Una infancia tras bambalinas del Teatro Colón

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Sergio Kuchevasky nos contó anécdotas, vivencias y sentimientos  plasmados en el espacio Eskuche Opera Lírica

POR ALEXANDRA BARRETO

Sin dudas, al referirnos al mundo de la música clásica se teje la telaraña que es sólo para eruditos, pero uno de los objetivos de Sergio Kuchevasky es desmitificar este mito y hacer que el género musical sea más cercano al público, con historias y relatos que actualmente escribe para un futuro libro que saldrá próximamente y que, por ahora, no tiene nombre. Además, creó el proyecto ‘EsKuche Ópera Lírica’ que difunde en sus redes sociales.

“Mi padre (David) entró al Teatro Colón a los 18 años, pasó por distintas capacitaciones: escuelas de baile, música, arte escénico. Hablaba italiano y ingresó al coro. Trabajó allí durante 45 años. Fue figurante extraordinario y luego establecido. Posteriormente ascendió a Jefe de Figurantes, tenía a cargo a hombres, mujeres y chicos, hasta que se jubiló como inspector de escenario. Me crie en ese maravilloso lugar, lo conocí profundamente desde adentro y fui testigo de todo lo que no se ve, el detrás del telón rojo”, sostiene emocionado.

Hablar de este tema, lo moviliza, sus ojos adquieren una mirada evocando un profundo sentimiento de nostalgia. Además, el objetivo de ‘EsKuche’ es que el público conozca la música de guiones extraídos de las óperas transformado en películas y series de Netflix.

“Lo que hago tiene que ver con armar un grupo de 10 a 15 personas por zoom para debatir, charlar, compartir todo lo que se relaciona con la lírica”, y agrega que está esperando que el protocolo permita hacerlo presencial ya que sostiene que es mucho más interesante tener a la gente en un contacto cara a cara.

Mi libro tiene que ver con esta situación de llevar a un niño de 8 años a los ensayos, recorrer los distintos lugares. No me puedo olvidar los olores de los telones, de la ropa de la gente, ni el aroma del vestuario del taller de sastrería.

La idea de armar este proyecto apareció de manera insólita y comenzó hace un año tras la muerte de su padre. Durante la mudanza encontró un objeto que captó más su atención.  “Era una cajita de colores de maquillaje que usaban los artistas, estaba intacta, tenía más de 40 años, la abrí, encontré programas de la época,  había una foto de  la cantante Monserrat Caballé dedicada a mi papá”.

Aquella reliquia fue un aviso del corazón que tenía que empezar a elaborar cada una de las historias por escrito de todo ese camino recorrido en cada espacio del Colón.  En su infancia se cruzó con todos los grandes del arte pero como todo niño, desconocía quiénes eran, hasta que su padre se lo contó.

¿Cómo estás estructurando el libro?

Le estoy dando un trato muy humano y cálido, no hablo de la fastuosidad del teatro. Originalmente está pensado para 18 capítulos, historias vistas con ojos de un chico entre 7 y 12 años. Apunta a que el lector tenga una mirada más humanista de lo que significa la música clásica, de lo que les pasa a las  familias que trabajaron en los distintos lugares del teatro, vestuaristas, escenógrafos, cantantes, iluminadores. Pero por sobre todas las cosas, el lugar de quien pone el movimiento en este enorme templo de la música.

De tantas anécdotas ¿cuál es la más importante?

Papá me llevó hasta un puente elevado donde se veía todo el escenario siguiendo la línea del público pero muy por arriba de lo visto desde la platea y permanecí con un iluminador. Esa noche era la presentación de El Lago de los Cisnes y la protagonista principal era la bailarina rusa Maya Plisétskaya. En el libro detallo que estuvo tres veces en el teatro, siempre  generaba un magnetismo en la gente. El público la adoraba, mientras el iluminador corría de una punta a la otra en las alturas, manipulando los famosos tachos de luz. No era una época de demasiada tecnología por lo tanto tenía que moverse en muchos casos con las manos.

Un momento único fue durante la muerte del cisne, todo el escenario prácticamente quedó a oscuras, en la sala un solo reflector la ilumina a ella sobre el escenario, terminaron los compases, se van apagando poco a poco los movimientos del cisne sobre la madera del escenario, concluyó con las dos manos cruzadas delante de sus piernas acostada en el piso. Una ovación indescriptible. Los espectadores no permitieron que se levantara y lanzaron una lluvia de flores. No lo olvido más.

Luego papá me pasó a buscar, bajamos algunas escaleras, golpeamos una puerta y me presentó a Maya, nunca antes me había pasado de conocer a un actor, a un bailarín o a una cantante tan cerca y en primera persona. Con el pasar del tiempo fue una de las anécdotas más fuertes.  La bailarina murió hace muy poco, antes de una fiesta enorme que le estaba preparando su marido, me dio mucha tristeza.

¿Qué crees que diría tu padre de lo que estás escribiendo?

No lo pensé todavía, creo que sería una conversación muy amena continuando muchas de las que teníamos donde contaba historias de distintos lugares del arte. Describía a un carruaje y me llevaba a verlo; hablaba del vestuario y mostraba cuál había usado. Tuvimos muchos diálogos, siempre soy un agradecido de todo lo que me permitió conocer, imaginar, de ese espacio especialmente para poder volar.

También de adulto trabajaste en el Colón.

Sí, durante dos años. Estaba en medio del servicio militar y apareció la oportunidad de ser figurante como lo fue mi padre y hacer algo de dinero, pero no lo veía como una salida laboral, lo pensé como un espacio increíble. Uno de los mejores momentos vividos fue cuando participé en la ópera argentina ‘Bomarzo’ de Manuel Mujica Laínes.

¿Cómo fue vivir la experiencia estar cerca de Plácido Domingo?

Fue único ya que mi papá me habló de él, y de grande lo pude ver en las diversas presentaciones que hizo en Argentina ya que tenía la particularidad que antes de comenzar con las funciones dedicaba algunas canciones al personal del Teatro Colón y en la última presentación que realizó se encontró con un paro del personal y decidió cumplir con el público y con sus compañeros del teatro así que arregló de alguna manera la situación y cortaron la Avenida 9 de Julio y montaron un escenario al lado del Obelisco. Bajó en un helicóptero y durante tres horas canto un repertorio que incluyó a Giuseppe Verdi y Carlos Gardel, se subió al helicóptero y se fue. Tuve la suerte de estar del lado que tenía que salir, le di la mano y lo felicité por lo que había logrado esa noche.

De tu trabajo como figurante, ¿qué es lo que más te remonta a esos días?

Me encontraba realizando el servicio militar obligatorio y fui convocado luego de haberme anotado y hacer una suerte de casting para algunas óperas. Por la altura me tocó hacer de estatua. Trabajábamos 6 figurantes extraordinarios, no porque éramos muy buenos, sino porque esa era la denominación a los que no pertenecían en planta permanente. Confeccionaron un vestido dorado que caía prácticamente 80 centímetros por arriba de un pedestal donde teníamos que estar parados en un ensayo general, era tan pesado el traje que perdí el equilibrio y me fui para atrás con tanta elegancia que directamente desapareció la estatua, cayendo detrás de uno de los telones. No pude volver porque la escena continuaba; pensé que luego de aquella situación no me iban a convocar nunca más y pasó exactamente lo contrario, en menos de 24 horas, rearmaron el traje en corto tiempo, tenía yeso y estaba pintado de dorado. Posteriormente participé en La Traviata y algunas otras obras.

¿Escuchas música clásica mientras escribes?

Sí, casi siempre, pero no necesariamente cuando escribo, son dos espacios totalmente distintos. Me gusta escuchar con detenimiento cada uno de los distintos espacios e instrumentos, los detecto por separado, es un ejercicio que me enseñó mi papá. Casualmente este fin de semana tuve la suerte de poner a funcionar un equipo de audio con el que el prácticamente estudiaba.

¿Cuál es tu ópera favorita?

‘Aída’, cuando de chico vi por primera vez a todos los soldados vestidos en la escalera de mármol blanco que bajaban del cuarto piso maquillados… Luego verlos actuar en el escenario quedé impresionado. Además es de una de las pocas óperas que mi papá sentía que sufría cada vez que tenía que prepararla por la cantidad de gente que ocupaba las distintas entradas, el cuerpo de baile, los soldados, el pueblo etíope, algo fastuoso.

Oigo ‘La marcha triunfal’ e imagino a los soldados con las botas entrecruzando los tobillos con las sogas, pisando la madera del escenario, ruidos que no olvidaré nunca.

¿A qué personalidades entrevistaste?

Lo hice a integrantes del coro, músicos, maestros internos figurantes también a la directora actual del teatro, María Alcaraz,  jefes de prensa y fotografía. También al hijo de José Neglia  (importante bailarín de ballet argentino) muy amigo de mi papá que se llama Sergio igual que yo y que vive en el extranjero, fue muy conmovedora esa entrevista. Será uno de los cuentos del libro como un encuentro entre los dos Sergios con dos padres habiendo trabajado en el Colón.

¿Qué te dijeron los directivos del Teatro Colón?

Recibí muchísimo apoyo, me sentí como en casa. Tuve la oportunidad de estar dos veces con María Alcaraz que me recibió en su despacho y compartimos algunas anécdotas. La admiro profundamente ya que fue galardonada por el Teatro Bolshói de Moscú y también por su último contacto con el director de orquesta indio Zubin Mehta en Buenos Aires.

¿Cómo será el final del libro?

Todavía no tengo definido, lo único que sé es que será una puerta abierta para que todo el mundo que no se acercó todavía o lo hizo muy poco al mundo de la ópera lírica le despierte interés y además con sus componentes especiales como el Teatro Colón de la Ciudad de Buenos Aires que es el único en Latinoamérica y que muchas veces a los argentinos nos cuesta sentirnos profundamente orgullosos o directamente no conocemos mucho de su rica historia.

¿EsKuche Ópera y Lírica tendrá algún costo?

Sí, estamos pensando en el formato pero entendemos que debe ser presencial ya que la idea es que cada presentación conste de material multimedia y mostrar todo lo que tiene que ver con el vestuario en cada una de las presentaciones y depende de la ópera o del ballet que trabajemos para que la gente dimensione, recuerde con nosotros los distintos fragmentos y pasajes de las obras.

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adrian_ramondetta@hotmail.com

El libro llegará… también espero que los niños puedan conocer esos “interiores” del Teatro…y afirmar el gusto por todo ello.gracias. adrian