POR SEBASTIÁN SAAVEDRA
De público conocimiento es la historia de Roberto Moldavsky: un comerciante del barrio de Once que de grande se dedicó a hacer comedia. Pero atrás del personaje hay un hombre común, con ganas de sonreir, hacer reir, e intentar no quedarse con las ganas de nada. Conozcamos en esta nota un poco más de “El método Moldavsky”, pero no la historia de la obra, sino la obra de su vida.
-¿Qué se siente hacer reir a la gente tiempos de crisis?
Por suerte el humor no tiene época, soy un convencido de que la gente estando bien, como estando mal, necesita reirse. Lo que sí tengo que destacar como diferente, fue que cuando estábamos saliendo de la primera parte de la pandemia, y se hicieron los primeros shows con el 30 o 50 por ciento del aforo, allí la gente estaba muy agradecida, muy feliz, y muy contenta.
-La sensación de la risa ajena ante un repertorio tuyo, ¿podés explicarlo en palabras?
Es que la sensación de la risa ajena es lo mejor que te puede pasar en la vida. Y no me refiero tan solo al escenario, sino cuando decís lo que sea y el otro te devuelve una sonrisa. Es hermoso, único. Obviamente que es increíble hacerlo para 500 personas y poder vivir de eso, pero en cualquier ámbito de la vida debería ponerte feliz que el otro se ría por algo que decís o hacés.
-¿Qué fue lo que te hizo click para dejar de ser un comerciante y pasar a hacer los shows y giras que estás haciendo ahora?
Te diría que fue casi a los 50 cuando tome la decisión de que tenía que lograr hacer algo en esta vida que realmente me guste. El humor era esa posibilidad y no pensaba dejarlo pasar. La verdad no era un sufriente comerciante en mi trabajo, no la pasaba desgraciadamente mal, pero también es verdad que no iba, ni por cerca, tan feliz como lo hago ahora.
-¿Creés que todos podrían tener un cambio así en su vida?
No sé si todos puedan tenerlo. Lo que sí creo es que todos deberían intentar hacer de alguna manera algo que les guste. Tal vez ese amigo que canta no llega nunca a hacerlo en un teatro en la calle Corrientes, pero canta para los amigos en una fiesta; tal vez alguien que escribe no llega a publicar un libro, pero conmueve a alguien con una poesía. Eso ya es algo importante.
-¿Alguien te llamó porque no le gustó algún chiste tuyo?
Alguna vez un político se enojó por un chiste que hice sobre él, y me comentó que le dolía, pero tampoco fue un enojo tan grande y lo subsanamos. Lo que sí me pasa recurrentemente es que si en el spot que tiene la radio me río de la oposición, me llaman los cercanos al PRO, y me tratan de kirchnerista. Si en el spot sale un chiste donde me río del oficialismo, me tratan de gorila… y en eso estamos. Alguno de la cole también se pone mal porque me río de eso, pero es una minoría, la gran mayoría es la que llena los teatros, así que no quiero darle entidad por sobre la gente que realmente me banca.
-A medida que pasa el tiempo, ¿es más difícil hacer humor?
Por todas las situaciones de sensibilidad, creo que el humor se tiene que adaptar a lo que está pasando, y está bueno dejar de reirse de cosas que antes hacíamos. Lo de antes no las critico, las disfruté, las vuelvo a mirar, pero eran otros contextos. Está buenísimo que el humor acompañe, y que sea parte del cambio positivo. Pero ojo, de ahí a ser exigentes y ponerse sensible por todo, eso no me gusta.
-¿De qué te reías de chico, y hoy hoy te parece que no hay que reirse más?
Me reía mucho del “Negro” Olmedo, y todo ese humor. Más que nada de él. Hoy con todo el avance en el tema del rol de la mujer y la igualdad, ya no me reiría de una cosa así.
-¿Alguna reflexión que quieras dejar?
Que seamos menos exigentes con el humor. Que les preocupe más ver un asesinato en vivo, o leer los detalles de un asesinato en el diario. El humor nunca trae violencia, inflación o grieta… (piensa)… Aunque si de la mano del humor salieramos de la grieta, podría ser increíble.