Victoria Tavieres Castro y Pablo Silva se convirtieron en 2015 en el primer matrimonio igualitario del país en adoptar legalmente a dos chicos judicializados. Primero llegaron David y Batista. Al año siguiente, también adoptaron a Yanina. La experiencias de sus hijos, la búsqueda de la identidad de Victoria y el desafío de las familias diversas en promover el empoderamiento infantil
“¿Vas a ser más feliz?”. Esa simple pregunta hecha por uno de sus hijos bastó para que Victoria Tavieres Castro derribara todos sus temores e iniciara hace cuatro años su transición para ser una mujer trans. Hasta ese momento se identificaba como Juan Castro. En 2015, junto a su pareja Pablo Silva, se habían convertido en el primer matrimonio igualitario en adoptar niños judicializados en Argentina. Primero fueron David y Batista, dos hermanos de 11 y 9 años que vivían en un hogar de niños en Misiones. Un año después, en un viaje para que sus hijos visitaran a su hermana biológica y depositaran una flor en la tumba de su madre, conocieron a Yanina, una niña con microcefalia, la única del hogar de niños que había hospedado a los hermanitos que no había conseguido familia. Yanina se convirtió, pronto, en su tercera hija.
Luego de una dolorosa etapa por la muerte de familiares que atravesaron duras enfermedades, Juan y Pablo emprendieron un viaje que les cambió la vida para siempre. De Tierra del Fuego viajaron a Misiones para conocer las Cataratas del Iguazú. Se dirigían en un remis hacia las minas de Wanda cuando el chofer escuchó que ellos, en el asiento de atrás, hablaban de “adopción”: les ofreció llevarlos al hogar de niños “Piecitos colorados”. Allí conocieron a sus hijos. Hoy, dos de ellos son mayores de edad y lejos de haber sufrido bullying o discriminación, su situación fue diferente.
“Lo más complicado para ellos fue el tema del peso de quiénes eran. De que íbamos al supermercado y los abrazaban. Esa parte fue la que les costó más porque fue muy resonante en ese momento”, recordó Victoria, quién es subsecretaria de Diversidad de Tierra del Fuego. De hecho, remarcó que al haber sido un caso mediático, “los conocía todo el mundo y les pesó eso, más que la mirada. Nunca se dio una situación compleja en la escuela”.
Batista, quién actualmente tiene 18 años, destacó que afortunadamente no sufrió discriminación y aseguró que su familia “es única”. “Cada quien decide quién quiere ser y qué quiere ser”, planteó el joven que no sólo disfruta de su último año escolar, sino que se encuentra involucrado en promover la diversidad y género entre sus compañeros para contribuir en el empoderamiento que los lleve a poner en valor distintos derechos.
Aún así, la realidad de otros hijes no es desconocida y por eso, Victoria remarcó que es necesario “realmente hablar del tema sin prejuicios” y planteó que el colectivo LGBT+ “fue invisibilizado, discriminado y excluido en la periferia más absoluta y no podemos esperar que a nuestros hijes les caiga un poco de eso” dado que hoy existen otras herramientas y leyes.
Andrea Rivas, presidenta de Familias Diversas Asociación Civil (AFDA), una ONG que promueve los derechos, la igualdad real y las mismas oportunidades para todas las personas, aportó contexto al tema: resaltó la necesidad de “empoderar a les niñes para que sean agentes de cambio en sus propias escuelas y centros de estudiantes. Si supieran sus derechos podrían dar intervención a otras instancias como por ejemplo, en la Ciudad si no se le respeta la identidad de género puede llamar al Ministerio Público Tutelar y que haga un abordaje desde su área de género para que se respete su identidad de género”.
En ese marco y como agente de cambio, Batista remarcó que es necesario otro abordaje de la ESI porque se habla de “las personas o género que mucho no tiene que ver con el mundo real”. De hecho, advirtió que la educación está centrada en la sexualidad y “siempre mujer y varón: no utilizan otros géneros y eso está mal”.
Para Batista el empoderamiento también es importante para hacer frente a casos de discriminación que puedan surgir. “Los jóvenes tienen mucho en ese sentido y reclaman”, planteó ante inquietudes que surgieron en su entorno respecto al sistema educativo.
Antes de la pandemia y al integrar el centro de estudiantes de su escuela, Batista que se encuentra en el último año del secundario, junto a sus compañeros accedieron a una capacitación sobre género y luego brindaron un taller a los estudiantes de la escuela. “La ESI, desde el gabinete, no trabajaba todos los temas”, indicó. En el taller, los estudiantes concluyeron que “no existía la persona perfecta” y se enfocaron en todos los tipos de género. Fue ahí donde surgieron casos de “discriminacion en algunos cursos, más por ser trans y por eso piden ayuda a centros de estudiantes”. De hecho, “la discriminación a veces se da más por parte de los tutores y docentes”. Frente a dicha situación, aclaró que se puede acudir al área de Diversidad y Género para pedir ayuda y así lograr una intervención.
Ante casos similares, el empoderamiento resulta relevante dado que “la autonomía progresiva es desconocida. Cuando empiezan a conocer que tienen derechos y cómo exigirlos, o hacer denuncia, eso empieza a hacer que se vaya cumpliendo. Pasa que hay una gran falla en los mecanismos institucionales y deja muy expuestas a las personas que hacen las denuncias”, planteó Rivas. Así, los miedos del pasado, la exclusión y la estigmatización más cruda que Victoria enfrentó en el pasado, se reconvirtió en una fortaleza transmitida a sus hijos e hijas que asumen una sociedad más inclusiva y con la búsqueda de derechos garantizados.
Vivir sin vergüenza
En 2021, seis años después de haber sido el primer matrimonio igualitario del país en adoptar legalmente a dos chicos judicializados, volvieron a romper otra barrera: fueron una de las primeras parejas trans en casarse por iglesia pese a que la boda no fue inscripta como matrimonio en los documentos eclesiásticos dado que las normas del derecho canónico todavía lo impiden. Para entonces, Victoria había dejado de ser Juan. Sus hijos recuerdan cómo se enteraron: ocurrió una tarde después de salir de la escuela, en la contención del hogar. Pablo, su papá, les pidió que los acompañaran a la casa y al entrar a la habitación se encontraron con su abuela y su mamá. “Ahí nos dijo que se sentía una mujer trans”, recordó David.
Como años atrás en su búsqueda por la identidad, Victoria volvió a atravesar una etapa repleta de miedos e incertidumbre. Otra vez distintos temores reaparecieron pero las respuestas de sus hijos la serenaron: “Si te hace feliz, hacelo”, le planteó Batista, mientras que David le aseguró que no le importaba lo que le podrían decir porque “sabemos quiénes son, que los otros se rían pero no tenés que hacerles caso”, le aconsejó.
“Lo tomamos muy bien”, aseguró el adolescente, quién sin darse cuenta y junto a su hermano ayudaron a su mamá a vivir una nueva etapa en su vida. Al recordar esas breves pero contundentes palabras, Victoria inició su transición: “Mis hijes me enseñaron a que viviera sin vergüenza”. A diez años de la identidad de género y doce del matrimonio igualitario, Victoria planteó que dichos derechos también permitieron “darle la posibilidad a niñes judicializados a poder tener una familia porque nuestro colectivo no se fija si son hermanitos, si tienen una patología o no”.
Empoderamiento infantil
Del miedo al rechazo, estereotipos, críticas a su familia o negación a pedir ayuda en la escuela son algunos de los inconvenientes más frecuentes que atraviesan muchos niños y niñas de familias diversas. Si bien las experiencias pueden ser variadas, el empoderamiento infantil es uno de los aspectos a trabajar para garantizar los derechos e igualdad. La historia de Fran es un ejemplo de eso.
La pandemia había iniciado hace unos meses y mientras el encierro sofocaba a miles de personas, Fran, de 9 años, vio la oportunidad para buscar su propia identidad. Luego de una charla con su familia, aprovechó la suspensión de clases para enfrentar su transición y lejos de posibles situaciones de acoso en lo que era su ámbito de frecuencia.
Al terminar las restricciones, seguro de quién es y de lo que deseaba, decidió ir sólo y hablar con su docente, pero “no entendió nada”, tal le reconoció a su mamá después. Si bien ella se ofreció a intervenir, él intentó hacer frente a la situación por sí mismo. Sin embargo, seis meses después la realidad cambió. “Tenía miedo de ir al baño de niños y se aguantaba las ganas”, recordó su mamá, quién debió acudir a la escuela para que reconozcan a su hijo por cómo se percibía. Fue allí donde el maestro reconoció que le dijo que era trans pero no se había dado cuenta. A partir de ese momento, optó por reforzar el empoderamiento infantil ya sea por cómo se percibe o bien, por el acoso que pueden sufrir al pertenecer a una familia diversa.
En 2020 se dio a conocer el resultado de una investigación, cuyos datos se agravaron en pandemia. La ONG Familias Diversas Asociación Civil (AFDA) realizó un estudio sobre la invisibilidad de las familias LGBTIQA + y la diversidad sexual en las escuelas. Allí se detectaron cifras que demuestran que pese al amor de una familia, la soledad e indiferencia aún persisten. De los hijos, hijas e hijes de familias diversas encuestados, el 44% indicó que no habían hecho deberes o usado libros donde se representara la diversidad familiar. Si bien sólo el 25% dijo que tuvo problemas en la escuela a causa de la diversidad familiar, de ellos, el 69% reconoció que no haría nada, mientras que el 19% pediría ayuda al docente. Al respecto, Andrea Rivas presidenta de AFDA indicó que la mayoría de los menores plantearon que dicha reacción era “por miedo a que no te crean, a no ser tenidos en cuenta o represalia”.
“Sería bueno que habláramos más sobre este tema porque muchos toman como algo malo que haya gays, lesbianas o trans”, planteó uno de los adolescentes encuestados. Dado que en la educación sexual integral no se trabajan temas como los derechos, los menores desconocen algunos aspectos. A modo de ejemplo, Andrea planteó que “el código civil desde el 2015 establece que a partir de los 13 años podés ir de manera autónoma sin que te acompañe ninguna persona al médico y tomar determinadas decisiones sobre tu cuerpo”. Por eso, “el empoderamiento hoy tiene que ser mayor en los niñes. Saber cuándo hay un protocolo, y exigirle a los maestres antes de que suceda un hecho, porque pasan un montón de situaciones de violencia”.