Tras quedar cuadripléjica luego de un accidente, su hermano logró juntar 3 millones de pesos para su tratamiento

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El 25 de febrero de 2021, Nayla Zensich llegó a su casa de madrugada, justo cuando sus padres (Daniel y Solange) se estaban levantando para ir a hacerse un chequeo médico. Como nunca antes, ese jueves de verano, la joven de 21 años se ofreció a acompañarlos. Camino al Hospital Naval, Nayla bajó en la casa de su hermana mayor, en el barrio porteño de Mataderos, donde se quedó junto a sus sobrinos hasta que sus padres la pasaron a buscar una vez que finalizaron sus estudios clínicos.

“La vi a mi mamá que se golpeó la cabeza contra el vidrio y a mi papá, duro. Todo pasó en un segundo, pero me acuerdo de cada detalle. Nunca perdí el conocimiento”, explica Nayla y continúa con el relato. “Lo que pasó fue que estábamos cruzando la calle en una esquina donde no había semáforo y un colectivo nos chocó detrás de la rueda trasera, casi en el baúl, justo del lado en el que tenía apoyada la cabeza”, describe la joven, acerca del accidente automovilístico que marcó un antes y un después.

“Nayla, ¿vos estás bien?”, le preguntó su papá. Ella le contestó que ‘Sí’, pero hasta ese momento no se había movido. Cuando intentó hacerlo, dice, se dio cuenta de que no podía. “Mi cabeza mandaba la orden y mi cuerpo no respondía. Ahí me empecé a desesperar”, dice.

Luego de varios estudios recibió el diagnóstico: una cuadriplejia ocasionada por la ruptura en una vértebra y una lesión medular.Después de una segunda operación, sin embargo, comenzó a vislumbrar una luz al fondo del túnel. Fue luego de que los médicos del Hospital Naval le dijeran que, por su edad, tenía posibilidades de volver a caminar y mover los brazos, si hacía una buena rehabilitación.

Le recomendaron el Instituto FLENI. Pero cuando sus padres empezaron a averiguar, la obra social no lo tenía en cartilla. Pagarlo de forma privada costaba poco más de tres millones de pesos. Una cifra imposible para una familia de clase media, como los Zensich.

En esta parte de la historia cobra protagonismo Guillermo, el hermano menor de Nayla, a quien se le ocurrió hacer una “movida” en redes sociales.

“No sé de dónde sacó la idea, pero ofreció vender su riñón a cambio de dinero para pagar mi tratamiento. Publicó un video y una foto en Instagram, el caso se viralizó y la gente se solidarizó. Fue una locura: la primera noche ya habíamos juntado dos millones y medio de pesos”, cuenta Nayla y destaca el gesto de Coscu, un reconocido streamer argentino que realizó un vivo de cuatro horas, a beneficio, para ayudarla.

Con el dinero recaudado, el 22 de marzo, Nayla fue trasladada al FLENI, desde donde conversa con Infobae, acompañada por su papá. A partir de ese día su rehabilitación avanza sin prisa pero sin pausa.

“Muchas veces me canso o extraño mi casa y después pienso: ‘Tengo que hacerlo por mí y por la gente que donó plata sin conocerme y me está apoyando’. Ahora que estoy acá, que es lo que yo quería, tengo que valorarlo”, dice Nayla y, antes de despedirse, pide agradecer al SAME, al Dr. Pedro Mallo del Hospital Naval, al Círculo de Suboficiales de la Fuerza Aérea Asociación Mutual y a la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS). A sus espaldas, sobre el respaldo de la cama, se lee un cartel que dice #TodosPorNay.

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