El 10 de diciembre de 2020 se cumplen 72 años de la aprobación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos por parte de la ONU. Nació allí un símbolo fundamental de la era contemporánea, inspirado en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano que propuso la Revolución Francesa en 1789. Fue aquella emblemática fecha la elegida por Raúl Alfonsín para asumir su presidencia, luego del período más trágico de la Argentina signado por el terrorismo de Estado y los crímenes de lesa humanidad de la última dictadura.
Un día antes, el 9 de diciembre de 1948, la ONU había aprobado la Convención para la Prevención y Sanción de Genocidios, siendo otro hito imprescindible de la posguerra. La Declaración de 1948 cristalizó la voluntad de comprometer a todas las naciones del mundo que era importante aprender de los crímenes expresados en los recientes Juicios de Núremberg.
La Segunda Guerra Mundial había dejado un número aproximado de 60 millones de muertos, dentro de los que se contabilizan las víctimas del Holocausto-Shoá: el asesinato planificado y sistemático de 6 millones de judíos europeos por parte del régimen nazi.
Como dijo el Premio Nobel de la paz Elie Wiesel “El Holocausto no comenzó con cámaras de gas, sino que comenzó con palabras de odio”. La humanidad debía comprender que Auschwitz fue construido luego de un proceso de años que incluyó: pérdida de derechos, estigmatización, persecución y muerte. ¿Como es que niños fueran enviados a las cámaras de gas por haber nacido judíos? Quienes habían derrotado al nazismo, debían asumir la responsabilidad de evitar catástrofes semejantes en el futuro.
Para ello debían establecerse reglas básicas de convivencia. La Declaración fue la piedra fundamental para que tratados posteriores pudieran ampliar derechos e incorporar a grupos y minorías vulnerables para ser protegidos.
Lamentablemente no se pudo evitar que en las décadas posteriores se produjeran guerras, genocidios, crímenes contra la Humanidad y otros tipos de violencias, aún no desterradas. Los alcances de las declaraciones y tratados internacionales, están limitados por múltiples factores globales que dificultan su efectivización. Sin embargo, la Declaración brinda un horizonte de sentidos que nos permiten luchar por un mundo donde se respeten todos los derechos allí enunciados.
Los seres humanos nacemos libres e iguales y deberemos contar con los mismos derechos y oportunidades para desarrollar una vida digna. Esas garantías mínimas para la existencia, son elementos fundamentales para el desarrollo de las sociedades modernas y deberán ampliarse en tanto aumente su complejidad.
El otro costado de la prevención está en la educación, que constituye la principal misión del Museo del Holocausto. La memoria del Holocausto se ha convertido en una herramienta fundamental para reflexionar sobre nuestra propia condición humana y comprender los riesgos de los procesos de deshumanización. Las voces de los sobrevivientes se han transformado en símbolos para comprender qué es lo que sucede cuando los derechos humanos son vulnerados sistemáticamente. La historia de la Shoá pone en relieve el valor de lo que la Declaración enunció.
Todavía queda un largo camino por transitar, pero se ha logrado mucho. La responsabilidad por cuidar los derechos humanos, es colectiva. Como ciudadanos argentinos y del mundo, debemos todos los días ratificar ese compromiso para construir un mundo mejor.
Por Lic. Jonathan Karszenbaum.
Director Ejecutivo del Museo del Holocausto de Buenos Aires.