Vive en la provincia de Santa Fe y toma clases de violín desde los 6 años. Sus inicios como artista callejero cantando en la peatonal, donde fue contratado por gente del público para musicalizar momentos importantes de sus vidas. Con el dinero que juntó gracias a sus shows pudo hacer este regalo
Cada vez que Dylan Villanueva toca el violín, la expresión de su cara se transforma. Se compenetra con cada canción y transmite con cada parte de su ser la vocación de brindarle un momento inolvidable a quien lo escuche. Tiene 15 años y hace ya casi diez que toma clases para seguir aprendiendo los secretos del instrumento que lo maravilló desde que era un niño, cuando aún iba a preescolar. Vive con sus padres y dos hermanos menores -en realidad son cinco hermanos, pero los mayores ya se mudaron- en la provincia de Santa Fe. El artista que muchos catalogan como un talento prodigio, habló con Infobae sobre su extraordinaria carrera, los valores que lo conducen en su vida, y la alegría que sintió cuando pudo destinar el dinero que ganó con sus presentaciones en una sorpresa para su familia.
“¡Le pude comprar una cocina a la vieja! No es la mejor, ni última modelo, es usada, pero la compré con los ahorros de shows que voy teniendo”, contó Dylan en su cuenta de Twitter, y sumó dos fotos, una de la flamante incorporación a su hogar, y otra disfrutando del Mundial con las camisetas de la Selección nacional que le pudo regalar a sus dos hermanitos. “Así, con el pequeño progreso, me siento muy feliz”, resumió. El mensaje se hizo viral en cuestión de horas, superando los 59.000 favoritos, y sus seguidores le pedían que contara cuál iba ser la primera comida que iban a preparar para celebrar.
“Noviembre fue mi mes más ocupado de agenda, porque por suerte me contrataron para varios eventos, y así fui juntando mi platita”, explica en diálogo con este medio. Y agrega: “La verdad es que la cocina para mi mamá era lo primero que quería comprar, porque la otra ya no andaba bien; en casa somos muchos y ya pedía un cambio”. A pesar de que todavía es adolescente, hace hincapié en que “tiene en claro de dónde viene”, por todos los desafíos que afrontaron como familia, y es consciente del esfuerzo que hacen sus padres -Marcelo y Soledad- para que todos los días haya un plato de comida sobre la mesa.
“Les pregunté qué les parecía usar lo que pude juntar para la cocina y me dijeron que era decisión mía; así que fui a encargarla al mediodía y la cocina llegó a la tarde, cuando yo no estaba para recibirla. La recibieron mis papás y estaban re contentos”, detalla. Explica que en ese horario todavía estaba en la escuela de música a la que asiste después del secundario, y como tenía que rendir un parcial era imposible estar presente, pero su mamá le mandó una foto cuando ya estaba instalada. “No te das una idea de la emoción que tenía… sentir que pude comprar por mi cuenta una cocina para mi casa está buenísimo; fue un logro mayor para mí, y espero que la podamos aprovechar durante mucho tiempo”, expresa.
No tiene dudas de que la van a disfrutar, y confiesa entre risas que siempre deciden a último momento qué van a cenar. “Me encantan los guisos que hace mi mamá, y el arroz amarillo con pollo, pero es un trabajo en conjunto; a veces lo hace mi papá, y sino los dos juntos”, asegura. En este sentido, destaca que el ritual de llegar y tener la comida lista es mucho más que una actividad dentro de la rutina, y lo define como “más que un regalo”, por el tiempo, dinero y amor que implica. Le hace honor a su lema en la vida: “No te olvides de sonreír”, a modo de recordatorio de que todos los días hay pequeños grandes momentos que agradecer.
“Es muy lindo avanzar como familia, sentir que de a poquito progresamos”, resalta. Un par de años atrás ya se había viralizado uno de sus hilos de Twitter, donde contó que su padre, empleado municipal, no había llegado a cobrar el aguinaldo y estaban preocupados por los regalos de Navidad, que no iban a poder comprar. En aquel momento, con tan solo 13 años, fue el protagonista de un “milagro navideño”, cuando fue a tocar a la peatonal de Rosario en la calle San Martín y logró recaudar 8000 pesos en dos horas. Eso salvó las fiestas y cada uno tuvo su presente en el arbolito.
“Cuando hago algún show siempre lo que gano va destinado a mi casa, y me encanta que así sea. Obviamente hago algunos gastos propios también, algo para la escuela que necesite, o si tengo que cambiar la ropa para un evento, porque estar presentable también es muy importante”, cuenta Dylan. Hace poco pudo comprar un micrófono inalámbrico y desborda de felicidad por lo útil que resulta. Se traslada a cada casamiento, cumpleaños de 15 o incluso actos escolares a donde lo contratan con su propio equipo de sonido, y por eso celebra cada progreso, porque representa más practicidad.
“Mis papás siempre me dijeron que todo esfuerzo da frutos, y así fue. Un claro ejemplo de eso fue la cocina”, sentencia. Agradece la experiencia que acumuló en la peatonal, y explica que hace bastante que no va porque estuvo muy ocupado con sus estudios. “Gracias a la calle muchas personas se acercaban a preguntarme si yo hacía shows, y es como una cadena, porque cuando voy a un evento, ahí me conoce más gente y me van recomendando”, manifiesta. Su día empieza a las 6 de la mañana, cuando emprende viaje hacia la secundaria, y algunas veces termina a las 20 horas, porque está realizando una doble educación: la tradicional y la musical.
“Entré a la escuela de música cuando tenía siete años, y la carrera que estoy haciendo son 10 años de estudio. Tuve la suerte de que entré muy pequeño, y estoy en séptimo año, me faltan solo tres, porque ingresé directamente a segundo por los conocimientos básicos que tenía”, explica. Desde que era chico se codeó con personas un poco más grandes, y esa ventaja de tiempo que ganó fue gracias a que estuvo en contacto con el instrumento desde niño. “En la misma primaria a la que están yendo ahora mis hermanos más chiquitos había un proyecto que se llama Somos Música, para personas de bajos recursos, y mi papá nos anotó”, recuerda.
La inspiración llegó a través de su hermana mayor, Dara, que tocaba el violín, y sintió que quería aprender. “Empecé casi al mismo tiempo la primaria, y ahora mi secundaria tiene orientación de Música, porque si me anotaba en una escuela técnica por ejemplo iba a ser muy difícil. Tiene las materias tradicionales, y otras especializadas, que capaz no son las mismas que las de la escuela a la que voy, y así voy complementando conocimientos”, señala. Asegura que todos los días aprende algo nuevo, y eso lo motiva para seguir en el ambiente artístico.
Muchos le pusieron el apodo “El Messi del violín”, y con la humildad que lo caracteriza, se muestra incrédulo ante semejante rótulo. “Es un montón que me digan eso”, dice con timidez. Sin embargo, su talento lo ha llevado muy lejos: el 20 de junio de 2020 tocó junto a Lito Vitale y Juan Carlos Baglietto en el acto por el Día de la Bandera en Rosario; más adelante con Eruca Sativa, y con Gaspar Benegas, guitarrista de Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado. “No lo podía creer. Son pedazos de personas, muy cracks, de quienes puedo aprender mucho. Compartir escenario con quienes parecían inalcanzables me impactó”, reconoce emocionado.
Cuenta que su papá es ricotero, fan del Indio Solari, y expresa que uno de sus sueños es conocerlo personalmente. La influencia de Los Redonditos de Ricota estuvo presente en su vida, y en su repertorio nunca falta “Jijiji”. “A veces me piden alguna canción puntual cuando me contratan, y como cada persona escucha géneros distintos, como artista pude adaptarme a otros géneros. Hago tango, rock, folklore, pop, y música clásica”, enumera. A la hora de nombrar los violinistas que lo inspiran, surgen cuatro nombres muy potentes: Néstor Garnica, su referente para las versiones de chacarera en versión de violín; el alemán David Garrett, la norteamericana Lindsey Stirling; y el israelí Itzhak Perlman, su guía para las obras de música clásica.
Sobre los proyectos a futuro, es cauteloso y elige vivir el presente, porque siente que la vida ya lo sorprendió más de lo que podía imaginar para tan corta edad. Sigue financiando su arte con la ayuda de quienes le compran un “cafecito” en una reconocida plataforma de crowdfunding, y con los ingresos de los shows. “Ahora me estoy enfocando en que me vaya bien en la escuela, y seguir haciendo lo que me gusta, que es hacer música popular, y que me sigan contratando para mostrar lo que hago”, anhela. Le gustaría vivir la experiencia de formar parte de una orquesta sinfónica, y tampoco descarta la docencia, por la vocación de servicio que lo caracteriza.
En su tiempo libre graba los videos para las redes sociales, y también se encuentra con sus amigos del barrio para jugar a la pelota, un pasatiempo que disfruta. “Me encanta hablar y tomar tereré con ellos, también me gusta dibujar; y ahora estoy aprendiendo a tocar la guitarra, le estoy encontrando el gustito”, expresa. Su nombre significa “hijo de la ola” o “nacido del océano”, y no hay duda de que cada melodía que genera con el violín impacta como una cálida marea en el corazón del público. En cuanto a la cocina, el mismo día que llegó a la casa, su mamá la estrenó con unos deliciosos panes caseros.
FUENTE: INFOBAE