Manuel Nieto es un joven con autismo que superó las dificultades creando dibujos extraordinarios.
POR ALEXANDRA BARRETO
Le dicen Manu, tiene 20 años, y a los 2 sus padres, María Mangone y Fernando Nieto, observaron que tenía problemas de comunicación. “Nos dimos cuenta de a poco y en la escuela nos decían que se quedaba en un rinconcito”. Su intolerancia a los ruidos fue aumentando, al igual que los problemas para tener amigos. A pesar que María es maestra psicoanalista y Fernando artista plástico, sus conocimientos no bastaron; empezaron a investigar qué tipo de tratamiento debía seguir el precoz artista.
El diagnóstico indicó que tenía un Trastorno del Espectro Autista, pero esto se convirtió en el motor para estimular a Manu a través de la creatividad con los dibujos. Pero no son cualquier cosa: una rana con tres lenguas, un pájaro de siete picos, un elefante de dos trompas. También los pajarofantes, los alebrijes, la cocorana, una autuga y hasta una bañerafante son sus creaciones y parte de su primer libro que publicó en el 2018, editado por Primera Sudamericana que se titula “Los Mundos de Manu” y consta de ocho historias que ocho ilustradores de renombre escribieron a partir de los “animales duplicados” de Manuel. Liniers, Pablo Bernasconi, Alejandra Lunik, Kioskerman, María Alcobre, Soledad Otero, Tute y Caro Chinaki.
Manu ha sido muy estimulado por la dedicación de sus padres. Un día María descubrió que un lápiz se convertiría en esa especie del mago Aladino. “Él dibuja algo que le viene de adentro de un solo trazo: no borra, no tira, no duda, todos sus dibujos tienen que ver con la aceptación de la diferencia. Una vez, en Córdoba, dibujaba ranas de tres, cinco, seis, siete patas. Le dije que la de cuatro patas no estaba y contestó: ‘No, porque esa es la normal”. “Además, los primeros eran todos en blanco y negro y después los invadió el color”.
Su padre envió algunos de los dibujos a un concurso del Centro Cultural Recoleta donde fueron evaluados por un jurado; ganó y pudo exponer decenas de sus obras en una sala.
María se emociona cada vez que mira todo el camino recorrido de este joven y gran artista que hace una vida como la de cualquier otro chico de su edad. Desde hace 2 años tiene novia (Luana), que le enseñó a bailar cumbia, sale a hacer compras, aunque tiene algunas debilidades como la buena comida y le hace falta hacer ejercicio, comenta, su madre.
Manu es muy seguro de sí mismo y un día le gritó al mundo: “Soy artista”. A partir de allí comenzó la catarsis de dar forma a esa vida misteriosa pero rica en vivencias. “Nuestro hijo es feliz, desde su marca By Manu llenó con sus dibujos: remeras, cuadros, almohadones, pines y tarjetas”.
Este es el comienzo del camino de un futuro prometedor. Los momentos de angustia de no saber qué hacer con una mente brillante e ingeniosa quedaron en el pasado, ese arte que lo salvó de la soledad.