En 2009, cuando Victoria Bustos decidió dedicarse al boxeo, ya era “bastante grande”, según le decían, para iniciar de cero en una disciplina. Pero eso no le importó. “Vos te lo perdés, porque yo voy a ser campeona del mundo”, le dijo al teléfono a quien quería que fuese su primer entrenador: Tito Insua. Ella tenía 21 años y si bien el hombre aún no preparaba a mujeres, la escuchó tan decidida que le dio una oportunidad. “Te espero mañana”, le contestó.
Al día siguiente, cuando Victoria llegó al gimnasio en Rosario, le preguntaron cuántas pelea como amateur había hecho. Ninguna. No se había subido al ring en su vida. Tres años después dio su primera pelea profesional y al año se consagró campeona del mundo. Fue el 21 de septiembre de 2013 por la Federación Internacional de Boxeo en la categoría ligera de 61 kilos. Y los éxitos siguieron: el 1 de agosto de 2018 obtuvo su segundo campeonato mundial en la categoría superligera de 63 kilos y medio.
“Me acuerdo de que un fin de semana en el club de mi barrio fui a ver una pelea, me fascinaba cómo el técnico daba indicaciones y el boxeador hacía lo que le decía, me fui con la idea de que podía ser campeona del mundo”, narró en diálogo con TN. “Corrí a casa a decirle a mi viejo que yo quería boxear”, agregó. Su padre la miró y no le contestó. “Ya me conocía, tenía ideas locas, pero él también sabía que lo que me ponía en la cabeza, lo lograba”, recordó. Años más tarde, ya peleando profesionalmente, se enteró de que el boxeo era el deporte que habían elegido varios miembros de su familia, como su tío y su padre.
El lunes siguiente, al fin de semana en el que vio la pelea que la impresionó, Victoria llamó al entrenador y el martes ya estaba en el gimnasio. Un mes después tuvo su primera pelea como amateur. Tres años le llevó lograr uno de sus objetivos principales: hacer del boxeo su profesión. “A mi quinta pelea como profesional ya estaba peleando un título mundial”, señaló.
Ahora, a cinco años de obtener su segundo título mundial, ya visualiza el próximo. “Volvería a luchar por el tercero y, como la Argentina, me gustaría tener tres estrellas”, confesó. Sin embargo, aclaró que los títulos no son las únicas metas en su vida. “No es lo que define a un deportista, yo valoro más las enseñanzas, aprendí que ni la edad ni la plata ni las necesidades son factores que influyen en no intentarlo”, remarcó. “Ni uno mismo sabe hasta dónde, cuándo y cómo llegar”, sostuvo. Y su historia lo demuestra.
El boxeo y su historia familiar
Desde el día en que la rosarina comenzó a boxear, su familia la apoyó, pero también guardó un secreto que a ella se le reveló unos años después. Tras varias peleas como profesional, llevando ya más de tres años en la disciplina, se enteró de que su padre también había disfrutado de ese deporte y de que su tío había disputado 150 peleas como amateur. Allí comenzó a entender mejor su atracción inmediata hacia el boxeo.
Si bien obtuvo dos trofeos mundiales, peleó en el Madison Square Garden, en el Word Trade Center y en Mónaco, su mayor hazaña no fue deportiva. Con las lágrimas saltando de sus ojos contó su mayor triunfo: “Lo mejor que me pasó fue haber ganado el título y habérselo dado en las manos a mi viejo en las manos para que lo levante”.
Además de a su padre, Victoria también le entregó el título a su primer entrenador, quien le había regalado una pulsera en su primera pelea amateur. “Me dijo que se la devolviera cuando fuera campeona y así lo hice”, contó.
Ser ejemplo
A Victoria nunca le importó nada de lo que pasara por fuera de su meta. No prestó atención a los que le decían que no podía o a los que la miraban como “una loca” que quería lograr algo que pocos deportistas y pocas mujeres alcanzaron. “Yo tenía tantas ganas de aprender que solo quería ponerme los guantes y salir a pelear”, indicó.
Superó todos los obstáculos. Sobre la discriminación de género, indicó que nunca tuvo “malas experiencias” pero que sabe que otras mujeres sí. “Los gimnasios están repletos de varones, son el 90% y nosotras el 10%, pero yo siempre me encontré con compañeros que me ayudaron”, contó.
Si bien el campeonato era una meta personal, ella también lo reconoce como un logro colectivo: “Los tiempos cambiaron, cuando yo arranqué en 2009, una mujer antes no encabezaba una cartelera en el Madison Square Garden, no peleaba en el Word Trade Center ni en Mónaco”,indicó y recordó que varios de sus logros no los dimensionó hasta después de un tiempo. “Yo en ese momento pensaba en el boxeo nada más, en Mónaco me estaba viendo pelear el príncipe, cuando me bajé del ring y me vino a saludar, sin dudarlo lo abracé como a cualquier persona, enseguida se me vino toda su seguridad encima”.
Cuando la rosarina inició sus pasos en el deporte, ya había mujeres que triunfaban en la disciplina, pero no muchas ni en la misma medida que los varones. “El crecimiento de la mujer es magnífico y hay que seguir luchando por la igualdad, porque el deporte es salud, es inclusión, felicidad y compañerismo”.
Hace algunos años y tras obtener el segundo campeonato, Victoria decidió que era el momento de cambiar de equipo. Aterrizó en la ciudad de Santa Fe, capital provincial, recomendada por su promotor. Desde hace varios años viaja de Rosario a Santa Fe para asistir a los entrenamientos de Osvaldo Salami en el gimnasio Olimboxing. “Le dije que me encantaría que me entrenara, vine, me gustó el lugar, me sentí cómoda y me quedé”, aseguró sentada en una banqueta en el ring del lugar.
Además de prepararse para seguir dando batalla en el deporte, Bustos da clases gratuitas en Rosario y en Granadero Baigorria. Son de boxeo recreativo, para todas las edades. “Me encanta la ayuda social y quiero devolverle a la vida algo de lo que me dio”, aseguró.
FUENTE TN