Marco Gallo: uniendo la oración con el servicio

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POR ALEXANDRA BARRETO

Marco Gallo está radicado desde hace más de 30 años en Buenos Aires, es un incansable activista de la religión católica, su formación como historiador de la carrera de Filosofía y Letras de Roma lo inclinó a escribir sobre temas que atañen al humanismo y reflexión del ser humano. Además, su vida de seglar la comparte con su hogar, la cátedra y ese amor por dar lo mejor a los más carenciados. Conoció a su esposa Andrea Poreti dentro de la comunidad, de la cual ella es responsable en Argentina. Consolidaron su matrimonio formando una familia con dos hijos y esa pasión que los une, el servir al prójimo.

Sant Egidio es una red de comunidades que se ha extendido por más de 70 países y dedica una especial atención a las periferias. La forman hombres y mujeres de distintas edades unidos por un lazo de fraternidad basado en la escucha del Evangelio y en el trabajo voluntario y gratuito por la paz y los pobres.

Marco Gallo es además director de la cátedra Pontificia de la UCA de Buenos Aires.

¿De qué manera la comunidad  trabaja por los más necesitados?

La comunidad es profunda hija del Concilio Vaticano II. Siendo una experiencia comunitaria (la mayoría somos laicos, con una gran presencia de mujeres) que vive el primado del Evangelio en la vida y por esta razón los carenciados, como se relata en el Evangelio de Mateo, capítulo 25, Jesús se identifica con el sediento, el hambriento, con quien está prisionero, enfermo, con todos aquellos. Como dice el Papa Francisco: “Son los descartados de la sociedad”.

¿Argentina es uno de los países más ecuménicos?

La presencia de diferentes corrientes migratorias que han llegado en el siglo pasado a este país ha también construido un significativo mosaico con la difusión de todas las importantes confesiones cristianas a nivel ecuménico. A las iglesias cristianas hay que agregar el importante desarrollo de las comunidades judía e islámica. La presencia de grupos asiáticos registra también una minoría de creyentes pertenecientes al budismo y al hinduismo. En esta perspectiva, se puede hablar de un interesante laboratorio ecuménico, que el mismo Papa Francisco ha podido aprovecharlo a nivel mundial.

A la edad de 16 años conoció la Comunidad de San Egidio, creada en 1968 por iniciativa de Andrea Riccardi en un instituto de Roma

Usted escribió el libro “Pensamiento Social y político de Bergoglio y Papa Francisco”, ¿cómo es su vínculo con el Sumo Pontífice?

La relación con el Papa Francisco ha nacido obviamente aquí en Buenos Aires, cuando fue por 15 años el Arzobispo de la Arquidiócesis de Buenos Aires. El encuentro con la comunidad se ha fortalecido en estos años en la preocupación por los pobres y para que el anuncio del Evangelio llegue a las nuevas generaciones y a quien no conoce  de Jesús. Hay una sintonía con la pastoral y el magisterio del Papa Francisco, de una Iglesia “en salida”, que se percibe como un “hospital de campo” buscando curar las tantas heridas de hombres y mujeres de este mundo golpeados por las guerras, conflictos, por una violencia que se apodera a menudo del corazón de tantas personas. En este sentido, la nuestra es una relación comunitaria, donde prevalece la preocupación común de estar cerca y fortalecer la construcción del pueblo de Dios en esta tierra.

¿Cuál es la diferencia en la mística de Juan Pablo II y la del Papa Francisco?

Son personalidades diferentes. Juan Pablo II ha representado el testigo de la esperanza en el tiempo oscuro de la Guerra Fría. Buscó de manera incansable la paz en todas las situaciones. El ícono de la oración por la paz en Asís con todos los líderes de las religiones mundiales bien representa la fuerza débil de la oración que puede cambiar la historia. Así fueron las caídas de los totalitarismos en los países del Este y luego la del muro de Berlín en 1989. Bergoglio representa el Pontífice que con su comunicación clara y sencilla del Evangelio, siguiendo el ejemplo de San Francisco de Asís, quiere sacudir las conciencias adormecidas de tantos y propios, porque ha vivido en una gran megalópolis como Buenos Aires. Aquí vio crecer el fenómeno de la globalización y ha sabido gobernar este proceso, escuchando los pedidos y las angustias de este mundo, buscando una respuesta en una Iglesia no proselitista sino atractiva, bella por su propuesta de vida y de encuentro con todos, una Iglesia inclusiva y no exclusiva.

La comunidad realizó en octubre pasado el encuentro de “Oración por la Paz y el coraje de la esperanza”, ¿qué frutos dejó este evento?

Con el lema “Nadie se salva solo”, ha sido un signo importante con presencia importante de las diferentes religiones mundiales a pesar de las limitaciones que la pandemia ha constituido. La presencia del patriarca de Constantinopla, del rabino de Francia, del jefe de la Iglesia Luterana Mundial, del secretario del Imán de Al Azhar Al Tayyeb, con que el Papa firmó el año pasado en Abu Dhabi el documento sobre la fraternidad humana, fueron algunas de las presencias más significativas. El mensaje que se ha difundido es que las religiones nunca justifican la violencia y el terrorismo, y quien obra estos actos no es un hombre “religioso”, sino que actúa una suerte de blasfemia. Y esto va creciendo entre los jóvenes que buscan una fraternidad verdadera entre diferentes.

Hace más de 20 años ustedes organizan almuerzos para los más necesitados. En este tiempo de pandemia, ¿cómo se realizará la actividad?

No lo haremos en las iglesias y en los templos, como ha sucedido en los otros años, justamente por las medidas de distanciamiento social. En todo caso, será una Navidad distinta pero con los amigos de siempre. Iremos nosotros a buscarlos en sus lugares, las calles, los hoteles, las casitas de las villas para que puedan celebrar la fiesta. No vamos a abandonarlos en este tiempo donde la soledad pesa como una piedra. Cada uno con la ayuda de tantos amigos, que donan, que preparan alimentos, tendrán una rica comida con un regalo personalizado. Con los autos vamos a recorrer estos lugares el 25 y si no terminaremos la entrega, lo haremos el 26. Será una Navidad que quiere abrazar todos los lugares escondidos de la Ciudad y también del Gran Buenos Aires, donde hay otros grupos de la comunidad que trabajan y sirven a los más pobres. 

¿De qué manera podemos contribuir a sembrar un mundo mejor?

Venciendo nuestro sonambulismo e indiferencia, no dando un rodeo como hizo el levita y el sacerdote en la parábola evangélica del Buen Samaritano. De esta manera, encontrando en el pobre el rostro de un hermano no pensando sólo en el propio bienestar, sino mirando al que sufre, al que está a nuestro lado, al que nunca habíamos mirado. De esta manera podemos construir un mundo mejor. Como dijo el 27 marzo pasado el Papa Francisco en la oración mundial contra la pandemia en la Plaza San Pedro: “Estamos por un mundo mejor, más solidario, menos violento e indiferente”.

En tiempos de pandemia, sin duda, aumentó índices de la pobreza  ¿cómo se puede lograr un mayor acercamiento a lo espiritual a pesar de la adversidad económica?

La pandemia, sin duda, ha evidenciado mayormente la brecha entre ricos y cada vez más pobres. La injusticia se ha presentado en las imágenes de estos amigos que no tienen casas y no podían respetar las normas, obviamente. Pero, por ejemplo, piden barbijos que nosotros siempre les brindamos. El hambre en este tiempo de pandemia es mucho y vamos experimentando que va creciendo; pero existe también un hambre espiritual, un hambre de palabras, hablar con ellos les restituye la dignidad de personas. Algunos que no conocían la comunidad han querido participar a momentos de oración  en estas semanas de Adviento en la basílica de San José de Flores. Escuchar la Palabra de Dios y rezar comunitariamente ha sido para ellos un lindo descubrimiento y un fortalecimiento de la fraternidad entre todos, entre quien sirve y quien viene servido.

El ser ecuménico le ha permitido acercamiento con todas las religiones, especialmente con la comunidad judía, ¿cómo es el nexo con ellos?

Hay una amistad muy antigua. Tantas batallas comunes contra el antisemitismo en Argentina y en el mundo donde están presentes nuestras comunidades. El recuerdo de la Shoapara la comunidad es una memoria fundante que buscamos transmitir a las nuevas generaciones, porque la memoria ayuda a no repetir los errores y los horrores del pasado. En estos años hemos conocido muchos sobrevivientes de la Shoá y con la comunidad los hemos traído a los colegios para dar a conocer sus conmovedoras historias. Son  verdaderos hermanos mayores nuestros, indicándonos la banalidad del mal y al mismo tiempo no viviendo sentimientos de rencor o venganza hacia sus verdugos. ¡Verdaderos maestros de la vida!

¿Cuál es el mensaje que nos deja en esta fecha?

­La Navidad para nosotros, los cristianos, es la memoria viva del nacimiento de Jesús y la posibilidad que también nosotros, con todas nuestras limitaciones, podemos renacer a una vida nueva. Como dice un antiguo dicho rabínico: “Si cambio yo, puede cambiar el mundo”.

Si quieres ayudar como voluntario, comunícate:

www.santegidio.org

https://www.facebook.com/SantEgidioES/

@santegidioarg

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