POR SEBASTIÁN SAAVEDRA
Gisela Rosenfeld es coach ontológica y creó un grupo de duelo llamado Or®️. Desde su propia experiencia, encontró un punto donde ayudar a la gente que está pasando por situaciones dramáticas con la idea de transformar el dolor en amor. Una historia de vida necesaria, tanto de leer, como de contar.
-Para quienes no te conocen, ¿querés contarnos un poco sobre vos?
Mi nombre es Gisela Rosenfeld, tengo 54 años, y 2 hermosas hijas llamadas Iara de 23, y Nathalie de 27. Me casé muy joven a los 24 años, y formé una hermosa familia. En febrero del 2006 estaba veraneando en la costa, jugando con mis hijas en la playa, y mi marido Claudio Szuldiner, se descompuso. Inmediatamente lo trasladamos en ambulancia a Buenos Aires y tras ser diagnosticado de una pancreatitis aguda, a los 19 días falleció. Desconcertada, abrumada, con un dolor inexplicable y sin entender lo que pasaba, me quedé viuda a los 38 años: con mis hijas de 10 y 7 respectivamente. En 19 días mi vida cambió para siempre. Claudio fue el amor de mi vida, jamás pensé que algo así pudiera suceder.
Pasaron muchos años de preguntas, de desconsuelo, con un dolor que no podía explicar; lo buscaba en la calle, pensaba que iba a volver, escuchaba el ruido de las llaves de mi casa y pensaba que era él, hasta llamaba a su celular para que me atendiera, no podía creer que nunca más volvería a tenerlo conmigo.
Pedí ayuda a gritos por todos lados, concurrí a grupos de duelo, terapia, maestros de kábala, meditación, y me refugié en la religión para obtener una respuesta ante semejante catástrofe. Estaba buscando paz a mi alma.
-¿Ahí es cuándo nace Or®️?
En 2014, y a ocho años de la muerte de Claudio, ya un poco más armada emocionalmente, decidí fundar Grupos de Duelo Or®️. Son grupos de ayuda emocional y espiritual para acompañar a todas aquellas personas que han perdido un ser querido. Or en hebreo significa luz, y mi misión es llevar luz a todas las almas que están sufriendo por el fallecimiento de un ser querido. Me formé como coach, y junto a otros profesionales decidí coordinar Grupos de Duelo. Lo hicimos en una comunidad judía, y luego di charlas en varias comunidades judías acerca de cómo transformar el dolor en amor, cómo transitar el árido tiempo de duelo, y de desconsuelo contando mi experiencia.
-¿En qué crees que podemos ayudar a gente que nos necesita, pero no sabe cómo decirlo?
Un duelo que no se transita, se transforma en enfermedad. Debemos hablar de nuestro dolor, debemos hablar de nuestro ser querido fallecido tantas veces lo necesitemos hasta poder llegar al periodo de aceptación. Aceptar no es estar de acuerdo con lo que pasó, sino entender que nuestros seres queridos pasarán de vivir “con nosotros”, a vivir “en nosotros”.
Transformar el dolor en amor nos hace más humanos, nos permite perdonar a nuestro ser querido que falleció, porque muchas veces al principio del duelo sentimos bronca incluso con el fallecido, también contra con los médicos, bronca con todo. Es importante transitar el duelo con pares, porque en los grupos se crea un clima de amor y de empatía que se ve reflejado hasta en las miradas.
-¿Querés dejar alguna reflexión?
Hoy no sería quien soy sino hubiese transitado todo lo que viví: soy otra Gisela. Esta batalla la gano día a día, porque ser resiliente es un desarrollo diario, y lo trabajo. La resiliencia es transformar los obstáculos de la vida en una fuerza motora y salir fortalecidos de ella. No nacemos resilientes, contruimos la misma cada día de nuestra vida. Hoy soy una mujer feliz, agradecida a la vida, y con un gran aprendizaje. Aprendi que puedo amar la vida, entendiendo que la muerte es parte de ella.