La localidad de San Martín de los Andes tiene ahora un especial atributo para quienes profesan la fe judía: ayer la comunidad hebrea de ese lugar hizo la preinauguración de su sinagoga. Se trata del primer templo judío que abre sus puertas fuera del área metropolitana de Buenos Aires (AMBA) en más de 10 años.
De hecho, la nueva sinagoga de San Martín de los Andes forma parte de la corta lista de apenas 10 espacios religiosos de esta colectividad que se inauguraron en los últimos 40 años en el interior del país, junto con Jabad Tucumán (1982), Beit Jabad Rosario (1987), y Kehilat Jabad Mendoza (2007), entre otras.
“Es muy inusual la inauguración de una sinagoga fuera de AMBA en estos tiempos. Todo se originó con la llegada de los judíos a la Argentina: las corrientes migratorias de inicios y mediados del siglo XX propiciaron la apertura de la mayoría de las sinagogas. Cada población, según el lugar desde donde provenía, creaba comunidad, que es fundamental para llevar una vida judía”, cuenta la rabina Deborah Rosenberg, que ofició ayer la preinauguración de la sinagoga de San Martín de los Andes.
La apertura oficial será el 21 próximo y estará a cargo del rabino Fabián Skornik, de la comunidad Lamroth Hakol de la provincia de Buenos Aires. Las fechas elegidas para la inauguración –además del 21 sumarán el 22 y el 23– coinciden con los días de la celebración de Pésaj.
Hace más de 25 años, y como en muchas otras ciudades del interior del país que no cuentan con un templo, la comunidad judía de la turística localidad neuquina comenzó a reunirse en casas de familia para celebrar sus festividades.
“Desde 1995 se hacen reuniones para celebrar el Año Nuevo judío o las Pascuas judías. Al principio, las organizaba una chica que tenía un parador en la playa Catritre. Llegó a juntar 100 personas. Yo llegué a San Martín en 2002 y al año siguiente se hizo otra convocatoria que reunió a más de 70 personas. Se hicieron cenas algunos años más y luego dejaron de hacerse por distintos motivos. Recién en 2015 arrancamos nuevamente con cenas en casas de distintas familias de la comunidad, pero las casas quedaban chicas”, recuerda el periodista Mario Jakszyn, miembro activo de la comunidad.
Fue entonces cuando Eduardo Labatón –actual presidente de la Comunidad Hebrea de San Martín de los Andes– decidió empezar a alquilar un salón para festejar Pésaj o Rosh Hashaná. “Después comenzó a ser difícil que unas 30 familias nos pusiéramos de acuerdo para alquilar un salón, y se me ocurrió hacer las fiestas en el centro de jubilados, para que nadie falte. Pero yo sentía que teníamos que tener un lugar. Así que hace tres años compré un terreno grande en una esquina, sobre la calle Coronel Rhode, una de las principales de San Martín, a pocos metros de la costa del lago Lácar. Y, como parte del proyecto, decidí incluir un salón para podernos reunir allí”, dice Labatón, que llegó a la ciudad hace 20 años y se dedica a la construcción y al comercio.
El empresario cedió, entonces, ese espacio: el objetivo era dar un paso importante que permitiera unir más a la comunidad. Sin embargo, el germen del salón comunitario tomó rápidamente dimensión de sinagoga, luego de que Claudio Ploit, dueño de un hotel en San Martín de los Andes, entusiasmara a Labatón y al resto de la colectividad con la idea de conseguir una Torá.
La Comunidad Hebrea de San Martín de los Andes también sueña con generar un interés por el turismo religioso en la zona: que los visitantes judíos puedan disfrutar del entorno y también casarse allí y hacer Bar y Bat Mitzvah, por ejemplo. Que la nueva sinagoga se convierta en imán para quienes quieran disertar, dar charlas y organizar eventos judíos.
La sinagoga de San Martín de los Andes tiene 120 metros cuadrados y puede albergar a unas 100 personas sentadas, al tiempo que cuenta con una cocina y una habitación con baño privado, donde eventualmente podría vivir el futuro rabino. La comunidad hebrea podrá ahora reunirse allí durante los dos servicios de Shabat, los viernes a la noche y sábados a la mañana.
“Ojalá perdure en el tiempo. Para mí, es un sueño. Si alguien algún día elige venir a casarse a San Martín, ya valió la pena. Es un orgullo personal que no hubiese sido posible sin la ayuda y el entusiasmo de tanta gente que me acompaña”, cierra Labatón.