POR SEBASTIÁN SAAVEDRA
El lunes 23 de mayo se celebró en nuestro país el Día Nacional del Cine en homenaje a la primera película argumental: “La Revolución de Mayo”, dirigida por Mario Gallo, que fue estrenada en el Teatro Ateneo de Buenos Aires en 1909. Juan Taratuto, es director de cine, televisión y guionista, que filmó “Papeles en el Viento”, “Un Novio para mi mujer”, y “Me case con un boludo”, entre otras producciones cinematográficas. En una charla a fondo con Optimism nos habla de su vida vinculada a la pantalla grande, la industria nacional y lo que es sentarse a ver una buena película.
– ¿Qué significa el cine en tu vida?
El cine es algo en lo que nado todo el día. Todo lo que veo y siento en algún momento lo pienso como escenas. Si leo una nota en el diario, si escucho una conversación ajena (algo que me encanta), o si un amigo me cuenta su historia, automáticamente intento encajarla en una película. No soy un gran cinéfilo, pero sí un exigido ebanista de la realidad. Siempre intento modificarla, aunque sea en la ficción, o por un rato en mi cabeza, donde convivo con decenas de posibles películas.
– ¿Es una pasión que tenés desde pequeño?
Sí, es algo que descubrí de chico sin saberlo. Recién cuando comencé a filmar películas me di cuenta que venía haciéndolo desde los playmobil, desde los cochecitos, desde los juegos de rol. Personajes, tramas y la posibilidad de digitarlo todo. Recién en la adolescencia tuve la suerte de encontrarme en mi colegio secundario con un taller de cine que me ayudó a despertar la pasión.
– ¿Cómo definirías una “buena película”?
Una buena película es esa que queda rebotando en nuestra cabeza y en nuestro corazón, aquella que no sólo posee una trama atrapante, sino que nos deja una sensación en las entrañas con la que nos identificamos, que probablemente no se nos despega durante años. Una buena película es aquella que nos dispara conversaciones, que le dedicamos pensamientos en soledad, y que representa algo muy íntimo y privado de nuestro sentir que no compartimos con nadie.
– De las películás que hiciste, ¿cuál fue la que más te gustó, y por qué?
Siempre que hice una película sentí en ese momento que estaba haciendo mi mejor largometraje, que era ese el que más me representaba. Pero lo que sucede con el tiempo es que la temática que se abordó, o la manera, va perdiendo actualidad. No nos interesan siempre los mismos temas, los mismos conflictos o los vamos resolviendo y dejan de ser atractivos. Es como escuchar viejas grabaciones con la voz de uno. Es más, casi no vuelvo a ver lo que filmé, pero puedo decir que tanto “La reconstrucción”, como melodrama que ilustró un momento de duelo muy particular de mi vida, como “Un novio para mi mujer”, como comedia dramática, creo que son las mejores pelis que hice.
– ¿Todavía existe cierto prejuicio de la gente con el cine nacional?
Siento que hay algún prejuicio, pero menor. La gente se ve en nuestro cine, se siente identificada. Las pelis más vistas son de superhéroes (los tanques) o son grandes pelis argentinas. No hay que permitir que la gente se aleje de nuestra cultura. La globalización atenta en todo sentido, contra las particularidades y a mí eso no me gusta. Me interesa la colaboración con otros países, otras culturas, pero no que un país pierda su mirada. Un país sin cine propio es un país más pobre.
– ¿Qué le podrías decir a la gente sobre el cine?
Intentemos ver el cine en las salas, sin interrupciones, sin celulares, sin redes sociales. Tomémonos el tiempo para una experiencia inmersiva, en conjunto, en silencio. Así como existen los templos, las iglesias, los cines también nos conectan con nuestra alma. Prefiero siempre la calidad antes que la cantidad. Ver sin saber que estamos viendo, maratonear series, creo que atenta contra con el disfrute verdadero, es más una manera de apagar el cerebro, de pasar el tiempo aletargad y eso nunca es positivo.