Sixto Leiva nació y creció en un hogar pobre de Federación. A los 26 años, terminó la universidad y ya trabaja en el hospital de su ciudad. “Pasé por muchas necesidades, pero no hubiera podido solo”, dijo.
“Yo sé que lo mío llama la atención o es noticia por el lugar de donde vengo, pero nunca estuve solo”. Sixto Leiva mira su diploma de médico y ve mucho más: allí aparecen sus raíces, su pasado, su casita del barrio San Lorenzo, una infancia juntando latas, vendiendo tortas fritas, repartiendo diarios y cortando el pasto en Federación, Entre Ríos. Una vida a todo pulmón y mucho corazón.
El 12 de marzo, este joven de 26 años aprobó la última materia y se graduó en la Universidad Nacional de Entre Ríos. “Rendí el ECOE, un examen integrador que presentaba una situación-problema de pediatría, medicina clínica, salud familiar, ginecología y emergentología”, cuenta.
Allí, en esa vigilia de la sede de Concepción de Uruguay, se reunieron familiares, amigos y vecinos; se juntaron pomos de espuma, bolsas de papel picado y la emoción de años de lucha y esfuerzo.
“Nací y crecí en un hogar con pobreza estructural. Soy hijo de dos obreros de Federación. Hice los estudios primarios y secundarios en una escuela pública de mi ciudad, y cursé la carrera en Concepción”, se presenta Leiva.
Una infancia en comedores comunitarios y repartiendo diarios: la historia de Sixto Leiva
En la crisis de 2001, cuando apenas tenía 5 años y sus padres estaban sin trabajo, Sixto comía en comedores comunitarios. “La gente de la ciudad me identifica de esos lugares. Pasamos por muchas necesidades en casa”, dice.
El nene asistía al colegio de lunes a viernes, y en el camino de regreso a casa siempre iba atento al suelo. “Juntaba latitas, cualquier cosa que me sirviera para vender. Vendía cobre y aluminio”, recuerda. Y sigue: “En Navidad y Año Nuevo siempre levantaba las botellas de la calle para juntar unos pesos y comprarme cosas”.
En aquel tiempo, su mamá cocinaba tortas fritas y rosquitas. Y Sixto, canasta en mano, las vendía en la calle. Cuando llegaba el sábado, salía a repartir El Federaense, diario de la ciudad. Así, el chico se fue haciendo conocido entre los vecinos.
“Si bien soy consciente de todo el esfuerzo que hice, mis padres nunca permitieron que me faltara nada cuando estudié en Concepción”, remarca el flamante médico. Y sigue: “Valoro muchísimo el haber podido asistir a una universidad pública. Pude estudiar y recibirme. Siendo pobre, no habría podido pagar una privada”.
El primer integrante de la familia en recibirse en la universidad: “No llegué a ser médico solo”
Sixto también destaca que las becas lo ayudaron a construir el sueño de ser el primer integrante de su familia en recibirse en la universidad. “Tuve la Progresar y la Inaubepro, que es provincial. Todavía tengo la computadora de Conectar Igualdad, y te digo más: el trabajo final lo hice ahí”, cuenta.
“Por eso siempre digo que yo no llegué a ser médico solo. Estudiar en una universidad pública es un derecho que pude ejercer gracias a que antes hubo luchas sociales que lo conquistaron”, menciona.
El presente lo encuentra con un título profesional y trabajo: el Dr. Sixto Leiva se desempeña en el consultorio del hospital San José de lunes a viernes, realiza guardias y planea trabajar en los centros de atención primaria, donde tiene raíces su gran pasión. “A mí me interesa mucho el trabajo comunitario, ejercer la medicina desde una visión holística e integral. Me permite conectarme con el entorno del paciente, que influye mucho en su salud física y mental”, destaca. Y agrega: “A futuro, me gustaría especializarme en cardiología”. Es que el doctor Leiva a todo le pone corazón