Aunque los papeles sitúan su nacimiento el 1 de enero de 1979, Diari Subhan Latif sabe que no llegó al mundo ese día. En esa fecha, el que nació fue su hermano, a quien no conoció porque murió de bebé. De él no sólo heredó su cumpleaños, sino también su nombre. Donde vivían los Latif, en las montañas del norte de Irak, eran épocas de guerras y de horrores, de misiles y de muerte. No eran tiempos para preocuparse por papeles o nombres prestados. Lo único que sí sabe Diari es que nació en algún momento del año 1981.
Sadam Husein acababa de acceder a comandar el país, luego de haber sido líder de facto por varios años, cuando se embarcó en la guerra contra Irán que duró de 1980 a 1988 y en la que murieron un millón de iraquíes. En esa contienda, el ejército iraquí que comandaba Sadam con dura mano de dictador, comenzó el hostigamiento al pueblo indígena kurdo de las tierras altas y montañosas de la Mesopotamia. Entre esos habitantes estaba la familia Latif. La zona en la que vivía Diari fue devastada una y otra vez. Curiosamente, no solo por los bombardeos iraníes que llegaban del otro lado de la frontera en medio de la guerra, sino también por los ataques del ejército de su propio Irak. Sadam quería ocupar esa zona con bases militares, correr al pueblo kurdo que estaba instalado allí y terminar con las milicias Peshmerga, la resistencia kurda.
EL NACIMIENTO
Alrededor de 1979, las autoridades obligan a bajar de la montaña a todos los que viven en la zona. Expulsados y resignados abandonan sus tierras y descienden. Desde la población de Banishar donde vivían, los Latif bajan unos veinticinco kilómetros hasta Shanadari con sus hijos mayores. Es aquí donde el más pequeño de los chicos, con solo ocho meses de vida, muere. Najiba, su desconsolada madre, ya está embarazada de otro bebé. Decide que si tienen un niño lo llamarán igual, en su honor. Por falta de recursos, cuando en 1981 nace el nuevo bebé y es varón, deciden darle el documento del bebé fallecido. Diari es Diari.
La casa donde nace el segundo Diari, está hecha con piedras de la zona y techo de barro. Es una buena vivienda. El patriarca de la familia es comerciante. En medio de las tensiones permanentes, sobrevive de contrabandear entre Irán e Irak, pistachos, ciruelas secas, semillas de zapallo y de sandía. Llega a tener ocho locales donde vende sus mercancías. En esta casa, Subhan Latif Aziz, construye con sus propias manos un sótano para poner a salvo a su familia cada vez que del cielo llueve la muerte.
OTRO GOLPE DURO
En 1989 el gobierno iraquí decide juntar a esos pueblos que había hecho descender de las altas montañas en una ciudad a la que llaman Halabja Nueva. En sus alrededores, en un lugar denominado Barika, se instala la familia Latif junto a todos aquellos que eran oriundos de la misma zona. Vecinos y familiares se reencuentran. Ahora sí, Subhan construye una buena casa y comienza una vida más placentera. Nacen los dos hermanos más pequeños. Ya suman ocho los hijos vivos de la pareja.
La felicidad es breve. Subhan se queda sin trabajo. Decide entonces que, para mantener a su gran familia, lo mejor es ir a ganar dinero a Bagdad, la capital del país. Consigue un contrato en una fábrica de cuadernos. Se instala allá y vuelve a sus pagos dos días por mes. Es el año 1990. En uno de sus tantos viajes, Subhan llega de Bagdad preocupado y cargado de provisiones: harina, arroz y otros alimentos. Les comunica que ve negro el futuro, que habrá problemas porque Sadam ha invadido Kuwait. La tiene clara: comenzaba la Guerra del Golfo.
Los deja bien aprovisionados y retorna a Bagdad, pero ya no regresaría vivo. Una noche, después de comer con sus compañeros de trabajo, cuando Subhan está cruzando una avenida una camioneta Land Cruiser lo atropella. Lo mata al instante. Han quedado solos con su madre.
EUROPA Y UNA MUERTE CASI ASEGURADA
Se organiza y reúne a once hombres sin documentos para emprender la aventura de llegar a Europa. El plan es cruzar desde Irán a Turquía y, luego, pasar a Grecia. Tienen, según sus cálculos, un 75 por ciento de chances de morir en el intento, pero sienten que vale la pena correr el riesgo. Cuando ingresan por las montañas a Turquía, nevaba y hacía mucho frío. Tienen la mala suerte de ser sorprendidos por soldados turcos que, en medio de la noche, les disparan sin ver. Nueve de ellos corren hacia atrás y reingresan a Irán. Diari y su primo, en cambio, se tiran en la nieve aterrados y se quedan muy quietos, como muertos. Son las tres de la madrugada. No se animan a moverse, a pesar del frío, hasta tres horas después. Cuando quieren levantarse no pueden. Tienen las piernas congeladas. “Esa noche no morimos de milagro. No podíamos caminar. Empezamos a movernos, poco a poco, y la sangre empezó a circular muy lentamente. Nos tomó un par de horas poder pararnos y dar algunos pasos”, relata sin dramatismos.
ARGENTINA, LA NUEVA TIERRA
Luego de probar suerte en Emiratos Árabes, en 2002 Diari pisa suelo Argentino en Rosario. Los comienzos son difíciles. La crisis del país no ayuda. Cuando se le acaba el dinero que le da la ONU termina por trasladarse a Buenos Aires. El año 2004 lo encuentra viviendo con la ayuda que le mandan sus parientes en sobres por correo. “Yo solo había escuchado hablar de Maradona y del Che Guevara… no sabía nada de Argentina”, confiesa Diari divertido.
En la capital porteña, Diari queda deslumbrado con el barrio de Once. El comercio y el bullicio de la zona le resultan gratos y familiares. Gracias a un amigo egipcio, que lo lleva a recorrer sus calles, un día decide empezar a confeccionar bastones para danzas árabes. Luego, comenzó a fabricar caderines. Cuando no pudo más hacerlo solo, consiguió gente que hiciera lo que él luego vendía. Trabajaba duro y ahorraba todo lo que podía. Dejó la pensión y se alquiló un mejor departamento.
En el año 2005, ya tenía un buen pasar. Con los trece mil dólares que tenía ahorrados y un pasaporte legal en mano, sacó un pasaje a Siria, vía Londres, para comprar mercadería. Aprovechará el viaje para visitar a su familia en Irak. Encuentra que las cosas marchan mucho mejor. Sadam ya no está en el poder.
Vuelve a la Argentina con su cargamento para enterarse que para lo que estaba haciendo tenía que ser importador. No piensa bajar los brazos: consigue un despachante de aduana y obtiene los papeles necesarios. Lo ha logrado.
A partir de allí, el capítulo argentino anda muy bien. Con enorme esfuerzo y préstamos de amigos, compra un galpón para sus mercancías, unas oficinas y alquila un lindo departamento en el barrio de Las Cañitas. También se aventura con locales por toda la costa, desde Santa Teresita a Pinamar.
DIARI FORMA UNA FAMILIA
En el año 2013, se casa con Amara, una brasileña hija de un libanés y una iraquí. Y en 2017, tiene a Maya, su hija de 3 años que es su gran debilidad. ¿Cómo no iba a poder progresar en la Argentina un chico capaz de romper pozos ciegos o de desarticular minas mortales, como si fuera un experto en explosivos, para ganarse la subsistencia?
Ya sin guerras, sin hambre, con una profesión y papeles en regla, Diari siente que consiguió todo por lo que tanto ha luchado. Festeja sus logros, pero no olvida sus orígenes ni puede desentenderse de quienes la pasan mal. Está convencido de que “las religiones son un problema para la humanidad. ¿Por qué todos los que van a La Meca, al Vaticano o a Israel no le dan ese dinero a los niños del mundo para que no pasen hambre? ¿No sería eso lo que querría Dios? No me gustan los fanatismos. Si uno hace al mal, el mal te vuelve. Si tenés buen corazón, te vuelven cosas buenas. Esa es mi experiencia” .
En su empresa hoy son siete trabajando. Importa productos de bazar y de regalería desde China, India, Emiratos Árabes, Egipto, Malasia y Panamá. Después de casi veinte años de vivir en el país se siente argentino y cree que ya no se iría a ninguna otra parte: “Tengo empleados de Venezuela que se quejan por cómo está su país y yo les cuento que lo que yo viví allá era cien veces peor”. También asegura que “los argentinos no valoran el país que tienen. Hay que disfrutar la vida que tenemos y ayudar al resto. Cuando te morís, el dinero no te lo podés llevar. Yo conseguí en mi vida todo lo que me propuse, lo que quise lo logré”. Cuando se le pregunta cuál fue su receta, responde sin dudar: “Tener fe en mí mismo y trabajar sin parar”.