El caso de la activista santiagueña Luisa Paz es inédito por su excepcionalidad y podría convertirse además en precedente para que más personas. Conocé su historia.
Día tras día el mundo deja atrás sus prejuicios y se conforma como un lugar mejor para vivir. La activista trans santiagueña Luisa Paz, junto a su pareja, se convirtieron en mamá, papá y, a la vez, abuelos adoptivos luego que la justicia les otorgará la guarda con fines de adopción de dos adolescentes, una de ellas madre de dos niñas, en lo que constituye en un “caso inédito”.
El caso de Luisa es inédito por su excepcionalidad y podría convertirse además en precedente para que más personas travestis, transexuales y transgéneros, por sí mismas o como integrantes de vinculaciones igualitarias, se decidan a iniciar procesos de adopción.
En tanto, la adoptante indicó: “Nosotros (por la pareja que integra con José) llevamos 36 años de convivencia y dentro de nuestro proyecto de vida, desde hace 20 años, estaba el adoptar. Pero antes había muchas imposibilidades, las cuales han sido superadas gracias a la lucha y a un gobierno popular que entendió y lleva a cabo políticas públicas para esto, especialmente la reforma del Código Civil”.
Cómo fue le proceso de adopción
Consultada sobre cómo fue gestado el proceso de adopción, Luisa contó que había sido convocada por las autoridades del Hogar para brindar un ciclo de capacitaciones, en su rol de delegada provincial del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi). Fue en esa circunstancia que conoció la situación de las hermanas que allí residían, a partir de lo cual solicitó junto a su pareja que el RUA analizase la posibilidad de vinculación formal con ellas.
“Nos atravesaron sus historias de vida, en especial de una de ellas, debido a las situaciones de abuso, violencia y más que había sufrido desde pequeña“, rememoró Luisa. Aceptada la propuesta por parte de los equipos técnicos de las instituciones vinculadas a la adopción, las dos adolescentes y las hijitas de una de ellas comenzaron a visitar y luego a convivir con Luisa y José.
En un principio, la pareja se propuso adoptar a Gilda, la mayor de ellas, pero luego se enteraron que tenía también en el Hogar a su hermana, Feliza, y fue así que, contó Luisa, “empezaron a estar con nosotros las dos para que no perdieran su nexo vincular“.
Su vida cambió para siempre. Su casa ya no es igual a como cuando vivían solos. Cambiaron el ritmo, el ambiente, la rutina y las prioridades. Pero hay algo que se mantiene: la iniciativa para que este mundo sea un lugar más justo para todos y todas.
FUENTE: TÉLAM