, resume, y celebra que pudieron transitar todas las dudas y poco a poco ofrecerles más información sobre la planificación que implica un itinerario de ruta y la organización de lo que iban a llevar para pasar 45 días a puro pedaleo.

Esteban en Sierra Leona durante su travesía por África, un viaje en bici que resultó inolvidable (Instagram: @estebanmazzoncini)

Tres meses antes de la partida Paola empezó con viajes graduales para tener un primer acercamiento a los trayectos en dos ruedas. “Mi cuñada me prestó su bici playera, y funcionó hasta que me compré la mía; y fuimos a recorrer lugares dentro de Buenos Aires donde empecé a descubrir lo que era ser cicloviajera a la intemperie al 100%, sin baño, despojarme de las comodidades y confirmar que pese todas las adversidades quería ir con él”, rememora.

Con sinceridad absoluta, Esteban le advirtió que sería una tarea ardua, que desafía la mente y le cuerpo al mismo tiempo: “Le decía que una cosa es andar en bici por la ciudad, con los bocinazos, la gente, y otra muy distinta es cuando estás en la montaña, en soledad al aire libre y con todo el peso encima, subiendo en altura, con viento en contra, llovizna, porque ese es el momento donde te preguntás: ‘¿Qué hago acá?’, y tenés que tener una respuesta genuina a esa pregunta”.

No solo pudo con la odisea, sino que incluso sus padres notaron que la experiencia había sido más que positiva y transformadora para ella. “Supieron ver que compartir estas aventuras, el crecimiento en el corazón, en lo espiritual, en lo profesional, que impactó para bien en mí, y eso les fue dando gran confianza en el equipo que formamos con Esteban”, cuenta con alegría. “Mis papás vinieron en abril del año pasado para acá, lo conocieron físicamente, porque por videollamada compartieron mucho antes, pero pasaron del miedo a disfrutar y ser nuestros fans”, remata.

Un mantra, ripio y tormentas

La fecha inaugural fue el 2 de enero de 2022, cuando Paola se subió a lo que llama “su caballito de acero”, y salió de forma drástica de su zona de confort. “Cuando llegamos a Retiro para salir en el tren que nos iba a llevar a Tucumán vi por primera vez la bicicleta completamente cargada con todos esos kilos, y se me transformó la cara del terror, de pensar que no iba a poder”, admite. La forma de aliviar los pensamientos catastróficos fue el diálogo constante con Esteban, la confianza en su experiencia y también el efecto magnético que tuvo el ciclismo en cada uno.

“Hay momentos que estamos solos por periodos muy largos, con diferencias de 200 a 400 metros, pero el momento del encuentro es grandioso, porque te da esa sensación de compañía, de tranquilidad, y después de nuevo cada uno va a su ritmo en la ruta. Así pasamos de la conexión con nosotros mismos a vernos, volver a ir en soledad, y así sucesivamente, como una danza que enriquece mucho”, asegura la flamante cicloviajera, y cuenta que recorrieron Catamarca, Tucumán y Córdoba durante 45 días. Diez meses más tarde partieron rumbo a Mendoza, tiempo en el que diseñaron la ruta, contemplaron la cantidad de alimento, las paradas que harían, y lo visualizan como una forma de empezar a disfrutar del camino antes de emprenderlo.

 “En este último viaje teníamos muchos días en los cuales no nos íbamos a cruzar con ningún otro ser humano, así que aprendí a identificar dónde era adecuado instalarse, cuánta comida podíamos llevar, y los cuidados para que los músculos no se lastimen y tratar de evitar descompensaciones”, explica la coach ontológica. Esteban agrega que otro de los aprendizajes fue la negociación como pareja a la hora de tomar decisiones, y apaciguar su inagotable sed de aventura para contemplar también lo que resulte mejor para los dos.

“Ya no estoy solo viajando con 51 grados por el desierto, diciendo por dentro: ‘No importa, me la banco’, y por eso está bueno pensar qué quiere uno, qué queremos los dos, observar cómo está el cuerpo, porque capaz tu espíritu tiene ganas, pero el cuerpo no rinde”, sostiene. Ambos coinciden en que cada experiencia los ayudó a valorar las cosas simples y pequeñas que otros dan por sentado en la inercia de la cotidianidad y el desconocimiento de las carencias. “Desde tocar un botón y tener luz, el agua fresquita en la heladera, comida, una cama cómoda y confortable, porque cuando uno está de viaje justamente en varios tramos lo que menos hay es comodidad”, remarca el fotógrafo.

"Después de una jornada ardua donde te dio el sol, el viento en contra, las condiciones adversas, el hambre, el cansancio, tener que armar la carpa, sino estamos en armonía, podría ser una guerra mundial, pero por fortuna es un momento para recargar energía", asegura Paola con humor

 “No tuvimos afortunadamente ningún accidente, ni siquiera las ruedas se pincharon, y algunos dolores que teníamos previos a salir de viaje por estar tantas horas a veces en la silla con la computadora desaparecieron por completo, así que incrementó nuestra salud”, expresa Paola, que además revela que hubo cinco tormentas eléctricas durante el trayecto y siempre tuvieron la fortuna de estar en el lugar indicado para que alguien los asistiera o les ofreciera refugio. “Todos los días antes de empezar a pedalear tenemos un mantra que lo repetimos en voz alta los dos algo mismo tiempo: ‘Universo, protege nuestro camino para un viaje feliz y seguro’”, detallan.

“Nos ayuda a sentirnos en compañía, conectar con ese algo más, que cada uno lo denominará como le resulte más afín, pero es ese misterio humano que nos da fortaleza”, profundiza Paola. Para recibir el 2023 soñaban con vivir el cambio de año en lo alto de las montañas de Mendoza, y vieron un hermoso amanecer, que prometía un día soleado. La presunción fue errónea, y cerca de las tres de la tarde se desató una feroz tormenta. “Vimos una casita de piedra, de uno de los puesteros que cuidan el ganado durante las veraneadas, y finalmente pasamos Año Nuevo con José, un personaje de la montaña, junto a sus cabras, sus caballos y su ganado”, cuentan.

“Recibí tanta hospitalidad en todos los años que fui mochilero, que yo quería vivenciar eso mismo en Argentina, que es absolutamente posible y real”, expresa Esteban. Sienten que las bicicletas muchas veces son como un imán para las personas que detectan que están en plena aventura y se acercan a ofrecerles ayuda, como así también despierta admiración en otros que sueñan con seguir sus pasos. “Alguien que está bajoneado porque se separó puede tener ganas de viajar, de desconcertarse, como también una pareja que está en periodo de transformación; otros viajeros experimentados que por ahí no anduvieron tanto por Argentina, y nunca se sabe quién puede conocer esta historia y sentirse inspirado”, proyectan.

“A mí me enseñó mucho África a empezar a ser más generoso. Es un continente muy duro por por muchas condiciones, la burocracia, la corrupción, la falta de infraestructura, de comida, pueblos muy sufridos, y es como dice el dicho: ‘Los que menos tienen son los que más te dan’, y no te dan de los que les sobra, sino de lo poco que tienen”, asegura Esteban. Y agrega: “Te permiten hospedarte en cualquier lugar, en cualquier aldea, mezquita, iglesia, casa de familia, y eso me parece ejemplar; yo pasé por pueblos donde me regalaron una sandía entera, y me comía un pedazo y después empezaba a compartirla, viendo la cara de quienes la recibían, con lo sorprendidos y agradecidos que estaban, que debe haber sido la misma expresión que debo haber puesto yo cuando me la dieron”.

"Viajar es es un instrumento de aprendizaje y cada día vas aprendiendo cosas nuevas, tanto de vos como del otro y los dos, sabiendo que estás ahí porque lo estás eligiendo", enfatiza Esteban (Instagram: @estebanmazzoncini)

Trabajar y viajar al mismo tiempo

Después de dejar su trabajo como profesor de educación física, se introdujo más como fotoperiodista y reportero gráfico en modalidad freelance, y luego surgió la publicación de los libros con sus vivencias de viaje. “Vengo de la escuela del trabajo en relación de dependencia, y creía que la única manera de trabajar era con un horario fijo que se tradujera en un sueldo, hasta que me largué a viajar y combinarlo con mi profesión; hoy en cambio realmente siento que me pagan por algo que me gusta”, explica.

Para Paola, en cambio, fue la primera vez como trabajadora independiente, dejando atrás una larga etapa con lo que consideraba un trabajo estable. Desde hace más de un año dejó su rol como investigadora docente en la universidad pública, y lleva las riendas de su propio emprendimiento para asistencia y acompañamiento en materia económica, atendiendo a su vez a sus pacientes de coaching, dando talleres, y organizando workshops. “El viaje no ha sido solo en bicicleta, sino el viaje de vida misma, de estar aprendiendo constantemente algo tan maravilloso como reinventarse”, enfatiza.

“Le decía a mis clientes: ‘Estimo que dada la ruta que tenemos en cuatro días estoy llegando a una población donde hay conexión a internet, fijemos agenda para ese día y charlamos’. Lo hermoso es que se convierten en aliados, porque están pendientes, te apoyan en tus sueños y se adaptan”, asegura. En sintonía, Esteban revela que en los últimos cinco años estuvo fuera de la Argentina durante 30 meses, y reflexiona: “¿Cuántos años tendrían que haber pasado para poder tomarme 30 meses de vacaciones? Si bien no lo son por completo, por las combino con trabajo, me doy cuenta del jugo que le estamos sacando a la vida, sumando anécdotas increíbles”.

El próximo proyecto para cuando comience el invierno este año será conocer el Sur de nuestro país, y están barajando como primeras opciones las provincias de Neuquén y Río Negro. “La idea es llegar a recorrer toda la Argentina desde diferentes puntos, siempre tratando de hacer algo diferente, con caminos alternativos o pocos comunes, e ir haciéndolo despacito, porque como siempre decimos, la bicicleta te lleva al ritmo del disfrute, y es imposible ir apurado”, destaca el viajero. A través de sus respectivas cuentas de Instagram, @paolaalvarezmartinezok y @estebanmazzoncini, invitan a la comunidad virtual a acompañarlos y ser testigos de sus vivencias.

Consideran vital la flexibilidad como concepto, saber adaptarse a los cambios que van surgiendo en medio de un camino, y aportan un paralelismo con la propia existencia. “El movimiento cura y permitirnos movernos, no solamente físicamente sino internamente para sanarnos; el estar dispuestos a ser vulnerables, a los estímulos; a la sensibilidad; aprender a decir: ‘No puedo más’; permitirnos ser maravillosamente humanos”, argumenta Paola. Y su pareja suma palabras de alientos para quienes deseen dar un paso hacia sus anhelos: “Que se animen a cumplir los sueños, por más que les digan: ‘Es caro, es lejos, es difícil’, que lo intenten, porque el hecho de intentarlo ya es válido”.

 “En un momento de la ruta yo estaba empecinado en querer ir por una ruta, y terminamos yendo por otro lado que nos llevó a acampar en una laguna con un glaciar, y fue hermoso. Ahí es cuando me di cuenta por qué había que cambiar de camino. A veces en la vida pasa algo parecido, y aunque ahora no veamos ni entendamos el porqué de determinada circunstancia, no hay que perder de vista que alguna vez comprenderemos la razón”, reflexiona. En este sentido, elogia a su compañera, y para cerrar la charla asegura que es un fiel ejemplo del pensamiento: “Si cabe en tu mente, cabe en tu mundo”.

"En este tipo de viajes el estar con la naturaleza, sin la invasión de los ruidos o de agentes externos que distraen, sentí más claridad, surgieron proyectos, ideas nuevas de trabajo", enumera Paola, feliz por haberse animado

“Le cabía en su mente hacer este viaje sin tener bicicleta, sin tener experiencia, y empezar a concretarlo sin dar más vueltas, demostrando que uno puede hacer muchas vidas dentro de esta vida: cambiar de país como hizo Pao, descubrir capacidades y no dejarlas pasar, estar en la búsqueda constante”, resume Esteban. Ella, por su parte, no tiene dudas de que el fuero interno que dicta el camino se potencia con la fortaleza del vínculo que están construyendo como pareja, y sueñan con concretar cada vez más tramos a lo largo y a lo ancho de los bellos paisajes de nuestro país.

FUENTE: INFOBAE

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