En la Argentina, la primera se construyó en Mar Chiquita en 2018. La propuesta incluye materiales reciclados, energía renovable y proyectos con impacto social.
Pensar en un edificio que se autoabastece en cuanto al agua, energía y calefacción y que además produce alimentos, maximiza el uso de los recursos y fomenta la transmisión de conocimientos y valores para optimizar la convivencia con el entorno, puede sonar de otro mundo. O, por lo menos, de una época futura.
Lejos de ser una utopía, la construcción sustentable no solo puede verse aplicada en algunos espacios o edificios en ámbitos rurales, sino que, desde el 2018 es una realidad concreta para la escuela primaria N°12 de Mar Chiquita, en la provincia de Buenos Aires. Cómo se ideó y de qué forma se trabaja en la primera institución de ese estilo en el país.
“Una escuela sustentable”: el proyecto que lleva sostenibilidad y educación por Latinoamérica
Al comenzar a pensar en un proyecto de construcción de escuelas, en Uruguay, en 2012, Martín Espósito y un grupo de amigos se encontraron con la propuesta del arquitecto Michael Reynolds.
El estadounidense creó un método de construcción de edificios autosustentables en base a principios como el reciclaje, el acondicionamiento térmico pasivo, las energías renovables, la cosecha y el tratamiento de aguas.
“En cuatro años fuimos avanzando junto con su equipo también, y en 2016 construimos la primera escuela”, relata el joven asobre el colegio ubicado en el municipio uruguayo de Jaureguiberry. La institución se transformó en la primera construida dentro del proyecto al que la organización que formaron, Tagma, denominaron Una Escuela Sustentable.
El proyecto recibió financiación y apoyo de varias empresas reconocidas (a través del programa “Escuela+“, que llega a más de 10.000 escuelas públicas rurales en la región) y desde entonces no paró de crecer.
“Nosotros le sumamos el componente educativo; del trabajo con la comunidad, las herramientas pedagógicas”, explica. Desde un primer momento, el objetivo fue expandir la iniciativa a todos los países de Latinoamérica.
La primera escuela sustentable de la Argentina está en Mar Chiquita
Así, en 2018 el proyecto aterrizó en la Argentina. Puntualmente en Mar Chiquita, en donde en la zona del balneario Parque, en 45 días se construyó un edificio de más de 300 metros cuadrados, modelo en materia de sostenibilidad, incluso bajo supervisión del mismísimo Reynolds. “La construimos bajo una modalidad muy parecida. Fue el último proyecto de ese estilo, porque en 2019 diseñamos un nuevo programa, más relacionado con la educación y la perspectiva audiovisual”, detalla Espósito.
En 2020 hicieron lo mismo en Chile, en una escuela estatal de Lo Zárate, pero esta vez refaccionaron un edificio que ya estaba construido. Además, acaban de comenzar los trabajos en San Jerónimo, Colombia, y planifican construir la primera en Lima, Perú, como próximo proyecto. “De acá a 5 años el objetivo es tener una escuela por país en Latinoamérica”, comenta.
Cómo funciona la escuela sustentable de Mar Chiquita
En Mar Chiquita se utilizaron unas 25 toneladas de materiales reciclados, como cubiertas de autos, latas, botellas y cartón, además de los tradicionales. Oficialmente es la primera de su estilo en el país.
Según explica Espósito, trabajan aplicando 5 principios de la sustentabilidad:
- -Gestión de las aguas, que implica realizar el saneamiento adentro de las escuelas
- -Energías, que pueda funcionar en base a renovables
- -Producción de alimentos, siempre en forma agroecológica, además de compostar, emprender procesos de reforestación y aumentar biodiversidad
- -Utilización de materiales naturales, como madera, árboles y paja, y de materiales reciclados
- -Acondicionamiento térmico, es decir, que pueda calefaccionarse o refrigerarse solo por cómo está construido
Por qué eligieron Mar Chiquita para construir la escuela sustentable
La elección de la localidad bonaerense no fue al azar. Desde hace varios años, diversas acciones desarrolladas en allí en torno a las acciones de concientización ecológica, llevaron a que se vea como un escenario propicio.
La Asociación Civil Amartya, dedicada a promover una cultura de sustentabilidad a través de la educación ambiental, articulando con el sector público, social y privado, trabaja en la ciudad costera desde 2016 con el Plan Mar.
El objetivo es promover un modelo de desarrollo local sustentable con la participación ciudadana. “Proponemos, articulando con el municipio, entidades privadas y la comunidad, lograr una cultura regenerativa a través de una educación ambiental”, explica a este medio Paula Gallardo, integrante de la organización.
“Nuestra visión es alcanzar una Argentina sustentable comprometida con el cuidado de la vida; creemos que se puede lograr con la educación ambiental y todos los que formamos la comunidad”, cuenta.
Gallardo está a cargo de la coordinación de uno de los programas dentro de este plan, que comenzó en 2019 y reafirmó el camino una vez edificado el colegio (“Escuelas sustentables”), a través de la que invitan a todas las instituciones del partido a elegir un proyecto para trabajar, siempre en torno a la conservación ambiental. “Nosotros los acompañamos. Es algo participativo y voluntario, y también se articula con la Dirección General de Escuelas de la Provincia de Buenos Aires”, detalla.
“En su momento cuando se hizo la convocatoria en el país, nosotros nos propusimos y cuando conocieron el plan y cómo veníamos trabajando, se avanzó. Esto garantizaba que iba a haber una continuidad en el trabajo. Fue hermoso el proceso”, recuerda sobre la construcción, que se llevó adelante con participación de voluntarios, organizaciones privadas y también del Estado a través del Ministerio de Ambiente y Espacio Público.
“Lo hermoso también es que es pública. Me encanta ir, ver a los chicos en los salones, a los docentes, es un sueño”, agrega.
Qué es “Aula naturaleza”
En la misma línea, dentro del Plan Mar, ahora está en pleno proceso de preparación “Aula naturaleza”, que contempla la construcción de un aula biomimética (un tipo de arquitectura sustentable que, en líneas generales, imita a la naturaleza) que podrán utilizar todas las escuelas del partido de Mar Chiquita.
“Desde ahora en las escuelas estamos difundiéndolo y buscando que participen las familias y la comunidad en general. Proponemos que trabajen en red todas las instituciones”, cierra Gallardo.
Sustentable desde las bases, hasta las clases: cómo funciona la escuela N° 12 de Mar Chiquita
En abril terminaron la edificación, con la colaboración de 400 voluntarios, y para agosto, después de las vacaciones de invierno, los chicos de primero a sexto grado y el cuerpo docente, se trasladaron. “Es la escuela primaria 12, que tiene 61 años pero funciona en el nuevo edificio desde 2018″, explica María Florencia Capornio, directora de la institución.
“Tuve la oportunidad de amoldar todo lo pedagógico desde cero. Porque, como escuela pública, trabajamos con el diseño curricular de la Provincia de Buenos Aires, pero tenemos agregados. Por ejemplo desde primero a sexto los chicos tienen talleres de huerta: siembran, cosechan y se llevan a sus casas”, detalla la docente que está en el cargo desde 2019.
El colegio comenzó con unos 60 estudiantes y actualmente son 120, que se reparten la asistencia en dos turnos. De acuerdo con el relato de Capornio, las particularidades y la enseñanza que de por sí aportan las características del lugar, forman una esencia atractiva para muchas familias.
“El turno tarde se habilitó este año y mucha gente se ha mudado especialmente para que los chicos vengan. Muchas veces la vacante define la mudanza”, dice sobre la institución en la que se desempeñan 20 docentes y tres maestros auxiliares.
“No deja de ser una escuela rural. Entonces además del contenido influye el día a día, el entorno de aprendizaje, el tipo de aula. Todas están ornamentadas con trabajos de artesanos locales, con diseños de la laguna, hay un gran parque en el exterior”, detalla.
Desde un primer momento la propuesta incluyó no solo impartir los conocimientos para vivir en mayor comunión con el ecosistema, sino también ponerla en práctica. En ese sentido, la experiencia de cursar o trabajar, incluye la optimización de los recursos y una generación mínima de residuos. Los restos orgánicos, van a las composteras, los plásticos de un solo uso, se destinan a hacer ecoladrillos. “Vivirlo es totalmente diferente a contarlo. Genera transformación en los adultos también”, dice la directora. “Reducimos un montón el uso de papeles, los reutilizamos todo el tiempo. Lo que se puede reducir, se reduce”, indica.
La energía la proveen paneles solares que están instalados en el predio. El agua de lluvia se recolecta y se potabiliza a través de filtros para su consumo y también se reutiliza para regar las huertas. En cuanto a los residuos, aquellos que no pueden reciclarse o disponerse en la misma escuela, como sucede con las témperas, por ejemplo, que utilizan en las clases de plástica, se gestionan fuera de la institución.
Otro de los puntos centrales de la currícula del colegio consiste en participar de experiencias de sustentabilidad y crear proyectos con impacto social. “Tenemos talleres de custodia del territorio, con el que hacemos el Conteo Anual Simultáneo de Aves”, relata.
La actividad, acompañada de un aprendizaje a lo largo del año, consiste en salir a realizar una especie de censo estadístico de las aves de la zona. “Para eso hacemos preconteos, vamos con la guía de observación, realizamos análisis estadísticos, gráficos, todo eso es parte del aprendizaje”, apunta Capornio.
Los estudiantes también aprenden sobre cómo está construido el edificio e incluso lo comparten con la comunidad educativa en general. “Hay un proyecto que quedó un poco entre paréntesis el año pasado por la pandemia, pero consistía en recibir alumnos de otras escuelas y los mismos chicos son los guías para mostrar cómo funciona todo”, cuenta la docente.
Por supuesto, resulta un reto adaptarse a los cambios que implicaron tanto las instalaciones como los hábitos. “Las paredes son de vidrio, entonces al principio era un miedo común la posibilidad de que los chicos se distrajeran, o, por ejemplo en clases de música, que se escuche demasiado en el aula de al lado. Pero se fue regulando todo”, señala Capornio.
“El desafío es mantener esta propuesta y seguir compartiéndola con la gente”, se entusiasma. “No lo había planeado y fue algo hermoso. La tranquilidad de que te reciban las gaviotas a las 8 de la mañana y después empezar una jornada en la que simplemente te parás en el pasilllo y escuchás lo que va pasando adentro de las aulas”, reflexiona.