Intentó nadar hasta un faro ubicado a 9 kilómetros de la costa. Pero cuando regresaba, comenzó a desvanecerse a mitad de camino.
Las historias entre las mascotas y los seres humanos cada día nos sorprenden más. Y esta no es la excepción: el joven irlandés Ruairí McSorely, de 24 años, volvió a nacer el pasado 22 de agosto. Y en este nuevo cumpleaños, de aquí hasta el último día de su vida, deberá estarle eternamente agradecido a un grupo de delfines. Es que estos cetáceos le salvaron la vida al evitar que el joven muriera ahogado cuando intentaba nadar en las costas de ese país del Reino Unido.
Cómo fue la situación
Ruairí llegó a la playa de Castlegregory (Irlanda) cerca de las 8 de la mañana para aprovechar el día libre practicar una de las actividades que más disfruta: nadar. Con la idea de agregarle algo de complejidad a su meta, se desafió a sí mismo y se propuso llegar nadando hasta un faro ubicado en la zona, a 9 kilómetros de la costa. Aunque era alejado el objetivo, dejó sus pertenencias en la playa y -brazada tras brazada- se largó mar adentro para nadar hasta esta torre lumínica sin que nada ni nadie pudiese impedírselo.
Cerca de las 11 de la mañana, un transeúnte que llegó a la mencionada playa encontró las pertenencias que McSorely y -sin saber a quién pertenecían- dedujo que algo mal había, ya que las cosas estaban solas y abandonadas en el lugar, mientras que no se veía a nadie en las inmediaciones. Alertado por este panorama, este ciudadano dio aviso a las autoridades policiales y en ese momento comenzó un intenso operativo de búsqueda (aunque no se sabía en detalle a quién se buscaba).
Mientras esto ocurría en tierra firme, el temerario nadador ya había llegado al faro y, tras descansar por un instante en el lugar, emprendió el regreso -también a nado-. Pero fue en ese momento en que la resistencia de Ruairí se quebró. Y cuando una serie de coincidencias y casualidades conspiraron para que el joven irlandés sobreviviera. Entre estos actores sorpresivos, se destaca una manada de delfines.
El rescate
Cuando el nadador de 24 años nadaba de regreso a la playa de Castlegregory y se disponía a completar una vez los 9 kilómetros del trayecto, comenzó a sentirse débil y -aunque lo intentaba- sus brazadas no se ejecutaban: su cuerpo no le respondía. Faltaban todavía unos dos kilómetros cuando se sintió desvanecerse. Era evidente que estaba experimentando un principio de hipotermia. Por suerte para McSorely, el aviso a la policía que había dado el ciudadano que encontró la ropa y pertenencias en la playa había activado una intensa búsqueda. De esta manera, toda una brigada estaba abocada a la búsqueda del misterioso dueño (o dueña) de esas cosas.
El detalle es que poder dar con la ubicación exacta del joven bien podría haber sido como encontrar una aguja en un pajar. Y es aquí donde intervinieron, heroicamente, los delfines. Cuando el joven estaba ya vencido y sin energías, un grupo de cetáceos comenzó a nadar alrededor de Ruairí en círculos. La extraña secuencia advirtió -a lo lejos- a los rescatistas, quienes se acercaron hasta ese punto y encontraron al nadador. “Tuvo mucha suerte. Otra media hora más, y habría muerto. Ninguno de nosotros o los médicos pueden creer que sobreviviera”, destacó luego del rescate el timonel de la embarcación que fue a su encuentro, Finbarr O’Connel. “Creo que quien avisó de mi desaparición no estaba seguro de que fuera yo, pero sí estaba seguro de que se trataba de una misión suicida. Eso o simplemente que me había vuelto loco”, sintetizó a los medios locales el propio McSorely, quien fue internado en observación luego del rescate y ya se encuentra recuperado.