Convertir la tristeza en ayuda

Historias para contar Slider costado

Jess Browne perdió la vida que hasta entonces había tenido. Su hijo mayor, Ignacio “Nacho” Vázquez Browne, de 28 años, se suicidó en Buenos Aires donde vivía con su abuelo. Ella no pudo viajar a despedirlo. Aun desgarrada, 17 meses después creó en las redes una comunidad para ayudar a superar los duelos más difíciles

El viernes 10 de abril de 2020, con el mundo en plena cuarentena por el coronavirus, Jess Browne perdió la vida que hasta entonces había tenido. Su hijo mayor, Ignacio “Nacho” Vázquez Browne, de 28 años, se suicidó en Buenos Aires donde vivía con su abuelo, Willie Browne. Y no fue un arrebato, era algo que tenía decidido desde hacía tiempo y así lo explicó en las cartas que dejó a su mamá. Jess se enteró de la tragedia a 11.265 km, en Londres, donde residía con su marido y sus dos hijos menores.

Dolor real en la virtualidad; un angustiante entierro por Zoom en un mundo estremecido por la pandemia y el blog que Jess venía escribiendo desde hacía tiempo que pasó de la risa y las emociones cotidianas, al desconsuelo. Con un nuevo y significativo nombre, @empesares, ese blog se convirtió en el lugar donde Jess Browne pudo vomitar todo lo que la atravesaba en este triste y nuevo trayecto sin Nacho. Sus redes se llenaron de corazones azules, el color preferido de su querido hijo y una consigna comenzó a cobrar fuerza: que el amor nos oriente.

Mirar a los ojos del dolor

Jess había elegido, quizá sin darse cuenta al comienzo, enfrentar al dolor mirándolo directo a los ojos. Y para soportar lo que sentía le pidió a Nacho que, desde donde estuviese, la ayudara a poder comprenderlo y aceptar su decisión.

Yo no podía entender. Nacho era querido, era buenmozo, tenía novia, era deportista, tenía trabajo, era alto, tenía familia… ¡tenía todo lo que solemos creer que posee la gente exitosa! Pero él se sentía un fracaso y que no podía expresar lo que le estaba pasando porque la sociedad no le daba ese espacio”, explica su madre.

Jess tuvo a Nacho a sus 21 años y se separó de su primer marido un año después. Con su hijo, crecieron muy pegados durante siete años. Luego, vino un nuevo casamiento y nacieron dos hijos más. La familia creció y Nacho se hizo grande. Destinos en distintos países para la familia, ensayos laborales de Nacho en otros continentes. Hubo tiempos de distancia física, pero estaban siempre las charlas, el amor incondicional y el reencuentro. En esas conversaciones, Nacho era el inconformista, el que cuestionaba cómo sucedían las cosas en el mundo. Soñaba lejos y alto. Sin que nadie lo supiera, Nacho arrastraba una depresión.

Tres pérdidas consecutivas y la presión del “éxito”

La mamá de Jess murió en julio de 2019 en Buenos Aires. Gracias a los consejos de Nacho, Jess adelantó su viaje y llegó a verla para pasar con ella sus últimos días. Apenas comenzado el 2020, luego de unas peripecias de salud de Willie, el padre de Jess, sobrevino el suicidio de Nacho durante una internación de su abuelo. Finalmente, en junio del mismo año, también Willie murió. En menos de doce meses, Jess había perdido tres de los pilares de su vida. No tenía espacio ni en su cuerpo ni en su alma para albergar tanto dolor. Sin embargo, y contra todos los pronósticos, se hizo un hueco para el resto de la gente que empezó a leerla en sus blogs.

En julio del 2020, además de El Blog de Jess (que ella ya tenía en Facebook y que hoy es una comunidad de más de 46.800 personas), comenzó a escribir uno nuevo al que llamó Empesares (donde tiene 26.500 seguidores) y se sumó a Instagram @empesares (donde la siguen otras 54.000 personas).

Rápidamente se dio cuenta de que ayudar la ayudaba a atravesar su propio duelo y le daba sentido a su vida. Se percató, además, de que la catarata de mensajes de la gente no la ahogaba, por el contrario, le despertaba una necesidad infinita de colaborar.

La suicidio de Nacho se reveló para Jess como un profundo llamado de atención sobre la importancia de la salud mental. Eso quedó demostrado por el altísimo engagement de sus posts en Instagram: muchísima gente los likeaba, comentaba y deseaba contactarse con ella.

Sus emociones expuestas en palabras, sin edulcorantes, explotaron en las redes donde solo se suele mostrar el éxito y lo bello. Es la prueba de que la sociedad no está anestesiada y que reclama algo más que una bella irrealidad.

La misión para ayudar

“Lo que más quiero en la vida es que no se me escape ni una persona más. Me gustaría salvar a todo el mundo… Cuando veo historias de chicos que están deprimidos, me doy cuenta de que hay más gente que necesita y quiere hablar que la que no quiere hacerlo. Por ejemplo, en los colegios o en las universidades del mundo, cuando te van a admitir, te hacen mil chequeos físicos, pero no se chequea la salud psicológica. Empecé a preguntarme ¿por qué no se hace? Sé perfectamente que nada se arregla con una sesión, pero debería prestarse mucha más atención a la salud mental. Deberíamos estar muy atentos. Cuando ves gente que tiene ataques de ira o que está siempre mal… eso se podría cambiar, tratar, revertir. Por eso, quiero construir una comunidad en la que siempre serás bienvenido si no estás bien”.

¿Cómo funciona?

“Estamos recién empezando. Armamos un equipo con mi prima y su hija que son psicólogas y donan su tiempo para hacer terapia de grupo. Un amigo de Nacho que trabaja en Facebook nos diseñó la página. Mi amigo Roberto Escardó, que cuando yo trabajaba en Disney era mi editor, se puso el proyecto al hombro. Y otras dos amigas, me ayudan a clasificar todos los mensajes porque no damos a basto. Ya tenemos el dominio www.empesares.com, ahora, necesitamos más psicólogos, también podrían ser psiquiatras, que donen horas, porque la gente precisa que la escuchen y para eso se requiere tiempo de los profesionales. Estamos armando esa red para organizar a los que ya se ofrecieron para que puedan coordinar a grupos de diez o más personas. La idea es que la gente pueda entrar a la página o a Instagram y contar su historia, chatear con otros que pasan situaciones semejantes, contactar a un grupo o, simplemente, pedir ayuda. Aunque todavía no está todo armado ya pueden enviarme mensajes a Empesares, le voy a contestar rápido. Si sos psicólogo y querés donar una hora por semana podés manejar un grupo. No solo hablamos de gente a la que se le suicidó un familiar o que teme que se le suicide un hijo, sino también de quienes tengan, por ejemplo, un chico con bipolaridad. Necesitamos más tiempo que plata. Si después se acercan empresas que quieren donar para pagar a más psicólogos, está bien, pero para comenzar necesitamos horas de profesionales, voces autorizadas para aconsejar. Lo que estamos construyendo es una comunidad donde estar mal está bien y donde todo esté controlado: que no haya agresión, que no haya mensajes de política, ni nada de eso. Un lugar en el que si alguien está mal a la madrugada pueda ver quién está conectado y conversar”.

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