La historia de una argentina productora de cine en Hollywood que hoy vive en una montaña en Marruecos

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Candelaria del Azar tiene 59 años y reside en Chefchaouen, Marruecos, aunque se siente “una ciudadana del mundo”. Trabajó con el actor Cristopher Lambert hasta que se hartó de la vorágine de Hollywood y empezó a recorrer el globo. La experiencia de una argentina que entiende que viviendo en otros países aún está representando al suyo.

Hay argentinos que deciden sumergirse en aventuras viajeras con una hoja de ruta marcada y estructurada. Hay otros que se desafían a sí mismos: emprenden su recorrido sin saber qué les deparará el horizonte. Aunque por más destino cierto o incierto que se interponga en el camino, olvidarse de las raíces es un ejercicio traicionero. Bien lo sabe Candelaria del Azar, una argentina que pasó de vivir en la selva a trabajar en Hollywood, y ahora entabla una conversación con Infobae desde una montaña en Marruecos.

Tiene 59 años y nació en el centro de la ciudad de Buenos Aires, en los alrededores de la Plaza San Martín. Estudió producción de cine. También es traductora de lenguas extranjeras. Domina cinco idiomas: portugués, francés, inglés, italiano y darija (el árabe marroquí). Los viajes, su curiosidad, perseverancia y facilidad de aprendizaje son los principales factores responsables de su diversidad cultural.

A los 25 años recibió un regalo inesperado que cambió el rumbo de su vida y le abrió la puerta a un futuro de “película”: un pasaje de avión con destino a Hollywood. “Me fui de Argentina porque estaba trabajando en una producción, en la película Highlander. El actor Cristopher Lamber, con quien trabajaba en ese momento, me regaló un pasaje en primera clase a Los Ángeles”. Sin dudarlo, y gracias al tiempo libre disponible por vacaciones en aquel entonces, Candelaria decidió emprender rumbo norte. Desconocía que el resto de su vida lo pasaría lejos de su tierra natal.

“Había trabajado en muchas producciones internacionales que se habían filmado en Argentina, tanto de cine como de publicidad y tenía muchos amigos y conocidos”, relata. Ya no había marcha atrás, aceptó la invitación y comenzó su aventura. Sin embargo, este viaje no entraba en sus planes ni estaba programado: “Yo nunca tomé una decisión de irme. Me fui de viaje, sigo de viaje y nunca volví”. No había ningún guion escrito. Tampoco sabría cuál sería el final de esta historia basada en hechos reales, pero sí había certeza absoluta de que esta joven porteña comenzaba una aventura inolvidable que tendría a los viajes como protagonistas en su vida. “Siempre tuve claro desde que nací que quería viajar”, cuenta.Una de las pasiones de Candelaria del Azar es el mantenimiento de sus plantas en su casa de Chefchaouen, MarruecosUna de las pasiones de Candelaria del Azar es el mantenimiento de sus plantas en su casa de Chefchaouen, Marruecos

Al llegar, decidió comenzar cursos de cine en California para seguir formándose. Pero lo que nunca imaginaba es que todo sucedería tan rápido gracias a un oportuno encuentro: “En esos cursos me encuentro con Christopher Lambert, me invitó a comer y a trabajar con él”. El actor la dejó a cargo de su productora. Producción tras producción pasó ocho años viviendo en Estados Unidos. Nunca había tomado la decisión de ir a trabajar a la industria cinematográfica más conocida del mundo, sino que todo fue surgiendo de forma natural. “Todo mi tiempo en Hollywood fue con Christopher Lambert. Él tenía una productora y nosotros nos ocupábamos de buscar financiamientos, proyectos, encontrar guiones, trabajar en ellos, armar equipos. Además, nos encargábamos de la postproducción, la edición, la salida al mercado, la publicidad”.

La dinámica diaria, el estrés constante, el ritmo de vida frenético le parió una incertidumbre. Empezó a sentir cierto rechazo a esa torbellino: “Todos parecen muy contentos, pero es una vida de insatisfechos porque siempre hay uno que gana más que el otro”. La vorágine la superó: acordó ponerle punto final a una de las etapas más importantes de su vida, y a la vez, más agobiante. “Decidí irme de Estados Unidos porque estaba muy cansada. No quería saber más nada de Hollywood, estaba muy estresada, casi por entrar en depresión”. Necesitaba desconectarse de la rutina: decidió tomarse seis meses. El primer trimestre descansó en su casa de Los Ángeles; los tres restantes los aprovechó para seguir su impulso de vida: viajar.

Inauguró una nueva etapa donde la práctica que venía arrastrando era la antítesis a la que se le presentaba. Colombia fue su próximo destino. Encontró una vida “libre y despreocupada”. Junto con nueve amigos decidieron comprar un camión y empezaron a viajar. Pasaron por Panamá y Costa Rica. En este último país conoció al padre de Pau, su única hija. Su ex pareja falleció tiempo más tarde.En Costa Rica, cultivando bananas. Allí conoció al padre de Pau, su única hijaEn Costa Rica, cultivando bananas. Allí conoció al padre de Pau, su única hija

Alejada de la zona urbana y rodeada de zonas verdes, viviendo dentro de una finca en mitad de la selva, se radicó durante ocho años en Costa Rica donde su abanico laboral fue variado: “Tuve un restaurante, hacía comidas por encargo y también traducciones”. Luego, se inclinó por el medio ambiente: “Me dediqué a trabajar por la naturaleza junto a distintas asociaciones para tratar de salvar el bosque”. Entre tantas andanzas y experiencias viajeras, los mejores recuerdos los ha cosechado en Costa Rica: “El mejor recuerdo que tengo es la naturaleza, de haberme convertido en madre allí y haber criado a mi hija en esas magníficas condiciones”. Finalmente, el grupo se disolvió y cada uno hizo su camino. Ella compró su tierra con un río en un lugar llamado Punta Uva, ubicado del lado del caribe de Costa Rica, al norte de la frontera con Panamá. Sin embargo, su vida no prosperó allí. Decidió irse, priorizando el futuro de su hija: “Me fui de ahí porque estaba buscando unas mejores condiciones educativas para mi hija”.

De Costa Rica regresó a Argentina, concretamente a Ushuaia. Una escala temporaria. A partir de entonces, comenzó su andanza por Europa. Tuvo una breve etapa viviendo en Noruega de donde resalta “su maravilloso ártico” y destaca el trato de la gente local y el respeto entre ellos. Además, “a pesar de ser una sociedad tan rica viven muy simple”, considera Candelaria. Entre 2004 y 2007 estaba siempre en movimiento entre Noruega y Marruecos, por tierra.

Luego vivió un tiempo en Francia. De allí quedó fascinada con su gastronomía. Siguiendo su hoja de ruta, se instaló en España donde destaca “lo parecido que es con Argentina”. Según cuenta Candelaria, los destinos europeos por los que atravesó, se basaban en disfrutar algunas estaciones del año, sobre todo las primaveras y los otoños. “Empezábamos los viajes en febrero y marzo en España y Francia entre abril y mayo. Seguíamos por Alemania, Dinamarca y Noruega en junio y llegábamos al Ártico para ver esa primavera. Fueron años maravillosos viajando con libertad”, recuerda.Junto al actor y productor Christopher Lambert (izquierda) y al productor de cine Gary Goldstein (derecha)Junto al actor y productor Christopher Lambert (izquierda) y al productor de cine Gary Goldstein (derecha)

El año pasado, tras la pandemia, regresó a Argentina. Allí estudia Pau, su hija de 23 años, quien está a punto de terminar la carrera de Economía Empresarial. La joven llegó a Argentina en febrero de 2020. No fue una etapa sencilla para su hija en aquel entonces: “Su primera experiencia de vivir en una gran ciudad no fue la mejor ya que estaba encerrada en un departamento y con clases virtuales”, cuenta su madre. La pandemia fue el motivo que las distanció.

Actualmente, vive en Chefchaouen, “la perla azul” de Marruecos. Es una ciudad ubicada al noroeste de Marruecos conocida por el color de sus casas y negocios, toda pintada absolutamente de diversos tonos azules. Cada rincón, calles estrechas, suelos, locales o negocios están pintados de azul. Allí, en medio de la montaña, Candelaria recibió al cronista con un típico té marroquí y dulces de la región. El amor por este país no era reciente, sino que ya tenía su antecedente: “A Marruecos fui porque ya conocía desde chica y me gustaba mucho. Fui por primera vez en 1987, era una inocente viajera con mi mochila”. Sin embargo, el cariño por este país acrecentó sin saber qué le depararía el destino: “Descubrí otro mundo que me enamoró de inmediato, pero nunca pensé que viviría allí”. En cada viaje sus estadías en Marruecos se alargaban más y más. “Nunca fue una decisión consciente, sino que el camino la llevó hasta ahí”.

Marruecos es un lugar que me seducía mucho y cuando conocí Chefchaouen me encantó la calidad de vida que hay acá”. Dos años después de haber arribado comenzó con el aprendizaje del idioma: “El árabe es una lengua tan fina y elaborada, la cual manejo muy bien, pero sigo aprendiendo”. Tal como relata Candelaria, no sólo comunicarse en la lengua local es importante, sino entender su cultura, “su humor, sus tristezas y reclamar tus derechos en el idioma del país en donde estás”.Candelaria y su hija PauCandelaria y su hija Pau

En “Chauen”, como le dice ella, montó una pequeña empresa de artesanías marroquíes que vende en Noruega y, paralelamente, tiene una casa que la alquila como hospedaje a turistas. La propiedad acumula años de historia, ya que fue la primera casa que se vendió a extranjeros en los años sesenta. Tiempo más tarde, la única argentina de la ciudad marroquí compró la vivienda. Allí trabaja en el circuito turístico, pero “es un turismo muy de paso, la gente viene en el día y se va. La mayoría de la gente pasa solo una noche”, cuenta.

Su casa se llama “Riad Jibli”. Riad son las clásicas casas árabes, cerradas hacia afuera, y con una gran apertura en el centro, como una mini fortaleza. “Así se hacían antes, por protección y privacidad, y esa es la sensación que tenés dentro de la vivienda”, describe Cande. “Lo alquilo por Airbnb. Tiene cuatro habitaciones. Su mayor encanto es su estructura original, su patio central abierto al cielo”. El sol y la luna son invitados constantes durante el día y la noche. Además, el Riad, cuenta con una fantástica terraza que es un pequeño jardín.

Los marroquíes y extranjeros con los cuales interactúa tienen buena percepción de los argentinos en el exterior. “Acá en Marruecos cuando le digo a los locales o los huéspedes que recibo que soy argentina, reaccionan bien”. “Lo quieren mucho a Messi. Acá recibimos mucho turismo americano y les encanta la Argentina, les encanta el Malbec, la Patagonia”, agrega. Esas reseñas le generan especial emoción: “Argentina es un país maravilloso, con gente maravillosa, con una naturaleza fuera de serie”. Al vivir en el exterior, intenta simbolizar de la mejor manera a su país natal: “Trato de ser buena persona y comportarme correctamente también para representar bien a nuestro país en Marruecos”. Y ensaya una reflexión para aquellos compatriotas que viven fuera de los límites nacionales: “Si un argentino está viviendo fuera del país, tiene que pensar en ser mejor persona. Estamos representando a nuestro país en el exterior. Que nuestra contribución al mundo sea positiva y no una carga”.

La distancia, como para cada viajero, es el peor enemigo al momento de emprender un nuevo rumbo. Desprenderse de familiares y amigos es el “golpe bajo”. Para esta argentina residiendo en la montaña de Marruecos, no ha sido nada fácil. “Dejar mi tierra y mi cultura, tiene un precio alto. El desarraigo es fuerte”, asegura. Si bien se siente “una ciudadana del mundo y estoy bien en todos lados”, añora mucho a sus amigos: “No extraño viajar como turista, pero sí viajar para ver a los amigos que me ha dado la vida. En Argentina la familia y los amigos es lo más querido que tengo”. Confiesa que es difícil que vuelva a instalarse en el país, hay algo bien interno que le queda por probar: “Me queda la fantasía de volver, más que el sueño”.

Candelaria pasó por muchos países pero vivió solo en cinco: Argentina, Estados Unidos, Costa Rica, Francia y Marruecos. Asegura que viajar hoy en día es un concepto globalizado, masificado, trillado y turistizado. Dice que los mejores viajes son para visitar gente querida, poco importa donde sea, lo importante es la buena compañía.

Fuente: Infobae

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