Vivió toda su vida en el oeste de Buenos Aires pero el testimonio de un amigo cambió su perspectiva. Dejó todo para ir a ayudar a refugiados que necesitan ayuda en el Mediterráneo.
Las muertes de migrantes en el mar Mediterráneo son cifras estimadas. Las autoridades cuentan los cadáveres, pero son muchos más los que desaparecen en el mar, miles de personas que huyen de conflictos armados, desastres ambientales, dictaduras, con el anhelo de comenzar a vivir en Europa. En 2015, por la crisis migratoria, nació Open Arms en Barcelona y, entre su personal, se encuentra el argentino Mauro Di Si, hoy coordinador de las misiones de rescate.
Mauro Di Si tiene 36 años, vivió gran parte de su vida en Castelar y, años antes de emigrar, se mudó a Ramos Mejía. Trabajaba en el área de informática del Instituto de Vivienda, aunque ser guardavidas siempre fue su pasión, se formó en el país y se dedicaba a esta actividad en su tiempo libre.
Desde que el activista Òscar Camps fundó la ONG Proactiva Open Arms (POA), en 2015, Di Si estuvo al tanto de las misiones. El año siguiente, un amigo suyo trabajó como voluntario y, al volver, le contó su experiencia y él decidió sumarse.
En septiembre de 2016, partió a Lesbos, la isla griega donde operaba inicialmente la ONG.
Del voluntariado a un proyecto de vida
“El primer patrullaje lo hicimos de noche, usamos unas gafas de visión nocturna. Algo me llamó la atención, era una embarcación con personas que estaban cruzando de Turquía a Lesbos”, relató.
Di Si es un socorrista consolidado y estaba al tanto del flujo migratorio. Sin embargo, presenciarlo en directo es diferente: “Uno se hace una idea, pero es mucho más fuerte cuando se ve la realidad, al conocer a la gente y la realidad que está pasando. Al final, son distintas las situaciones, ves gente de muchos lugares del mundo que está escapando de distintas circunstancias: guerras, condiciones climatológicas que empujan. Buscan mejores condiciones para el desarrollo personal y para garantizar el bienestar para su familia”.
Los voluntarios rescatan a personas con historias, integrantes de familias que buscan las oportunidades que no encontraron en sus países de origen, mujeres, niños. “La verdad es que te golpea y te shockea lo suficiente como para replantearte esto. Hay gente que lo ve como una experiencia y continúa con lo que venía haciendo antes y hay otros que nos hemos abocado a esto de manera definitiva, al 100%”, señaló.
Para él, lo que comenzó como un voluntariado de unos meses se convirtió en un proyecto de vida. “Es un desarrollo personal y profesional y, que se hayan alineado la pasión por el rescate y lo que se hace a nivel filosófico, ético y moral, fue muy fuerte, y ya lo tenía bastante claro que me iba a quedar”, remarcó.
Open Arms cuenta con un personal fijo, como el capitán, los oficiales de de máquinas, los marineros que manejan las lanchas rápidas de rescate, también un mediador cultural, que asiste como intérprete. Entre ellos, se encuentra Di Si, que se integró como rescatista y actualmente también es coordinador de las misiones SAR (por las siglas Search and Rescue o Búsqueda y Rescate). El resto se conforma por voluntarios, como los médicos, cocineros, enfermeros, rescatistas y periodistas, que se rotan cada tres semanas.
El Mediterráneo, una fosa común
Open Arms comenzó sus misiones de rescate en la costa norte de Lesbos, según indica en su página web. Los rescates eran a nado, sin equipamiento, y en ocasiones, se veían obligados a usar las embarcaciones en las que viajaban los migrantes. Su labor comenzó a difundirse y gracias a las donaciones, por las que aún se sostiene, la organización comenzó a sumar motos acuáticas, barcos y suministros. También comenzó a ser noticia por las vidas que se salvaron: 15.000 en los primeros cuatro meses de 2016; 6.000 en el primer semestre de 2017. Desde 2015 hasta este año, rescataron a 67.137 migrantes.
Tras el acuerdo entre la Unión Europea y Turquía que clausuró la ruta de los Balcanes, el flujo migratorio aumentó por el rumbo más peligroso, el mar Mediterráneo, que los activistas de OA denominaron “la mayor fosa común del planeta”. Según las cifras que maneja OA, alrededor de 33.293 personas se han ahogado en el mar desde 1993 y, en lo que va de 2023, han muerto más de 1.300, a pesar de los esfuerzos de distintas organizaciones.
Por lo tanto, esta ONG trasladó sus operaciones al Mediterráneo Central, donde opera hasta hoy. Actualmente, Di Si y su equipo se encuentran patrullando en el mar en la misión 101. En la misión número 100, que terminó a finales de junio, rescataron a 117 personas que huyeron de Libia, Sudán y Eritrea. Entre ellos, había 25 mujeres y 31 menores, incluyendo una nena de tres años. Viajaban hacinados en una embarcación de madera.
Según informa Open Arms, más del 90% de los migrantes han sufrido violencia sexual, física y psicológica. Es por esto que les ofrecen asistencia psicológica médica en los barcos antes de llevarlos a puerto seguro. Sin embargo, también existe el acompañamiento para los tripulantes. Di Si explicó que el personal tiene una reunión antes y después de cada misión para tratar las vivencias fuertes, como en los casos en que hay víctimas fatales.
Las barreras de Europa
Después de que las ONG rescatan a las personas, los Estados deben hacerse responsables, recibirlos y asistirlos. Sin embargo, “Europa mira al costado” ante la necesidad y levanta barreras para entorpecer la labor de la sociedad civil por una gran razón: “Al estar en la zona de rescate, somos testigos de lo que está pasando. Eso deja en evidencia a los Estados y es bastante incómodo para las autoridades”.
Para tratar de frenar las misiones, se “utilizan distintos métodos, estrategias que van cambiando según la época. En un momento, trataban de criminalizar la acción de las ONG diciendo que facilitábamos el tráfico de personas y que generábamos un ‘efecto de llamada’, como que el hecho de que existan las organizaciones hace que la gente salga al mar cuando, en realidad, nacieron porque la gente se estaba ahogando y no había respuesta de los Estados”, denunció Di Si.
Según explicó el bonaerense, las autoridades aplican inspecciones rigurosas a los barcos de rescate cada vez que llegan a sus puertos, cuando los barcos mercantes solo son inspeccionados una o dos veces al año. Ante el menor detalle, las embarcaciones son retenidas por días, sabiendo que cada hora en la zona de rescate es crucial. También recurren a multas o les impiden desembarcar en sus puertos.
En 2019, el entonces ministro del Interior de Italia, Matteo Salvini, impidió por decreto que OA desembarcara después de un rescate de la misión 65. El barco estuvo parado 20 días esperando llegar a la isla de Lampedusa, hasta que un fiscal de Sicilia permitió que llegaran a puerto. “Es la mayor cantidad de tiempo con gente a cubierta. El barco está preparado para rescatar, pero no es un barco para alojar gente. Eran 160 personas durmiendo en la cubierta, a la intemperie, cocinábamos con la materia prima que teníamos, que no estaba pensada para tantos días. Fue particular también porque nos relacionamos con las personas a otro nivel, te involucrás más con las historias que vas conociendo y, también porque vivimos una montaña rusa de sensaciones, estábamos esperando que se cumpliera la ley. Por momentos, parecía que a nadie le importaba y que los Estados podían obviar sus obligaciones y nos podían dejar ahí el tiempo que quisieran. Fue duro”, relató.Play VideoHace cinco días, comenzó la misión 101 de Open Arms. (Video: Instagram @openarms_fund)
Por este hecho, el tribunal de Palermo, en Sicilia, inició un juicio contra Salvini por un delito de secuestro de personas e incumplimiento de funciones en 2021 y aún sigue en proceso. “Por lo menos, sienta un precedente, aunque la escena política en Europa y en la mayor parte del mundo no sea muy alentadora, hay un proceso judicial en marcha”, remarcó Di Si.
Por otro lado, la medida más reciente aplicada por el gobierno de Giorgia Meloni es la asignación de un puerto más lejano. Antes de esta orden, OA desembarcaba en Sicilia y el recorrido de 200 millas tomaba de 24 a 30 horas, pero ahora están obligados a desembarcar en Livorno, ubicado a cinco días de navegación. “Esto tiene un costo muy alto, los barcos consumen bastante combustible, y los días que estamos lejos de la zona de rescate son más. Ahora, si hacemos un rescate, aunque en los siguientes días haya muchas posibilidades de que haya gente tratando de cruzar, nosotros tenemos que irnos por orden y, si no nos vamos, nos aplican un decreto ley que multa y detiene a los barcos por 20 días. En teoría, si te detienen varias veces, te pueden secuestrar el barco”.
En cuanto al reciente naufragio en Grecia, Di Si y el resto de las organizaciones denunciaron la negligencia de las autoridades. “Nosotros estábamos en misión, pero el área a cubrir es más grande que la superficie total de Alemania. Aunque estuviésemos todos los barcos de la flota civil, no podríamos cubrirla al mismo tiempo. No obstante, la responsabilidad de la cobertura y de la seguridad en esta zona es de los Estados”, lamentó.
Fue de público conocimiento que los guardacostas griegos descubrieron la embarcación 15 horas antes de que naufragara. “Se habla de tragedia, pero esto no es una tragedia, es una misión de socorro, es una negligencia enorme que ha desembocado en la muerte de casi 600 personas, porque también se somete el concepto de ‘desaparecidos’. Se cuentan las víctimas que se recuperan -89 cadáveres-, se rescataron 105 personas; las demás quedaron ‘desaparecidas’, pero nadie desaparece en el mar. Si no aparecen, se han muerto. Hay muchos muertos que no están registrados o que son desaparecidos o de los que ni siquiera se tiene una información de la barca, de dónde salió o dónde naufragó”. Tan solo 10 días después de esta noticia, se reportaron otros 40 desaparecidos frente a las costas de Lampedusa. En el grupo, había siete mujeres y un niño.
FUENTE TN