POR ALEXANDRA BARRETO
Con una amplia sonrisa y rostro angelical que aparenta menor edad de la que tiene (42), la escritora Alicia Chávez, nacida en Maracaibo, contó en Optimism cómo fue su transitar por tierras diferentes.
Casada hace 16 años con Leopoldo, oriundo de Caracas, juntos tiene un hijo llamado Samuel (4), y en 2016 decidieron radicarse en Buenos Aires. En la capital venezolana tenían una vida con todas las comodidades pero la enfermedad de su esposo (diabetes), hizo que tomaran la determinación de irse. “Por la escasez de medicinas no teníamos insulina y eso dificultaba nuestra permanencia. Vendimos el auto, cerramos nuestro departamento y dejamos todo”, confiesa.
Leopoldo es ingeniero de sistemas, lo que podía ser más fácil a la hora de encontrar trabajo, pero no fue así, tuvo que aceptar empleos con horarios extenuantes y poca paga. Mientras que Alicia, que había trabajado en su país como periodista de medios impresos, productora y guionista de programas informativos, traductora, tuvo que dedicarse por completo a ser ama de casa.
Le costó adaptarse, a la comida, a la gente, confiesa que se sentía sola y triste, no así su pequeño Samuel que a las dos semanas de asistir a la escuela hablaba de vos y quería milanesas con puré. “Lo único que no toma es mate”, dice entre risas.
Los hábitos habían cambiado, dejar su familia, amigos, y hasta objetos preciados por ellos, pero todo pintaba como un aprendizaje de vida. “Tuvimos la suerte de no estar solos porque mi cuñada Valentina (venezolana) vive hace 30 años y está casada con un argentino, lo que nos sirvió mucho como contención”.
En el camino de quien también trabajó como bibliotecaria, apareció algo que la llevó a retomar su escritura. “Volqué todos mis conocimientos periodísticos a la tecnología, tomé un curso básico de community manager de la Cámara de Comercio, absorbí todo lo que podía y eso me abrió puertas y empecé a tener clientes. Nunca supe lo que era tener una entrevista laboral formal”.
Señala que todo el que es migrante sabe que “a pesar que uno quiere estar bien, no lo está, pasa mucho tiempo para lograrlo, tuve gran ayuda de muchos amigos venezolanos que estaban en todas partes del mundo: Chile, España, Alemania, conversábamos de lo que nos pasaba. En esa soledad sentí la necesidad de armar mi mundo para escapar, distraerme de ese dolor callado, aprendí a vivir”, revela Alicia.
Así nace ‘Exangüe’, su primera novela de ficción de Editorial Dunken, cuya trama se basa en la historia de una escritora (Ana Helena Castillo), que plagió la última novela que presentó al público, divorciada, en bancarrota, conoce a Gael, fotógrafo, con quien tiene un romance tormentoso que la lleva a implicarse en una trama de sexo, sangre, mentiras e investigaciones policiales.
Todavía recuerda aquel momento cuando el texto llegó a su casa. “Fue muy chistoso porque pensábamos que era el señor que trae el botellón con agua y cuando bajamos, vimos que era el libro. No lo podíamos creer”.
Agrega que Samuel, a pesar de su corta edad, ya les dijo a sus padres que se van a hacer millonarios con la novela. “Nosotros no somos así, no sé de dónde heredó estas cosas”, esboza jocosamente.
“Redescubrirme en la escritura fue un consuelo muy grande, pero tenía que perfeccionar lo que sabía hacer y una amiga me recomendó un curso de escritura creativa de la UBA en asociación con el laboratorio del poeta. Lo hice en 2017, capté todo lo nuevo, aprendí del manejo del mundo de escritores, lecturas los fines de semana, conocí editoriales independientes. Después de allí pedí servicio de corrección a mi profesor, de tú a tú, leíamos e íbamos corrigiendo. Me separé de la obra como artista, lo vi como espectadora y después busqué como editarlo”, narra recordando aquellos momentos.
Pero la inseguridad persistía, fue su psicóloga la que la ayudó a transitar por esas luces y sombras de una falsa autoestima que no tenía cabida en su vida, porque había demostrado que era capaz de lograr lo mejor. Cuatro años le tomó escribir, la idea nació en Venezuela pero fue en Argentina donde maduró y floreció la novela.
Dejar atrás toda esa tristeza por los cambios, transformó su vida, hasta su esposo un día le comentó que hasta su humor había cambiado.
Con el libro, se sumaron cosas más positivas: empezó a hacer ejercicio, correr, cambiar su alimentación y bajar 20 kilos. Es como si toda la armadura interna fue desmoronándose.
En el invierno, ella y su familia se infectaron de COVID. “Creemos que nos contagió un vecino que trabaja en un servicio de ambulancias. Su mamá se enfermó y murió. A mí nunca me dio fiebre ni tos, pero a Leo le atacó al estómago, y con su diabetes me preocupe más. Samuel no tuvo síntomas. Fue muy duro, nos aislamos casi 40 días y mi cuñada nos dejaba las compras fuera del departamento. A pesar de todo, nos unió más como familia”.
Aunque la situación fue difícil, ni la enfermedad ni la cuarentena pudieron con los deseos de culminar ‘Exangüe’, cuya presentación está en camino. “Una amiga me dijo que para mí, el 2020 no era el año de la pandemia, si no el año de la publicación de mi libro”.
‘Exangüe’ tiene un contexto metafórico, macabro y de suspenso.
“Con el tema de la portada conseguí a un tatuador, Maxi Fernández que hace collage brillantes personalizados, y le gustó tanto el proyecto que no quiso cobrarme. Lo mismo pasó con un amigo, Juan Bacaro de Maracaibo, quien hizo el diseño y no cobró”.
La Alicia que llegó hace 4 años no es la misma de hoy. Admite que ya está pensando en escribir otra novela y está muy agradecida con Argentina por todo. “Acá la gente de verdad te integra, dejé todo el desarraigo y encontré a una Alicia que como la protagonista de ‘Exangüe’, se descubre a sí misma, en medio de una obsesión. Estoy segura que no hubiera podido concretarlo en otro país que no fuese Argentina porque esta mística artística, que los caracteriza a los argentinos, en Venezuela no se da así”.
Muchas gracias por la nota. Me gustó mucho. Espero inspire a alguien a hacer lo que le hace feliz sin importar las circunstancias.
¡Saludos!