“El mar es mi casa”: la historia de Nancy Jaramillo, la primera y única capitana de barco pesquero de Argentina

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Nancy Jaramillo tiene 44 años, y desde el año 2013 es la primera y única capitana de barco pesquero de la Argentina denominado ESAMAR IV. Hace 25 años, se ancló en un mundo de hombres para embarcarse en medio del horizonte, en búsqueda de un mejor futuro para su familia. De cuna humilde, nació en Trelew y desarrolló su infancia en un asentamiento precario de Madryn junto a sus cinco hermanos. La vida la sorprendió con un hijo a los 17 años. En una sociedad resquebrajada por la crisis de cuidados donde todo conspira para que no exista tiempo ni lugar para la crianza, desafió el reto y rompió esquemas.

Con una sonrisa, la capitana se prepara para emprender la próxima travesía: conducirá la primera a bordo del buque pesquero de calamar, amarrado en la escollera norte exterior del Puerto Mar del Plata, dentro de unos pocos días. El día de zarpado es el 10 de enero, aunque podría adelantarse al 8. “Nunca se sabe la fecha exacta. Siempre se marca un tiempo máximo y se intenta partir lo antes posible”, explica. La tripulación de 29 miembros recorrerá 200 millas por alta mar en un lapso de entre 30 y 34 días para cargar 400 toneladas de cefalópodos, uno de los recursos pesqueros marinos más importantes para la Argentina. A una velocidad de 8 nudos (traducidos en 60 km por hora), se estiman 3 jornadas de viaje para arribar a la zona de pesca, ubicada en Puerto Deseado.

UNA HISTORIA DE SUPERACIÓN

Nancy decidió buscar trabajo en la pesca cuando nació su hijo Ammiel. Intentó entrar a una fuerza armada, pero la rechazaron por su condición de mujer. Tuvo que ir por otros horizontes: buscó una oportunidad dentro de la Policía, pero obtuvo otra negativa. En Prefectura le volvieron a cerrar las puertas: ‘Mujeres no hay y no va a haber’, fue la respuesta que recibió. Sin embargo, le ofrecieron realizar un curso y lo tomó con la sabiduría de que solo sería el comienzo de un largo viaje.

De camarera a cocinera, operaria y marinera. Su historia como mujer de mar comenzó en 1994 por una mezcla de azar, pobreza y necesidad. Se embarcó por primera vez en 1996 en un buque de la empresa pesquera Conarpesa, luchando contra todo tipo de resistencias y creencias como la idea de que una mujer a bordo era mala suerte. Señalarla como la culpable de que no encontraran pescado y tener que frenar a quienes se pasaban de copas era habitual. “Los tiempos cambiaron. Hoy ya no está permitida la ingesta de alcohol a bordo”, indica. Volverse invisible. Pasar desapercibida fue la mejor forma que encontró para protegerse.

Su debut como capitana de relevo fue en 2013, al mando del buque “Miss Tide”. Se desempeñó como oficial en seis embarcaciones y como capitán en dos. Tres años más tarde, pudo abrirse camino hasta quedar efectiva como capitana del “Erin Bruce”, un buque de 54 metros de eslora y 12 de manga que pertenece a la empresa canadiense Wanchese. Hoy, es la máxima autoridad del buque que conduce la faena de la pesca.

DEJÓ TODO POR SU HIJO

El mar me dio todo lo que tengo, pero tuve que resignar la crianza de mi hijo para que no le faltara nada. Fue el sacrificio más grande que hice. Me convertí casi en una visita para él. Hoy, está orgulloso de su mamá”, recuerda mientras se acomoda el barbijo para tomar un sorbo de agua. En aquel entonces, la única comunicación que la tripulación tenía con sus familiares era a través de la radio del barco que se conectaba con la sede del Somu de Puerto Madryn. Pero Nancy no lo sabía, nadie se lo informó y en consecuencia, estuvo sesenta días sin saber nada de sus allegados. “Desaparecí del mapa. Cuando regresé de mi primer viaje, mi hijo había dejado de gatear; caminaba con pañales y no me reconoció. Cuando abrí la puerta, me miró y dio media vuelta dándome la espalda. Me arrodillé a llorar desconsolada y en ese momento, volvió para darme un abrazo”, expresó con emotividad.

El mar es mi casa y mi familia, el hogar que visito porque la mayor parte del tiempo me encuentro navegando. Por lo general, en tierra estoy solo 3 meses al año”, cierra con una sonrisa Nancy al medio Clarín.

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