La historia y un diálogo exclusivo con Rubén Óscar Carballo: boxeador y ex-combatiente en Malvinas.
Rubén Carballo vivió un caso único en la historia: con dos años de diferencia participó en la Guerra de Malvinas y en los Juegos Olímpicos. Una historia dura, de resiliencia y, por sobre todas las cosas, de saber cómo reponerse ante situaciones adversas. Así lo hizo y así lo cuenta el “Cata” Carballo.
¿Cómo fue el momento en que te dijeron que tenías que ir a Malvinas?
Cuando me llega la orden, me dicen que teníamos que ir a buscar a los soldados que estaban en Ezeiza haciendo instrucciones. Después de traerlos al regimiento, agarramos los bolsones y los llevamos a Campo de Mayo. Después, volví al regimiento y nadie me había dicho que yo tenía que ir a Malvinas. Entonces volvimos a Campo de Mayo y, de la nada, aparecimos en la Guerra. Me quedé con el Sargento Villegas y él me preguntó: ‘¿Qué hace usted acá?’. Fue una locura.
¿Cómo fue la vuelta a casa?
Llegué lo más normal. Empecé a buscar trabajo, pero muchos no te querían tomar porque decían que después nos íbamos a volver loco. Se lo pregunté a un médico y me dijo que más adelante me iban a agarrar problemas. Después de 15 años, estuve internado por depresión. Tuve un intento de suicidio y me internaron. Pero después tuve una gran alegría: ser abuelo. Eso me cambió la vida. Y el boxeo también me hizo olvidar de la Guerra. Ya desde antes de Malvinas que yo practicaba, y cuando volví le metí de lleno a eso. Esas dos cosas me ayudaron muchísimo a dejar atrás Malvinas. Tuve la suerte de salir campeón en varios torneos y ser representante Olímpico también me hizo olvidar de todo.
¿Cómo se te presentó la oportunidad de ir a los Juegos Olímpicos a representar a Argentina?
Me hice más boxeador por andar de novio con la que hoy es mi esposa, ja. Ella vivía a una cuadra del gimnasio y yo para verla a ella me iba a entrenar. Mi papá se enojaba porque yo pasaba todos los días… Me preguntaba a dónde iba y yo le decía: “Al gimnasio”. Y ahí me hice boxeador. Empecé con el Mono Roger y después lo conocí a Jorge Ocampo, que me metió en un campeonato que se hace en la Federación. Entré y lo ganamos. También gané el de Veteranos. Y después hicieron un campeonato para ver qué boxeador podía ir a las Olimpiadas, que también tuve la suerte de ganarlo. Pero me surgió un problema: el entrenador quería llevarlo a Daniel Lagos. Y yo le pregunté: ¿Por qué si yo gané el campeonato”. Y me dijo que él era mejor que yo. A lo que le respondí: “¿Cómo van a decir que es mejor que yo si él no peleó conmigo?”. Y ahí hice fuerza para que se haga la pelea. Fuimos al Luna Park, le gané y así me gané el boleto a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles en 1984. Pero después surgió otro problema: la Federación solo podía pagarle el pasaje a 3 boxeadores y yo no estaba incluido. Pero la gente de mi hinchada me salvó: entre todos, me pagaron el viaje y pude ir”.
¿Qué se sintió representar a Argentina en Malvinas y en un Juego Olímpico?
La verdad que estoy orgulloso de haber defendido a mi país. Y también muy contento de que haya sido un veterano de Guerra. Más de eso no puedo decir… estoy muy contento. Feliz de que mi nieto tenga a su abuelo vivo, que tenga a su abuelo ex-combatiente, que para ellos es un orgullo, y para toda mi familia lo mismo.
Si tenés que definir a tu vida con una sola palabra, con un adjetivo, o con lo que te guste… ¿Qué dirías?
No tengo palabras verdaderamente. Estoy orgulloso de haber pasado por esas dos cosas. Creo que soy el único veterano de Guerra y representante olímpico, eso va a quedar para la historia. Además, tengo otra historia: soy el primer veterano que es bisabuelo. Primero, a mi nieto de 17 años le regalé la campera que usé para desfilar en la Olimpiada. También le regalé el pantalón con el que peleé en Los Ángeles. Y después, mi bisnieto usa la remera de Argentina con las Malvinas en el medio. Es algo increíble.
