POR SEBASTIÁN SAAVEDRA
La literatura es, y será, una de las actividades que desarrolla el pensamiento, la imaginación, donde las imágenes aún en la actualidad digital todavía pueden formarse a nuestro gusto en nuestras mentes. Es por ello que nos dimos el lujo de dialogar con a esta genial escritora, profesora de castellano, literatura e historia: Romina Palestini.
– Hace poco más de un mes se conmemoró el Día del Escritor, ¿qué significó para vos?
El día del escritor argentino, el 13 de junio, para mí es Leopoldo Lugones y la provincia de Córdoba. Si tengo la oportunidad, suelo rendir homenajes en los aniversarios de nacimientos de cada poeta o escritor que me apasiona. Los escritores, a grandes rasgos, confluyen en dos vertientes: los que nacen, respiran y sienten la profesión y aquellos que la vamos descubriendo en nosotros como desvestir un alcaucil y vernos en el verde claro de su corazón.
En junio, hace quince años, fui madre, casualmente un 24 como Ernesto Sábato. Y además, llegué a escribir por Córdoba. En el 2015, por posibilidades laborales, mi familia y yo nos fuimos a vivir a Villa Warcalde, cerca de Villa Allende, sin conocer nada ni nadie. A los seis meses, mi hijo tenía amigos entrañables, las mamás del colegio me sumaron inmediatamente y la escritora Susana Fagonde me llevó a La Cumbre a las exquisitas clases de la poetisa cordobesa María Soledad Ranzuglia. En 2018 edité allá con Babel, mi primer libro y ese mes volvía a vivir a Buenos Aires.
Lloré todo el camino y guardé de nuevo los lápices como a los 14 años porque ser escritor no sería algo redituable. Más adelante, el primer día del profesorado de Letras, un docente nos dijo: el que quiere escribir que se vaya, nosotros queremos enseñar, y yo estaba convencida de ser profesora y enseñar. A los 23 mostré a la familia un poema para mi primera sobrina, fue el primer reconocimiento público, y a los 28 perdí en una computadora más de cien páginas y deserté. Pero hoy puedo decirte como dijo Bioy Casares, tardíamente quizás he tomado la responsabilidad de escribir. Está en mí, en mis venas, en mi respiración diaria.
– Si tuvieras que recomendar alguna escritura ajena para alguien que está empezando, ¿cuál recomendarías y por qué?
Para alguien que está empezando recomiendo leer todo, ser curioso, estar atento al conocimiento. Hurgar librerías, revistas, diarios, internet. La literatura vive con nosotros, es el alimento del hombre desde épocas remotas. Para recomendar uno solamente puedo citar una corta novela del escritor argentino César Aira titulada “El mago” donde hay unas metáforas interesantes sobre los procesos y la escritura. Leer es el acto más maravilloso de descubrir y aprender.
– ¿Y una tuya?
Cualquiera de mis cuatro libros pueden ser para iniciación lectora porque no soy sofisticada ni pretenciosa. “Mirada de Limón” y “Otros poemas de búhos” se presentaron en educación inicial y tengo una lectora que aprendió a leer con ese libro a los 4 años. “Poesítame”, que es el último, agrega algo del poema narrativo, deja pistas e intenta desafiar al lector.
– ¿Qué propone la poesía?
La poesía provoca, propone que sientas, que te quedes con la boca abierta. La poesía traspasa la piel de los ojos y el lector de poemas poetiza con su otra parte. Es el lirismo, un ritmo, una cadencia, una canción, unos versos que quedan flotando en el aire. La poesía como arte es un intento de salvación. Tengo muchos versos con definiciones de poesía, míos y ajenos pero supongo que sigo escribiendo para lograr la palabra inagotable de belleza y perfección.
– ¿Algo más que quieras agregar?
Algo para inspirar: confiar en las “muchedumbres literarias”, es decir; esa energía creativa que surge de estar en lugares donde hay otros que tienen las mismas intenciones de inventar, ficcionar, escribir.