El proyecto Voy en Bici nació en Pilar con donaciones de bicicletas que se cedían a las familias vulnerables para que pudiesen ir a trabajar o estudiar. Desde enero de 2020 multiplicó bancos de rodados en barrios vulnerables porteños y bonaerenses y creó cursos de capacitación en esos lugares y en penales. También llevaron la idea a Bilbao para “exportarla” a todo el mundo.
Surgió durante la pandemia como un modo de aliviarle la vida a la gente que hacía changas informales y no podía justificar un permiso para usar transporte público, pero con el fin de las restricciones el proyecto Voy en Bici comenzó a tener otros objetivos: promover la movilidad sustentable, solucionar los problemas de transporte de familias vulnerables y enseñar un oficio a reclusos de los penales del país y a adolescentes de barrios carenciados.
Pero la iniciativa que nació en enero de 2020 en la mente de cuatro amigos fanáticos de las bicis y la movilidad sustentable adquiere, poco a poco, una envergadura global ya que los “emprendedores sociales”, como ellos mismos se definen, fueron invitados a exponer su propuesta de un Banco Mundial de Bicicletas en un Congreso de Movilidad Sustentable de la ciudad española de Bilbao. El resultado es que ya los contactaron desde Perú y El Salvador para replicar su propuesta y una copia de la iniciativa debidamente detallada ya está en la embajada en la Argentina de la Unión Europea.
“En Bilbao contamos que estábamos más que de acuerdo con el transporte eléctrico, pero que para la realidad de muchos países americanos y también de África, necesitamos solucionar el problema del transporte para ir a trabajar o estudiar”, cuenta Julio Antuñano, quien arrancó con el primer banco de bicicletas del país en la localidad bonaerense de Pilar y entusiasmó a su amigo Juan Cruz Gregorini, que se ocupa de las Relaciones Institucionales de la ONG para lograr donaciones de rodados y aportes de contenedores para guardarlas, depósitos para almacenarlas y transportes para llevarlas donde sean necesarias, y Federico Ocampo que se puso al frente de los cursos de capacitación en penales y barrios vulnerables para que adultos y jóvenes colaboren en la reparación de las bicis que no funcionan y, a la vez, aprendan un oficio para tener una herramienta de inserción laboral.
A nivel global, Antuñano y compañía sueñan con una redistribución de los rodados del mundo, de las regiones donde hay excedentes: como Holanda y China a las que tienen problemas de movilidad. “Hay chicos y jóvenes que tienen que caminar muchos kilómetros para llegar a la escuela, a veces sin haber desayunado, por ejemplo en el monte chaqueño. También gente que consigue empleo pero el sueldo no le rinde si tiene que pagar dos o tres boletos de colectivo para llegar a trabajar”, sintetiza el presidente de la ONG Cucharas y Percheros Solidarios que empezó brindando alimentos y ropa pero descubrió que el transporte también estaba entre las necesidades básicas y por eso gestó Voy en Bici.
Cuentan los emprendedores que durante 2020 y lo que pasó de 2021 el banco de bicicletas de Pilar, en el que quien lo necesita puede pedir una bicicleta para ir al trabajo o a la escuela con la sola condición de devolverla cuando las cosas le vayan mejor, se replicó en distintos barrios vulnerables de la Ciudad y la provincia de Buenos Aires y también que llevó rodados para responder pedidos a todo el país. En todos los casos para crear los bancos, la ONG trabaja con una contraparte que también es una institución del tercer sector: un merendero, un comedor, una capilla o iglesia evangélica, que reciben las bicis y las entregan a las comunidades vulnerables.
La otra “pata” de la ayuda solidaria es la capacitación que Voy en Bici organiza en barrios vulnerables y en penales. A todo vapor marchan los cursos que la ONG dicta en la unidad 48 de San Martín y luego de un convenio con el capellán, también están llegando al penal de San Nicolás.
“Estoy muy entusiasmado con este proyecto de colaboración con la Fundación Espartanos y con sumarrnos al esfuerzo que vienen haciendo con personas privadas de su libertad y nosotros vamos a aportar nuestro granito de arena para que tengan una salida laboral y también podamos reparar las bicicletas que nos donan”, confiesa Federico Ocampo, el encargado de la capacitación en la cárcel de San Martín. “Estamos contentos con estos cursos que nos inculcan valores, el hábito del trabajo y un oficio para cuando salgamos de acá. Hoy sacamos doce bicicletas reparadas que van a comedores y merenderos. Una de ellas tiene un canasto y está preparada especialmente para una maestra que vive muy lejos de la escuela en la que trabaja”, explica con un orgullo indisimulable Alejandro, uno de los internos del penal de San Martín, encargado del taller de reparaciones y próximo a recuperar su libertad.
Sin embargo, no todo es trabajo y estudio en la propuesta de Voy en Bici. Antuñano y compañía recuerdan que en su infancia disfrutaron de paseos con y sin rueditas así que destinan las bicicletas de menor tamaño que les donan para que las familias de barrios carenciados puedan llevárselas los fines de semana para que sus chicos puedan disfrutarlas en su tiempo libre.
Para escalar el proyecto y llegar a todo el país Voy en Bici necesita además de rodados, contenedores y depósitos para guardarlas y crear los bancos en comedores, merenderos, capillas y ONGs. También vehículos para transportarlas y fondos para organizar la logística. “Nos consideramos emprendedores sociales y lo nuestro es articular las tres patas: empresas, ONGs y gobierno por el bien de la sociedad y de las comunidades más vulnerables”, sintetizan los amigos, convencidos de que las dos ruedas son la solución a múltiples problemas de la sociedad.