Emilce Spárano siempre tuvo vocación de ayudar. Durante sus más de 50 años como maestra, siempre estuvo atenta no solo a la educación, sino también a las necesidades de sus alumnos. Por eso, cuando recuerda las anécdotas de sus largos años de docencia, se emociona al mencionar a un chico que necesitaba abrigo y recibió como regalo un pulóver que ella le había tejido a su propio hijo.
Tejer fue una enseñanza de su madre que, desde chiquita le explicó cómo era el arte del tejido y el bordado: “Cuando teníamos siete o nueve años, con mi hermana jugábamos a hacerle ropa a una muñeca que teníamos en casa. Después le tejí a mis hijos, más tarde a mis nietas y ahora, lo hago para ayudar”, cuenta.
Con 83 años y después de haber perdido progresivamente la visión, recuerda los puntos y con las manos los cuenta para colaborar con gorros y bufandas que la organización La Plata Solidaria vende a los vecinos por leche, chocolate o galletitas. Esos productos después son repartidos en comedores donde todas las tardes los chicos van a merendar.
Ella vive en Tolosa y colabora tejiendo desde hace cuatro años. Desde que empezó la pandemia, sus ganas de ayudar se intensificaron ya que tenía más tiempo libre en casa: “Salí muy pocas veces desde que decretaron la cuarentena, en marzo de 2020. En vez de tirarme en una cama, decidí ser útil y necesaria. Empecé a tejer todos los días cuando me levantaba bien temprano y mientras escuchaba radio por la tarde”.
Según reconoce Emilce, el encierro le hacía mal y tejer la ayudaba a mantener la cabeza ocupada: “Sin darme cuenta, y con la colaboración de mis nietas que me separaban los ovillos por colores, fui haciendo los gorritos, cuellos y bufandas”.
Ella tejía y guardaba y cuando tuvo la mesa de la cocina repleta de pilas de bolsitas con la ropa, avisó a la organización para que las pasaran a buscar. “Las separé, puse en unas bolas y las decoré con una cinta para que las personas que decidan colaborar sepan que están hechas con dedicación”, recuerda. Al ser consultada por la cantidad de gorros y bufandas, ella reconoce que no lleva la cuenta y que si pudiera ver, quizás hasta tejería el doble: “Son alrededor de 100 prendas que confeccioné en estos meses”, señala Emilce.
Una vida dedicada a los chicos
Desde su casa en Tolosa, reconoce que si bien ahora no puede estar cerca de los chicos, ella ama colaborar: “Toda mi vida anduve por escuelas rurales y sé lo que es para un niño tener frío. Al principio queríamos repartirlos, pero después pensamos que podían no alcanzar para todos y por eso, se les ocurrió a los voluntarios que se puedan cambiar por alimentos”. Desde que comenzó a tejer para ayudar a otros, hace cuatro años, Emilce calcula que tejió más de mil prendas de lana: “Quizás fueron más, pero lo importante no es la cantidad sino que se pueda colaborar e incentivar a otras personas para que haya más solidaridad. Me enteré de que cuatro señoras más también están tejiendo y eso me alegra el corazón”.