“Mis alumnos nunca lo supieron”, comentó la docente, quien afirma haber dormido a temperaturas bajo cero.
Aimée Leens, una profesora de inglés que estaba cursando su doctorado en la Universidad Royal Holloway de Londres, notó que con la plata que ganaba no iba a poder seguir pagando el pequeño departamento en el que vivía y, al mismo tiempo, cubrir todos los costos que sus investigaciones necesitaban.
Ni sus alumnos ni la institución donde trabajaba conocían su historia porque Aimée Leens no quería que le dieran un trato especial. La idea de esta maestra era demostrar que, a pesar de no tener el suficiente sustento económico para continuar sus estudios, iba a lograrlo sin importar lo que pasara.
La experiencia
“Creo que los estudiantes tenían todas las expectativas de que recibiera un salario por mi trabajo. Creo que eso es lo que asumen los estudiantes de todas partes: que somos profesores con contratos adecuados. Les dije que ese no era el caso. Más allá de eso, pensé que contarles que vivía en una carpa era un paso demasiado lejos”, contó la profesora.
En una entrevista, Aimée decidió relatar cómo vivió toda esa experiencia. “Hacía frío. Era una pequeña carpa para una sola persona, lo que hacía que después de un rato, por mi propio calor corporal, se tornara más cálida. Pero hubo días en los que recuerdo que me desperté y la carpa estaba en un círculo de nieve”, describió la maestra.
“Cuando no estaba haciendo mi doctorado u otro trabajo, estaba aprendiendo a cortar leña o encender un fuego”, completó Aimée, quien buscó mostrar que además aprendió nuevas habilidades. Mientras vivía en la carpa, guardaba sus libros en la oficina de posgrado para que no se dañaran y solía usar las duchas de la universidad para bañarse. Ella no les dijo nada a sus padres, y les mintió al contarles que se estaba quedando en una granja ecológica para no preocuparlos.
Aimée decidió vivir a la intemperie cerca de un parque donde hacían muchas protestas, por lo que ver una carpa no era nada raro en esa zona. La joven consiguió una, la instaló y comenzó a vivir allí. El principal gasto de alquiler estaba cubierto, así que resolver lo demás era más sencillo.
Finalmente, luego de este padecimiento, obtuvo su doctorado en 2018. En paralelo, fue tutora de alumnos escolares y trabajó en un jardín botánico con el único objetivo de llegar a fin de mes. Luego sí pudo obtener dos años de contrato fijo enseñando escritura creativa en la Universidad de Exeter.