La historia de “Capocha”, el joven con los huesos de cristal que suma títulos universitarios

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Lucas Alaniz tiene 29 años y padece una displasia fibrosa que lo obliga a trasladarse en sillas de ruedas. “Mis sueños son muy grandes y me quedan por vivir muchas experiencias”, confió.

Lucas Alaniz tiene 28 años y un mundo repleto de sueños. Como sabemos, no hay ningún obstáculo para cumplirlos, solo hay que poner lo mejor de sí y tener claro hacia dónde vamos. “Mis huesos son muy débiles y tienden a deformarse, me puedo quebrar sin incluso caerme”, cuenta desde Bahía Blanca, ciudad en la que nació y vive junto a su mamá María, su papá Darío y su hermano Tomás. “Soy el más grande. El del medio se llama Pablo, tiene dos años menos que yo y vive en Barcelona”, agrega.

 “Hay dos preguntas que me hacen muy seguido. La primera es de dónde viene el apodo ‘Capocha’, y la verdad es que no lo sé. La segunda es qué pienso sobre la muerte. Y la verdad que es algo que no ando pensando porque estoy enfocado en vivir el presente, disfrutar al máximo el ahora”. Lucas Alaniz se aleja de su propia existencia para analizarse. Su historia, atravesada por una enfermedad que apareció cuando daba sus primeros pasos, se equilibra sin enojos ni cuestionamientos. De sus huesos de cristal a su fortaleza metal: “Capocha” acumula títulos universitarios.

Su historia

Cuando tenía un año y medio recibió el golpe que modificó su vida y la de su familia para siempre: “Jugaba con los autitos y, cuando intenté pararme, me caí y me quebré la cadera. Me contaron que lloraba mucho y por eso me llevaron al médico”. Los primeros estudios no arrojaron buenos augurios y requirieron una consulta más sofisticada. “Cumplí dos años y mis papás me llevaron al Hospital Garrahan. Allí descubrieron que tengo una de las determinadas enfermedades raras, que se llama displasia fibrosa”, cuenta.

Lucas padece el síndrome de Mc Cune Albright, un trastorno genético que afectó sus huesos, su piel y su sistema endocrino. A Lucas le amputaron la pierna izquierda cuando era un niño. Sucede que, al deformarse sus huesos por la pérdida de calcio, la fisura o quebradura de los mismos es inevitable. Cuando eso sucede, la recuperación es lenta y tediosa. “Dolores empecé a sentir hace algunos años, antes no me pasaba nada. Sé que tengo un umbral de dolor muy alto también. Hace poco me hice una placa y tenía una pequeña fisura en uno de mis brazos”, dice.

También relata que tiene el bazo agrandado y una intervención quirúrgica pendiente. “Estoy incómodo en la silla, me readapto constantemente”, avisa. “La discapacidad me ayudó a enseñarme, a conocerme. Pienso que son las reglas de juego y es lo que toca, pero por suerte estoy haciendo las cosas sin pensarlo. Como siempre digo: tengo que manejar lo que puedo manejar. Tengo angustia, me sigo calentando, pero hay que salir adelante”, remarca.

“Capocha” Alaniz: una vida dedicada al periodismo, el deporte y el estudio

Empecé la licenciatura de Administración de Empresas en la Universidad Nacional del Sur (UNS) y me cambié a la Universidad Siglo XXI”, cuenta Capocha que es periodista y hace pocos días se recibió de técnico universitario en Planificación Gerencial, un diploma intermedio a la carrera de grado que estudia. En 2016, mientras realizaba una pasantía en Dow Argentina, un amigo lo incentivó para formarse como periodista deportivo en el Instituto Superior de Ciencias de la Comunicación Social (ISCCS) de Bahía Blanca.

 “Me gusta muchísimo el deporte. Me considero un hombre de rugby. Mis dos hermanos jugaban y mi papá es fotógrafo en el Club Argentino. Yo soy el analista de video”, expresa. En 2018, tras brindar una charla de superación personal en TEDx, viajó a Japón para cubrir el Mundial de Rugby como periodista acreditado. “Mi sueño es cubrir un juego olímpico. Estuve muy cerca de ir a Tokio pero llegó la pandemia y se complicó. También alguna CES (Consumer Electronics Show) como periodista. Me gustaría ir al festival Tomorrowland. Nada de eso lo veo lejano”, asegura.

Capocha es, actualmente, analista de producción en Dow Argentina, puesto que ocupa desde marzo de 2018. “La verdad, por suerte mis papás siempre estuvieron en una buena situación económica y no tuve la necesidad de trabajar. Pero ellos me inculcaron que estudiar iba a ser fundamental para igualar oportunidades, salir de casa y sociabilizar. Hacer amigos. Es muy difícil que pueda volver a caminar, por eso es tan importante”, dice.

Y revela: “Para mi la vida siempre fue un juego. Durante mi adolescencia la PlayStation 1 fue fundamental. Mis amigos no la tenían y mis papás los invitaban a casa para que jugáramos. Hice muchos amigos así mientras pasábamos las tarde charlando y conociéndonos”.

 “Soy sincero y sigo siendo bastante calentón, si hubiera sido ‘normal’, hubiera generado muchos problemas. Hoy siento que los sueños son muy grandes y me quedan por vivir muchas experiencias”, remarca Capocha, quien también manifiesta: “La edad pasa por como uno se percibe, cuando uno se da cuenta de que no tiene la misma energía debe elegir qué batalla quiere luchar”.

Sobre el final, el bahiense no le escapa a un tema que constantemente aparece por su mente: “No me gustaría morirme, pero siento que es algo que va a llegar. Si pasara sería una lástima, porque tengo mucho para dar; siento que mi tarea en el mundo es ayudar a otras personas. Dar este mensaje por ejemplo, de que se puede. De que si hay actitud se puede salir adelante”. Capocha concluye: “Siento que tengo mucho potencial para dar. Además, hay momentos imborrables que todavía no pasaron y, personalmente, porque siento que todavía puedo dejar una huella más. Tampoco voy a vender los sueños imposibles, pero siempre podemos vivir un poco mejor. Y estoy preparándome para eso”.

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