La Navidad nos dispone bien, genera una conexión distinta en la sociedad. Todos nos embebemos de esa espiritualidad que ella nos propone.
El saludo con el cual nos despedimos de un encuentro casual, amistoso, laboral o familiar se cierra con buenos deseos.
Los expresamos sinceramente, acompañados de un sonrisa, un beso, abrazo o apretón de manos. Hacerlo nos hace bien, sentimos incluso que lo decimos también para nosotros.
La Navidad hace que nos acerquemos, nos torna empáticos. Permite reconocernos en el otro, junto al otro. Nos viene a recordar la importancia de estar juntos.
La Navidad es como dijo el periodista Arnold Sevareid: “Una necesidad. Tiene que haber al menos un día en el año para recordarnos que estamos aquí para algo más que nosotros mismos”.
En estos días los argentinos tuvimos un regalo que nos llegó desde el fútbol que debemos tomar, hacerlo propio dimensionándolo más allá del significado de un logro obtenido.
La alegría que nos provocó ser campeones, sentirnos ganadores está motivada por el mensaje distinto y renovador que nos llegó desde ese grupo de hombres. Junto con el rendimiento deportivo que reconocimos, pudimos ver y ser contagiados de los valores que de ellos nos llegaban con absoluta sencillez, con una naturalidad que se tornaba extraordinaria. En el hacer nos dejaron un mensaje bellísimo de mancomunión, solidaridad, trabajo en equipo, acuerdo, búsqueda de objetivos compartidos, esfuerzo, dedicación, tranquilidad, armonía.
Fue tan poderoso el mensaje que la alegría nos alcanzó a todos, como pocas veces.
Quizá fue uno de los milagros de diciembre que llegan con la Navidad, no lo sabremos, sólo tenemos certeza que fue real, posible y si lo fue una vez, puede serlo siempre en nuestra vida diaria.
Dice Norman Vicente Peale, el creador del pensamiento positivo: “La Navidad agita una varita mágica sobre el mundo, y por eso, todo es más suave y más hermoso”.
Que todos los deseos se cumplan, hagamos todo lo que se deba para que así sea.
Felices Fiestas.
Por Claudio Avruj
Director de Optimism
