POR SEBASTIÁN SAAVEDRA
Ella transforma en arte todo lo que la sociedad desecha. Elisa Insúa, de tan sólo 32 años, es una artista que realiza espectáculares obras de arte con materiales de descarte condenados a la basura. Esta es su historia.
-¿Cómo pasaste de estudiar economía y negocios a ser artista autodidactica?
Siempre tuve una fuerte inclinación hacia las artes y una necesidad de crear. A partir de los 16 años empecé a crear ensambles con los objetos que iba encontrando y a los 20 a participar en exposiciones (obviamente, en espacios bastante under y fuera del circuito legitimado de arte). Después haber trabajado un año y medio en relación a la economía y la administración de empresas, cambié mi rumbo definitivamente. Si bien ese ámbito me resultaba interesante, yo sabía que no era lo que había venido a hacer al mundo. Hoy por hoy, el bagaje teórico de la economía insólitamente se transformó en el marco conceptual de mis obras: mi trabajo busca repensar nuestros hábitos de consumo y el sistema económico en el cual estamos inmersos. En última instancia, echa luz sobre la insaciable naturaleza humana: somos el único animal que, a medida que sus necesidades son satisfechas, el nivel de insatisfacción se mantiene.
-¿Cómo nace la idea de comenzar a trabajar con objetos recuperados?
La idea de empezar a trabajar con materiales de descarte surgió básicamente porque era lo que tenía alrededor, lo que encontraba en los cajones y podía utilizar. Algunos eran objetos que me resultaban muy interesantes. Creo que los materiales que desechamos dicen mucho de la vida contemporánea: son restos arqueológicos del hoy y del pasado cercano. Aglomerados en grandes cantidades, explican nuestro sistema económico, nuestra relación con los objetos que nos rodean, nuestros intereses y nuestras necesidades. Generan así una suerte de retrato colectivo. Cada objeto tiene su historia y su valor afectivo, dándole así a la pieza final cierta carga emocional. Mi trabajo habla del origen de nuestros deseos y del exceso de abundancia en el capitalismo tardío. El ascenso social, el “sueño americano”, la desigualdad económica, el consumismo irresponsable y la degradación medioambiental también son elementos recurrentes. Creo que el material de descarte logra reunir en gran medida todos estos conceptos.
-¿Cuántas obras llevás realizadas, y hay alguna que te haya gustado más hacer?
No llevo la cuenta exacta de cuántas obras he hecho hasta el momento, pero son más de 150. Algunos procesos los disfruté más que otros, pero suelo encontrar bastante goce en la acción meditativa de ir armando un pequeño rompecabezas narrativo.
-¿Cómo decidís o encarás una nueva obra?
Siempre tengo varias obras en el tintero que quisiera realizar. Tengo muchos cuadernos y papeles repletos de bocetos, ideas, diagramas y anotaciones. A veces voy trabajando por series, otras veces voy mechando pintura, escultura y collage. En algunos casos, trabajo según los materiales que tengo disponibles en el taller, y en otros casos realizo piezas específicas en función del calendario de exposiciones que tenga.
-¿De qué manera estás beneficiando al medio ambiente?
Los materiales con los que trabajo son donaciones de amigos, conocidos, familiares o seguidores que separan estos objetos y me los acercan a mi taller (muchas veces son cosas difíciles o imposibles de reciclar). También tengo algunas empresas que me han donado cajas con remanentes de productos rotos o fallados. Estos componentes, si no formaran parte de mis obras, quizás terminarían contaminando mares, ríos, costas o formando parte de basurales. Creo que mi pequeña contribución al medioambiente es rescatar esas piezas y transformarlas en otra cosa. Sin embargo, creo que un impacto mucho mayor (aunque imposible de cuantificar) es el que puede generar la narrativa de mi obra. Si mi trabajo logra desencadenar un cambio de consciencia en el público y un consiguiente cambio en su comportamiento y en sus hábitos de consumo, ahí el impacto podría ser inmenso.
-¿Alguna reflexión que quieras dejar?
Creo que casi todas las experiencias artísticas son una invitación a hacerse preguntas. En este caso, la invitación es a preguntarnos: ¿Cómo surgen nuestros hábitos de consumo? ¿Quién produce las cosas que compramos? ¿A dónde van a parar una vez que las hayamos descartado? ¿Cuánto tarda en descomponerse ese material? ¿Qué impactos medioambientales tiene cada proceso productivo? ¿Cuánto le pagan a la persona que la realizó? ¿Cómo podría ser un sistema económico más justo, más humano, mas limpio, más respetuoso, más responsable?