Tiene Síndrome de Asperger y la plastilina lo ayudó a superarse

Historias para contar Slider costado

Ignacio Romero comenzó a utilizar desde muy pequeño este material y hoy tiene una enorme colección. Su historia de superación.

No es casualidad que Ignacio Romero, que tiene 14 años y vive en Guaymallén, sorprenda a propios y extraños con sus fantásticos y minuciosos personajes realizados en plastilina. Como suele suceder con quienes tienen Síndrome de Asperger, un trastorno del espectro autista aunque menos grave, “Nacho” presenta un interés profundo en algunos temas específicos. En su caso, se vuelca hacia estas artesanías realmente asombrosas.

La historia de este estudiante del primer año de la secundaria del IPAL tiene algunos ribetes dolorosos, ya que es hermano de Aldana Romero, una de las víctimas fatales del accidente ocurrido el 24 de junio de 2011 a la altura del barrio Santa Ana, Guaymallén, en el que perdieron la vida otros cuatro jóvenes de entre 19 y 20 años.

Por entonces, Nacho tenía 3 años y sus padres, Miriam y Miguel, en pleno duelo, comenzaron a observar algunas dificultades en su comportamiento. “Incluso llegamos a pensar que por el drama que vivíamos tal vez lo habíamos descuidado. Pero no, él seguía en su mundo, con algunas conductas que nos llamaban la atención”, recuerda Miguel Ángel, su papá, que trabaja como supervisor en un correo privado.

Bart Simpson

De inmediato la familia consultó con distintos profesionales y dio con la psicóloga Graciela Ficardi, quien aún hoy continúa abordando a Ignacio. “Fue y es una especialista de lujo a quien le estaremos agradecidos de por vida”, dijo.

A partir del momento del diagnóstico, Miriam y Miguel siguieron adelante con todas las fuerzas para que Nacho tuviera la mejor calidad de vida posible. “Y lo logramos, más allá de algunos sinsabores, porque la discriminación sigue existiendo en todas partes”, señala el papá.

La plastilina apareció como una herramienta cuando Nacho era muy pequeño, seis o siete años, y hoy sigue representando una verdadera terapia que da grandes frutos. Sencillamente, lo hace feliz.

Incluso tiene su propio Instagram donde exhibe sus creaciones: @ignaciothiagoromero, una página alegre y colorida donde se pueden apreciar sus maravillosos personajes, muchos de ellos inventados y hasta con sus propias denominaciones.

Todo el barrio conoce a Nacho y, especialmente, su librería de siempre. “Tenemos un presupuesto en plastilina: elige colores, combina, moldea, arma y desarma… es un verdadero artista que siempre está rodeado de cajas que contienen distintos elementos de ese tipo, además de hojas en blanco y lápices de colores, claro”, relata.

Los personajes los graba en su cabeza con gran habilidad y luego los copia en plastilina. Bart Simpson es uno de ellos y asombra el detalle puesto de manifiesto en ojos, pestañas y hasta uñas. “Muchos los inventa porque es un autodidacta. A veces lo bromeo con que exponga y comercialice en Plaza Independencia”, dice, para relatar que, incluso hoy, lleva a su terapia aquella inseparable “caja artística”. “¿Nosotros? felices de que haya encontrado esta pasión”, agrega. El papá de Nacho no se cansa de agradecer la ayuda invalorable del colegio y su equipo de profesionales tales como docente de apoyo y psicopedagogas, además de los directivos, que siempre supieron contenerlo.

“Una de las características de este síndrome es que son chicos más infantiles, aniñados y se toman todo muy literal, de modo que es algo que debemos cuidar a la hora de relacionarnos con él”, explica.

Atraviesa la adolescencia y entró en una tapa de relativa rebeldía, aunque ha evolucionado muchísimo en los últimos años. Una situación de discriminación en su club lo llevó a abandonar el deporte que tanto ama, el hóckey sobre césped. “Fue un episodio duro para él y para nosotros, pero estamos en vías de que nuevamente empiece a jugar en otro lado. No pudimos admitir que lo hicieran a un lado, no tenían un plan de inclusión y fue una pena, sobre todo en un deporte en equipo”, recuerda.

Otros personajes de Nacho

El acompañamiento familiar y profesional lo llevó a tener hoy una vida normal y un lenguaje fluido. Nacho tiene certificado de discapacidad y ninguna prestación fue interrumpida hasta el momento. Para Miguel, la ausencia repentina de su hermana, con quien tenía una gran relación, más allá del drama detrás de su muerte, generó un gran impacto en su vida.

Fue así que durante un tiempo su vida se detuvo, cuenta su papá, aunque con los años y mucha ayuda psicológica logró aceptar la realidad.

Miguel, Miriam, Nacho y Gonzalo, este último, su otro hijo, lograron salir adelante a pesar del dolor. “Mi hija, de entonces 20 años, tenía una vida por delante. El dolor fue y es indescriptible, pero hay que seguir. Mi esposa es la persona más fuerte que conozco y creo que a ella, en gran parte, le debemos mucho de lo que hemos avanzado en esta familia”, concluye.

FUENTE: LOS ANDES

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