Tiene 32 años y viaja por el país con su hermano y un ventrílocuo. En 2016 un desgarro en las cuerdas vocales puso en jaque sus ilusiones: “Me frenó la carrera, pero pude volver a empezar”, dijo.
De martes a jueves Iván Coniglio trabaja solo. En el silencio de la oficina diseña principalmente gráficas de competición para motocross, cuatriciclos y kartings. El resto de la semana su vida cambia completamente: entre luces de teatros y cientos de aplausos, brilla en el escenario como cantante. Tiene 32 años, nació en Río Cuarto, pero se crio en el campo. La muerte de su papá, cuando él tenía 13,sacudió a la familia y en medio del dolor, se unieron en un objetivo: apoyarlo a cumplir su sueño de ser un profesional de la música.
“Hasta los 19 viví en el campo, iba a una escuela que estaba a tres kilómetros de la casa. Pero no me apasionaba el trabajo rural, lo hacía por obligación para ayudar a mis hermanos y ahí empecé a darme cuenta de que tenía que buscar una carrera para hacer mi camino”, contó. Cuando en Paint creó el buzo de egresados de su colegio, descubrió que era capaz de diseñar y definió su profesión. “Al principio me forcé en formarme en algo vinculado al agro, como por ejemplo ser perito clasificador de granos, pero no era lo mío”, relató.
Si bien Iván canta desde los 10 años, fue en plena pandemia que la vida le presentó una nueva oportunidad para crecer como artista, después de haber logrado superar en el 2016 un desagarro en sus cuerdas vocales.
“Solo sentí carraspera y me quedé mudo, si dejaba pasar una semana no iba a poder cantar más. Venía de presentar en el 2013 un disco y eso me frenó la carrera, pero pude volver a empezar”, afirmó.
En el 2020, a través de las redes sociales, su hermano Gerardo conoció a Mauro Villaverde, un ventrílocuo de la localidad cordobesa de Berrotarán, y ellos le pidieron ayuda a Iván “con cuestiones técnicas de sonido para los streaming” que hacían durante la cuarentena.
De las redes sociales a los teatros de todo el país
Ninguno de ellos imaginó que viralizarse, les iba a abrir el telón de cientos de teatros del país para hacer reír, emocionar y cantar a miles de personas.
“Los empecé a ayudar con la técnica porque ya tenía experiencia. Siempre canté en festivales de la zona, pero todo era a remo, muy a pulmón y me ocupaba de muchas cosas a la vez. Mi mamá me llevaba a cantar a los eventos, pero también pensaba en el sonido, en dónde íbamos a domir, qué íbamos a comer y subía al escenario con ese desgaste”, recordó. Ahora Iván asegura que está “experimentando algo similar” a lo que soñó. “No voy de gira por el país con mis músicos, pero sí con mi hermano, Mauro y un gran equipo, que me permiten estar viviendo esto”, dijo.
El cordobés se emociona cada vez que termina un show, y se funde en un abrazo con Gerardo. “Lloramos de la felicidad de hacer lo que nos gusta, y pensando en los que no están. En el campo jugábamos con mi hermano a hacer radio y ahora estamos acá, conmovidos por los aplausos de la gente que son el alimento de cualquier artista”, reflexionó. “Disfruto mucho de este día a día y mi sueño es triunfar en la música, no buscar la fama sino poder vivir de lo que amo”, concluyó.