Julio César Adad pasa entre seis y siete veces a la semana en el quirófano, pero eso no le impide desarrollar su otra pasión que tiene desde los 6 años cuando vendía turrones y maní con chocolate junto a sus padres.
A pesar de que por la carrera universitaria que eligió está entre seis y siete veces por semana dentro de un quirófano, Julio César Adad es más feliz atendiendo su carrito de pochoclos los fines de semana en Rosario. “Soy feliz ahí”, asegura el cirujano traumatólogo que los sábados, domingos y feriados se levanta para preparar las garrapiñadas, peras y manzanas acarameladas que vende en el negocio ambulante que lleva su nombre.
Desde 2009, todos los fines de semana, Julio pone rumbo hacia la Costanera Central rosarina. Hasta allí lo acompaña siempre su esposa Débora, también médica, su hija Faustina, de 6 años, y el pequeño Eusebio, de apenas 5 meses.
A los 6 años, y al lado de sus padres, Julio se ponía una mesita y vendía turrones y maní con chocolate que complementaban el negocio familiar. Por este motivo los Pochoclos Adad son toda una tradición en Rosario, y el cirujano junto a su mamá y sus tres hermanas continúan el legado.
“Me crié al lado de un carrito y lo sigo haciendo. Ha venido gente que atiendo con gorrito y barbijo, pero me ve cara conocida, entonces le pregunto ¿cómo anda la cadera? Y no pueden creer que sea yo”, dijo el hombre. Agregó que también le tocó atender a sus alumnos de la facultad, ya que es profesor de primer año en la carrera de Medicina de la Universidad Nacional de Rosario (UNR).
Cuando durante 2010 y 2011 le tocó hacer la residencia médica, tuvo que dejar de atender el negocio familiar. “Si era un día soleado y yo estaba de guardia me agarraba una cosa en el estómago que sentía que me faltaba algo”, recordó.
En este sentido, Adad agregó: “El carrito es mi vida. No puedo no ir un domingo. Lo tengo internalizado, mi mujer lo entendió y me banca. Es una cuestión mía de no perder la identidad. No quiero perderlo y no lo voy a perder nunca”.