Es una iniciativa de investigadores en arquitectura del Conicet y otras organizaciones en Bariloche, Río Negro y en Lago Puelo, Chubut
Para crear un mundo más amigable con el medio ambiente y dejar un mejor suelo a las generaciones futuras, investigadores del CONICET desarrollan componentes prefabricados para viviendas sustentables. Los pinos Oregón, murrayanas y ponderosas son especies de árboles que no habitaban en el territorio de la Argentina. Eran especies nativas de América del Norte, pero fueron introducidas. y ahora afectan al bosque nativo y son el potencial principal para los incendios en Patagonia. Estas maderas se convierten en materias primas de proyectos de viviendas sustentables que se llevan a cabo en Bariloche, Río Negro, y ahora en Lago Puelo, Chubut.
“Se trata de un proceso productivo capaz de generar módulos habitacionales prefabricados de alta calidad de forma sustentable. Este proyecto se propone dar en el corto plazo una respuesta a los problemas de vivienda de las personas damnificadas por los incendios forestales en la zona y también crear una capacidad para la producción y comercialización de componentes para la construcción”, informó Fernando Peirano, el presidente de la Agencia I+D+i.
El equipo de investigación para llevar adelante la iniciativa está a cargo de Paula Peyloubet, doctora en Arquitectura e investigadora principal del Conicet. Según explicó, los módulos con maderas de pinos exóticos tienen como meta a mediano plazo paliar la emergencia habitacional producida por los incendios en Lago Puelo, que se produjeron en marzo pasado. Pero a más largo plazo la iniciativa servirá para potenciar las capacidades económicas de la zona instalando en la región una producción de componentes comercializables que podrán ser utilizados tanto por parte de proyectos públicos vinculados a la construcción de viviendas sociales o de emergencia como para iniciativas privadas destinadas al turismo. También se harán talleres tecnológicos para generar emprendimientos productivos.
En Bariloche, los investigadores comenzaron a trabajar en 2013 con apoyo de la Secretaría de Ciencia, Tecnología y Economía del Conocimiento de Río Negro.