Marianela Masat contó cómo comenzó a trabajar con el medio ambiente, sus voluntariados, el trabajo con Rewilding y su más reciente proyecto: la reintroducción del guacamayo rojo en Esteros del Iberá.
Su historia inspira a cientos de voluntarios: se fue de su casa a los 17 años para estudiar recursos naturales, hizo varios voluntariados y ahora se dedica a reintroducir al guacamayo rojo a la vida salvaje en Corrientes.
Marianela Masat es una santafesina de 31 años que trabaja con la fundación Rewilding y se dedica a cuidar especies en peligro. En una entrevista con Vía País, cuenta que disfruta mucho la naturaleza, estar con los animales y por eso disfruta tanto su actual proyecto: la Reintroducción de Guacamayo Rojo en los Esteros del Iberá.https://imasdk.googleapis.com/js/core/bridge3.571.0_en.html#goog_1361898984
LA EMOCIONANTE HISTORIA DE MARIANELA MASAT Y SU VIDA EN REWILDING
“Soy del norte de Santa Fe, de Guadalupe Norte, un pueblito muy chiquito, crecí en el campo”, contó la joven a Vía País. Marianela decidió estudiar la Licenciatura en Recursos Naturales y, para eso, tuvo que irse del pueblo a los 17 años para cursar en la Universidad Nacional de Rosario.
En segundo año de facultad, quería comenzar a ayudar y encontrar su camino, así que hizo todo tipo de voluntariados, incluso internacionales, hasta que dio con Rewilding, una fundación dedicada a “revertir la crisis de extinción” de las especies. Allí, estuvo dos años, pero se fue para dedicarse a terminar su tesis sobre la elección de hábitat del venado de las pampas.
Al recibirse, volvió a Rewilding: “Yo no tenía una predilección por los guacamayos en particular, pero quería volver al Iberá, estar en Corrientes, con la fundación y, cuando volví, la posibilidad para entrar en el momento era el proyecto de los guacamayos rojos”, comentó la licenciada, quien, a los dos años, pasó a ser la coordinadora del proyecto.
LA ELECCIÓN DE LA VOCACIÓN DE MARIANELA “CAYÓ DEL CIELO”
La forma en que Marianela descubrió su vocación es bastante peculiar: “Mucho tiene ver el lugar donde crecí, y la forma de relacionarnos con el entorno cuando éramos chicos, estábamos todo el día en patas, subiéndonos a los árboles en la casa de mi abuela, íbamos a pescar, nos subíamos a los tractores, nos íbamos solos al monte, al arroyo”, explicó mostrándonos su gran predilección por el verde.
Sin embargo, ella no siempre tuvo decidido estudiar recursos naturales: “A mí siempre me gustó jugar al fútbol, cuando tuve que elegir quería hacer educación física por el fútbol”, mencionó sorpresivamente la santafesina y continuó: “Pero, en mi último año del colegio, vino un profesor a hablar sobre ambiente y nos mostró un video que se llamaba ‘Crudo impacto’, todavía lo recuerdo, que hablaba de las consecuencias del petróleo en el medio ambiente y eso me dejó pensando”.
Ese video instaló una semilla en la cabeza de Marianela, que fue creciendo hasta que, un día, llegó la secretaria de su escuela y puso en su banco un folleto con la Licenciatura en Recursos Naturales. “Justo en mi banco”, exclamó Masat y dijo que, cuando vio el plan de estudio de esa carrera, le “voló la cabeza”.
No fue un proceso fácil ya que si estudiaba educación física, se quedaría cerca de su familia y su pueblo, pero esta carrera implicaba irse más lejos, así que fue “un flash” para sus padres. Así fue como a los 17 años se fue a estudiar y nunca más volvió a vivir a su pueblo, siguió haciendo voluntariados, se recibió y ahora vive en Corrientes.
“Una de las materias que me voló la cabeza: biología de la conservación, ahí fue cuando decidí que me quería dedicar a esto porque a mí lo que me gusta son los bichos, estar en el campo, embarrarme, no me veía trabajando en un laboratorio”, expresó Marianela, y aseguró ser una privilegiada por el trabajo que tiene.
La pasión de esta joven por lo que hace es clara: “Yo siempre le digo a los voluntarios que es duro acá, hay mosquitos, tábanos, sanguijuelas. En verano, Corrientes es un horno, cargamos mucho peso, acampamos en el medio de la nada, muchas veces no tenemos señal, estamos aislados”, contaba, y deja en evidencia el amor que le pone a esta profesión y que nada la detiene.
“Yo siempre transformo todo en una aventura. Voy y le digo a los chicos ‘tenemos que acampar’ y disfrutamos mucho, al final son las personas las que lo hacen superllevadero, y los guacamayos también colaboran”, contó emocionada y agregó: “Al final del día terminamos cansados, pero siempre contentos”.
EL INCREÍBLE, PERO ARDUO PROCESO PARA LA REINTRODUCCIÓN DEL GUACAMAYO ROJO EN ESTEROS DEL IBERÁ
“Es difícil monitorear a los guacamayos porque son muy inteligentes y complejos”, dijo, al explicar cómo es el proceso de reinserción del guacamayo rojo que hacen con la fundación en los Esteros del Iberá.
El guacamayo rojo se extinguió hace más de 150 años en Argentina; los que están en Corrientes están siendo entrenados para liberarlos, vienen del cautiverio, es decir, que no son salvajes. Por eso, hay que enseñarles a volar, a encontrar frutos en el monte y a identificar a los depredadores.
El principal factor del proyecto son las “cajas nido”, que son grandes cajas de madera hechas para que el guacamayo se pueda reproducir. “Mi trabajo es recibir a los guacamayos entrenados para liberarlos, se los lleva al monte nativo, y se los hace ir a una estación de alimentación, con un silbato, así ellos reconocen que hay comida”, explicó Marianela.
Es un proceso largo y cada día que pasa, colocan las estaciones más lejos, así ellos vuelan más alto y reconoce las frutas nativas, con el paso del tiempo, se les da menos comida procesada, hasta que comen completamente solos.
En ese momento, están independizados y se les pone un collar con una señal de radio para rastrearlos. “Cuando se van fuera del alcance, dependemos de la gente del pueblo que nos avise si los ven y la verdad que se copan, nos ayudan”, además contó que hace cuatro años ya empezaron a reproducirse en libertad.
Otra tarea que hacen es ayudar a los padres a criar a sus pichones: “Muchas veces encontramos un huevo rajado y lo pegamos con plasticola así puede llegar a término”, contó Masat.
“Vivimos donde trabajamos. Trabajo 23 días, salgo ocho y me voy a Santa Fe con mi familia”, relató sobre el arduo trabajo que hacen, y agregó: “Compartimos la casa con los voluntarios, al final del día, charlamos, tomamos algo, la pasamos bien”.
ESCRIBIR ES OTRA DE SUS PASIONES Y ENAMORA A TODOS SUS SEGUIDORES CON SUS TEXTOS
“Me gusta escribir, es uno de mis hobbies”, comentó Marianela y así es como nos enteramos de esta otra faceta suya más artística. Ella comparte posteos en las redes sociales donde cuenta, de la manera más tierna, historias de los guacamayos que conmocionan a muchos.
Además, detalló que siente el apoyo de la gente en las redes sociales, de personas felicitándola por lo que hace o incluso dándole fuerzas para seguir.
“A mí me gusta escribir sobre guacas, son como una herramienta de inspiración para mí”, dijo sobre las historias que comparte que más la emocionaron estos cinco años.
FUENTE VIA PAIS